PLAZA LARGA DEL ALBAICÍN
Allí, en la Plaza Larga, que entonces, como hoy, era un verdadero mercado callejero, donde se surtía de alimentos aquella parte del Albaicín, existió una cruz de las muchas callejeras que existían en la ciudad, que sería antecedente devocional en el lugar, antes de que se erigiera la capilla del Cristo de la Fuente. Dicha cruz la levantaron los propios vecinos, que la solían adornar el día de la Cruz de Mayo. Ya Henríquez de Jorquera, nos informa de la existencia de la cruz de la Plaza Larga a principios de los años cuarenta del siglo XVII.
Dicha cruz, que pudiera haber sido de madera, hacia mediados del siglo XVII aparecía sustituida por otra de piedra sobre una granada con pedestal. Anteriormente, nos dice el Padre De la Chica, hubo una fuente en el centro de la plaza con dos caños edificada por el cabildo municipal para abastecimiento de los vecinos, que se había secado en 1694. La fuente fue trasladada por petición al cabildo por parte de los Agustinos Descalzos, cuyo convento estaba frente a las Tomasas, para colocarla en su compás de su monasterio.
La retirada de la fuente molestó sumamente a los vecinos, que construyeron otra más abundante y también mandaron realizar la imagen de un Cristo Crucificado para colocarla en el sitio, con una techumbre de protección y se comenzó a dar culto. Por lo tanto, la advocación del Cristo se tomó de esta circunstancia.
Pasados unos años, ya a principios del siglo XVIII, construyeron un pequeño templo o ermita para darle culto a la imagen. Probablemente, la ermita sería de estas típicas de templete de carácter neoclásico, que fue el arte que empieza a tener auge en España con la llegada de los borbones.
La imagen, me da la impresión, que era tallada en piedra, porque el Padre La Chica nos dice "(...) comenzando desde entonces a celebrarse missa, y a premiar el Señor aquella piedra cristiana, obrando por sus devotos muchas maravillas" (2).
La vitola que presentamos en este trabajo es la que abre el libro de reglas de la hermandad y, si la misma guardó semejanza con la realidad, se trataba de un Crucificado con cuatro clavos y con bastante frontalidad, con la cabeza centrada y caída en el pecho y amplio perizoma.
Al contemplar la pintura del Cristo de la Fuente, se me vino a le mente la imagen del Cristo del Consuelo de la Abadía del Sacromonte, de José Risueño Alconchel, con el que presenta algunos paralelismos en las características que antes he expresado, a las que he de añadir: que ambas imágenes, pictórica y de escultura, son de la misma época. El Cristo de la Fuente se realizó poco después de 1695 al igual que el Cristo del Consuelo.
Con ello me planteo algunas incógnitas: ¿ tomaría Risueño como modelo esta imagen del Cristo de la Fuente para su Crucificado del Consuelo? ¿Sería Risueño el autor de la pintura de las reglas? ¿ Realizaría Risueño la imagen del Cristo de la Fuente? Sabemos que este escultor trabajó no sólo la madera sino también la piedra o el mármol, como la Virgen de las Angustias de la fachada del Palacio Arzobispal, que da a la plaza de Bibrambla.
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Cristo del Consuelo de los Gitanos. José Risueño Alconchel 1695-1698. |
Aunque, cuando se construye la imagen se conforma una hermandad de hecho para darle culto, ésta no hace constituciones hasta 1736. La hermandad de hecho venía celebrando cabildos para su gobierno, que se consentían por el Capellán Real y visitador de las parroquias y hermandades, don Manuel Fernando de Carrión Pimentel, constituciones que se mandan al fiscal del arzobispado para que informe.
Quizá aquella situación de una hermandad sin reglas tantos años fuese insostenible, pues en la tramitación de aquéllas se manifestaba : "(...) decimos que la dicha hermandad ha estado sirviendo cultos al Stmo. Cristo de tiempo inmemorial a esta parte sin constituciones para que su gobierno (...)" y en ese año de 1736, siendo hermano mayor Pedro del Castillo y mayordomo Felipe de la Peña, la hermandad presenta a la aprobación eclesiástica sus reglas, que son aprobadas el día 9 de junio de ese año por el provisor don Alonso Diego de Guzmán y Bolaños (3).
Como vemos, en esa época no había demasiado problema en consentir por la autoridad eclesiástica hermandades dando culto a sus imágenes y sin reglas; cosa difícil de producirse en la actualidad.
Según esas reglas, bastante minuciosas, era una hermandad exclusivamente compuesta por cristianos viejos, no permitiéndose en sus filas personas con sangre judía, mora, negra o mulata, ni a los penitenciados o esclavos, exigencia que se llevaban a extremo en la persona que había de ser sacristán o hermano sirviente de la capilla.
Parece que la rudeza en la exigencia de limpieza de sangre el arzobispado no lo acepta completamente y pone una tacha a ello o, al menos, lo suaviza al decir el fiscal "sin que se entienda por estatuto vigoroso de limpieza". En 1736, ya se habían extendido por España los aires racionalistas de la Ilustración, que habían calado, incluso, en el pensamiento de muchas autoridades eclesiásticas.
También, era la hermandad muy rigurosa en el comportamiento de los cofrades, reprendiéndose al que cometía amancebamiento, fuera borracho, alborotador, pendenciero o de mala lengua, a los que se les advertía tres veces y de no corregirse se le expulsaba de la hermandad por su cabildo. También se tachaba al que debía dinero a otros, al que se le exhortaba a pagar y, si no lo hacía, se le expulsaba de la cofradía, salvo que fuera pobre y cumplidor, en cuyo caso la hermandad asumía sus deudas.
El hermano Sirviente del Cristo había de ser soltero y casto, como criado del Divino Señor, y debía de vestir el hábito de una orden tercera, de ermitaño; o bien su vestimenta había de ser honesta y pobre. Tenía el hermano sirviente la obligación de residir permanentemente en la capilla, remunerándose con 30 reales de vellón (dos pesos) al mes; cuidaba de abrir y cerrar la capilla; tener permanentemente la lámpara del Cristo encendida y hacerse cargo de las limosnas, así como, atender a los devotos y sacerdotes que iban a decir misa.
La devoción al Cristo de la Fuente pronto se extendió por toda la ciudad y localidades cercanas, cuyos devotos colgaban en la capilla numerosos exvotos, constatándose que muchos de estos eran navíos.
El gobierno de la hermandad se realizaba por un prefecto, el hermano mayor y dos mayordomos, el secretario, el fiscal y un partidario, que recorría los partidos para recabar limosnas. Todos los cargos tenían una temporalidad anual, aunque se admitía la reelección, como era común en casi todas las hermandades, excepto el de secretario que duraba tres años.
Los cultos se celebraban los domingos de todas las semanas, en que pedían limosna por la Plaza Larga los mayordomos y los hermanos habían de pagar un real de entrada y un cuartillo todos los domingos. Eran muy rigurosos en el control de los fondos, que se guardaban en un arca, y cuyas tres llaves las tenían el hermano mayor y los dos mayordomos y se abría estando presente el secretario, para tomar nota de lo que entraba y salia en ella. Había también una segunda arca para los cirios y demás cera, y una tercera con dos llaves para guardar los ornamentos, cuya llave guardaba el sirviente de la capilla.
La fiesta principal de la hermandad era el día 3 de mayo, el de la Invención de la Santa Cruz, celebrándose una misa cantada con música, diáconos y sermón, exigiéndose austeridad en el gasto, que no debía de sobrepasar los 200 reales para evitar la emulación entre los mayordomos, de modo, que excediéndose, lo pagaran ellos de su peculio. Los tres días anteriores de la fiesta había vísperas con tres misas.
También se señalaba un protocolo, en ese día 3 de mayo, en que se celebraban las elecciones. Dicho protocolo prescribía que el hermano mayor tomara asiento de presidencia y, a los lados, los dos mayordomos, junto a los que se sentaban los hermanos asistentes por orden de antigüedad. Delante del hermano mayor se ponía una mesa o bufete con un crucifijo con dos velas, el libro de reglas y como primer acto de la fiesta se procedía a celebrar elecciones.
El hermano mayor fijaba dos candidatos y se levantaba para entregar su voto a su preferido; después los mayordomos, cada uno en su fila, recababan el voto de los hermanos de la misma. El voto se emitía mediante habichuelas blancas para decir sí y negras para expresar el no, siendo proclamado el de mayor número de votos.
Era también una hermandad de sufragios en la que cada hermano había de pagar un cuartillo de real cada vez que moría un cofrade. Fallecido un hermano o hermana, el hermano mayor y los dos mayordomos acudían a la parroquia de la que el difunto era feligrés y ajustaban los gastos de entierro y después reunirían a doce hermanos para que portaran cirios en el entierro y funeral. La comitiva iba precedida del estandarte, dedicándole al difunto 9 misas y si moría fuera de Granada, aquéllas se celebraban en la Colegial del Salvador, a cuya circunscripción pertenecía la capilla o ermita del Cristo de la Fuente.
Aunque no sabemos si contaba la hermandad con imagen mariana (en la vitola de las reglas aparece la Dolorosa, San Juan y la Magdalena, formando un calvario), sí se concretaba en las reglas el culto a la Virgen Dolorosa, pues el Viernes de Dolores se decía misa cantada con diáconos en honor a la Virgen.
Hubo un devoto que costeó las obras de ampliación de la capilla callejera a mediados del siglo XVIII y como consecuencia del gran terremoto de 1755 en que sufrió grandes deterioros la parroquial del Salvador, esta trasladó a la ermita del Cristo de la Fuente el Santísimo, mientras se realizaron las obras de reparación.
Muchas incógnitas se ciernen sobre esta hermandad albaicinera y la época en que desapareció. Aún estaba con vida en 1765, año en que el Padre de la Chica nos informa de su existencia. Seguramente, la hermandad desaparecería a finales del siglo o con la ocupación francesa en que se realizaron por el invasor bastantes obras de reforma de la ciudad, que pudieran haber afectado a la ermita.
Si la imagen de Cristo de la Fuente era de material pétreo, como parece que pudo ser, bien podría haberse trasladado aquélla a otra plaza del Albaicín al reformarse la Plaza Larga ¿Podría tratarse del que hoy popularmente llamamos Cristo de las Lañas, que está en la plaza albaicinera de San Miguel bajo? Esta de piedra la llamó el pueblo Cristo de las Lañas al haber sido destruido en la II República y restaurado uniendo sus piezas con lañas.
Como sabemos, Granada ya tenía un gran antecedente de devoción a estas imágenes de cruces erigidas en las plazas como la profesada el Cristo de los Favores.
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1. De la Chica Benavides, Fr. Antonio, " Gazetilla Curiosa...", papel XLI. 1765.
2. De la Chica Benavides, Fr. Antonio, opus. cit. papel XLI.
3. Archivo histórico diocesano de Granada.
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