sábado, 27 de diciembre de 2014

HERMANDAD DEL SANTO CRISTO DE LOS TRABAJOS Y VÍA SACRA (Sagrario de la Catedral)






ANTONIO PADIAL BAILÓN



En otras ocasiones hemos tratado en este blog de las numerosas hermandades de la Vía Sacra que se fundaron en Granada en los siglos XVII y XVIII, una de ellas es la que tenía sede en la iglesia parroquial del Sagrario de la Catedral, llamada del Cristo de los Trabajos. 

La configuración orográfica de la ciudad de Granada, erigida sobre cerros y colinas, determinó en cierto modo la construcción sobre muchas de ellas de ermitas de devoción, sobre las que se asentaron algunos conventos masculinos y hermandades, como los de Carmelitas Descalzos, en la de los Mártires; la del Santo Sepulcro de los Rebites de Franciscanos de San Antonio Abad; la de San Miguel con la hermandad del Arcángel; la del Santo Sepulcro del Sacromonte o el de San Antonio y San Diego de la Puerta de Fajalauza. Paisajes propicios a recordar los parajes de los alrededores de Jerusalén, donde se produjo el drama sacro.

Calles de la Amargura por las que discurrían estas hermandades de la vía sacra en el ansia de recordar con sus vía crucis aquellos sufrimientos de Jesús camino del Gólgota, realizando los correspondientes actos penitenciales.  



Fundación

Esta hermandad del Cristo de los Trabajos y Vía Sacra se fundará en el centro de la ciudad en el Sagrario de la catedral el día 7 de junio de 1694 en el que fueron aprobadas sus reglas por el arzobispo D. Martín de Ascargorta (1), aunque seguramente, su fundación real dataría de año antes, tal vez en 1679, cuando Granada fue azotada por la terrible epidemia de peste bubónica, que propició la fundación de varias hermandades.

Iglesia del Sagrario de la Catedral
 
La fundación de la hermandad se haría en el antiguo templo, que fue en tiempos musulmanes mezquita mayor de la ciudad, sacralizada y convertida en catedral y después Sagrario de la misma. Todo este edificio de la mezquita mayor fue demolido por ruina en 1705, por lo que decimos que la hermandad se fundaría estando aun en pie. Luego, tras largas obras, se inauguró tal como hoy lo conocemos, en 1759 (2), estando dedicada la iglesia a Santa María de la O.

La imagen del Cristo de los Trabajos se encuentra en la capilla primera de la izquierda, según entramos en el templo; es imagen antigua del siglo XVI de tamaño inferior al natural, que ha sufrido diversas intervenciones a lo largo del tiempo. Se encuentra sobre cruz de tronco sobrepintado, cosa poco acertada,  en gris plateado. La hermandad según su inventario tenía, además, una segunda imagen, que se veneraba en la sacristía.


La imagen se presenta en actitud expirante, con corona de espinas de diadema y ráfaga y melena tallada, que simétricamente cae por la espalda. El Cristo, sobre peana oval y barroca, se encuentra en una original hornacina de madera y cristal incrustada óvalo barroco en cuyo fondo y flanqueando al Crucificado existen relieves con cuatro ángeles y nubes de la cruz parten rayos en madera dorada. 


Probablemente el retablo de realizaría  en la segunda mitad del siglo XVIII, después de la inauguración de la nueva iglesia en 1759; ya en un documento de 1796 se cita el retablo. En este último año citado era el estilo neoclásico el que imperaba y el altar, al ser barroco se realizaría, quizás por Nicolás de Moya, hacia los años sesenta de ese siglo.

La urna donde se sitúa el Cristo es añadida posteriormente y fue realizada en 1797, siendo mayordomos de la hermandad Blas de Aura y Antonio Muñoz.

Aunque hoy la imagen se presenta en la talla, antiguamente se la vestía con perizoma o tonelete de los que poseía varios: uno blanco bordado en oro; otro color celeste bordado en plata; otro encarnado bordado en plata; otro bordado en seda  y plata; otro de raso morado y punta de plata; otro de floripón morado y blanco y  algunos más de menor valor. Todos ellos se realizarían durante el siglo XVIII en los últimos años de exaltación del Barroco (3).

Este Crucificado lo llamaban los  hermanos el Fundador, pues en torno a su devoción se fundó la hermandad; luego daban culto a otro Cristo Crucificado que estaba en esa época en la sacristía sobre una peana de piedra. 



La cruz, repintada de gris, es arbórea, con tramos separados por nudos y tiene a ambos lados de la cabeza del Cristo dos conchas peregrinas, quizás queriendo simbolizar el carácter peregrino de la hermandad en su vía sacra al Convento e los Mártires o, siguiendo a San Agustín, como símbolo de la fecundidad de la fe cristiana que da el Bautismo o símbolo de veneración por su nombre latino de concha veneriae.

Hoy la capilla carece de algunos elementos que tenía en el pasado como: dos milagreras o exvotos de plata; un corazón grande y varios de cera, que también serían ofrendas; un cuadro de la Virgen del Carmen y otro del Descendimiento, alumbrado por dos candeleros sobre una repisa dorada; dos espejos a ambos lados de la imagen y varios cuadritos de pintura que colocaban representando milagros atribuidos al Cristo (hace pocos años aún se conservaban algunos colgados en la pared) que se han quitado quizás por razones de estética mal entendida, puesto que eran restos de la historia viva de la devoción.   

La imagen se solía cubrir con un velo, que se retiraba cuando ésta en determinados días se ponía de manifiesto.



La procesión de la vía sacra la iniciaba, que podemos deducir del libro de inventarios, se iniciaba con una cruz "charolada", es decir, negra, que iba flanqueada por dos faroles grandes de cristal con diez luces cada uno y, seguramente, llevaba la cruz un sudario colgante. Los tres hermanos que llevaban dichas insignias, lo hacían con correones en la cintura para apoyarlas; también la hermandad poseía una cruz de plata y dos ciriales.

Los hermanos (en 1800 eran 58) iban en fila, alumbrando con cirios, entre los que iba el estandarte de felpa negra, fleco plateado y cordones de seda negros; lo centraba una tarjeta de plata cincelada con la imagen del Cristo y lo sostenía una vara de plata de cuatro cañones, rematada por una cruz del mismo metal. 

Por último, la imagen del Cristo iba precedida por dos faroles de vidrio y cuatro más grandes que rodeaban a la imagen del Cristo de los Trabajos. Seguramente, una capilla de música cerraba la procesión.

La procesión de la vía sacra subía al convento de carmelitas descalzos del Campo de los Mártires,  en la colina de la Alhambra. Al llegar al convento se abría un Santo Sepulcro, cuyas llaves conservarían los frailes y el mayordomo. Allí se colocaría la imagen del Cristo de los Trabajos, tras la ceremonia de descenderlo de la cruz, representando con ello la última estación del vía crucis: la Sepultura del cuerpo de Jesús. 


Grabado de 1816 del Cristo de los Trabajos conservado en la Casa de los Tiros

La cofradía, como era usual, tenía también el carácter de hermandad de sufragios y entierro de hermanos, pues contaba con un escudo de oro para ponerlo sobre los féretros para el funeral y entierro. 

A principios del siglo XIX la hermandad padece una crisis entre sus hermanos, que se negaron a acudir al cabildo de elección de mayordomos, teniendo que convocarlos el Provisor de la diócesis, D. Antonio Marín Montijano, que intentó apaciguar los ánimos alterados.

Y hay referencia a una procesión de rogativa que se celebró el 23 de marzo de 1809, con toda seguridad para pedir la finalización de la invasión napoleónica, que realizó desde la iglesia del Sagrario a la de San Pedro y San Pablo, a donde fue acompañado por fieles con velas, ganándose 80 días de indulgencias a quien de esta forma lo acompañara o rezase un credo ante la imagen (4).


"A las 4 de la tarde se conduce en rogativa el Señor de los Trabajos que se venera en la iglesia del Sagrario, dirigiéndose a la de San Pedro".




No sabemos cuándo desapareció la hermandad, aún en 1816 subsistía, pues mandaron sus mayordomos Jerónimo González y Tomás Moreno realizar el grabado que antes hemos ofrecido, quizás al añadir en el mismo la tiara papal fuera indicativo que la hermandad contaba con concesión de gracias apostólicas de la Santa Sede.  

El hecho de aparecer en la capilla del Cristo, a ambos lados de la imagen, dos esculturas de las Ánimas, puede ser indicio de que, decaída a corporación, la capilla la ocupara la Hermandad de las Ánimas del Purgatorio, que normalmente solían tomar este tipo de hermandades la imagen de un Crucificado como titular de su veneración.

Tal vez, la hermandad desapareciera al decaer los ejercicios de vía sacra, como prácticas de tiempos pasados, unido a los acontecimientos sociopolíticos de las décadas siguientes que supusieron un pesado lastre para la pervivencia de las hermandades.

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1. Archivo Histórico del Arzobispado de Granada, legajo 1f (b)
2. GALLEGO Y BURÍN, Antonio, Guía Artística e Histórica de Granada, pág 344 y sigs.  Madrid 1961.
3. El citado Archivo, legajo 3 f, pieza 7. 
4. Diario de Granada, en su número de 23 de marzo de 1809.