viernes, 22 de febrero de 2013

ILUSTRE Y VENERABLE HERMANDAD DE LA SANTA VERA CRUZ Y SAN JUAN DE LETRÁN


  


    
Antonio Padial Bailón

         
     Es durante el siglo XVI, cuando se va a configurar la verdadera naturaleza penitencial de algunas hermandades en las distintas ciudades y localidades de Andalucía y del resto de España. Antes de ese siglo, aunque existían hermandades de parecido carácter, éstas, más bien, se establecían para dar culto a algún misterio o imagen pasionistas, con nulas o escasas manifestaciones penitenciales públicas o privadas. Granada no fue una excepción, aunque su recristianización comenzó a partir de 1492. La Granada cristiana del siglo XVI se incorpora a las manifestaciones religiosas del resto de ciudades en ese siglo y pronto comienzan a fundarse hermandades con carácter penitencial impulsadas, más tarde, por el Concilio de Trento.

La primera de la que tenemos noticia es de la Hermandad de la Vera Cruz, considerada la más antigua penitencial de la ciudad, fundada antes de 1539, pues en mayo de ese año, asiste con otras cofradías de la ciudad, "con sus cruces y crucifijos", al entierro de la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, cuyos restos se habían traído a Granada para su sepultura en la Capilla Real [1].

No obstante, según un artículo de Antonio Merino Vílchez[2], parece que hubo indicios de prácticas penitenciales por la Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario en el Viernes Santo a partir de su fundación en 1492[3].


La Vera Cruz de Granada era de las pocas cofradías de este título que se fundaron fuera de un cenobio franciscano (estas hermandades de la Vera Cruz fueron impulsadas en casi todas las localidades por los franciscanos en sus respectivos conventos). La hermandad granadina aparece en el pequeño hospital de la Vera Cruz, situado en la calle de Mesones, junto a la iglesia de la Magdalena.

Sería en la década en 1564 cuando la hermandad se traslada a la iglesia del convento de San Francisco (actual sede del Madoz), habiéndole cedido ese año la comunidad franciscana una capilla en su gran iglesia[4]. Por aquella fecha, ya había otras dos hermandades que hacían estación de penitencia: la de Nuestra Señora de las Angustias y la de Nuestra Señora de la Soledad, esta como rama penitencial de la Hermandad de Nuestra Señora de la Cabeza.

En un documento que he consultado, sobre la exigencia por el Provisor de entrega de cuentas a los mayordomos de la hermandad, del año 1672 a 1676, estos se defienden, aduciendo que la hermandad no estaba sujeta a la jurisdicción diocesana desde 1588, por así determinarlo la Bula de su Santidad Sixto V:
  
"...por pertenecer a su santidad el conocimiento  de qualquiera cosa que se ofrezca a dicha hermandad y Cofradía  manteniéndoseles y amparándoseles en la posesión en que se hallan de tomar quentas de unos mayordomos a los otros sin intervención de ningún juez eclesiástico. Lo otro porque la dicha Cofradía se fundó en el año de 1588  en virtud desta Bulla concedida por su Santidad Nuestro Padre Sixto Papa V de que hago demostración...en qual se concede a la dicha fundación todas las gracias, esempciones, prerrogativas y privilegios que a la Santa Iglesia de San Juan de Letrán  en Roma y asi es preciso que se le guarden, so pena, de incurrir en la censuras y demás amenaças y maldiciones que en ella se expresan" y "Todo porque en la Bulla que se sigue a la referiza empieza: Inosentius episcupus servun servorum Dei, también esempta la dicha fundación de todas las jurisdicciones eclesiásticas y sólo la sujeta a Su Santidad inmediatamente..." [5]
De este párrafo se pudiera deducir que la hermandad se fundó en 1588. No es así, ese año lo que la corporación obtuvo fue la gracia de unirse a los privilegios de la Basílica de San Juan de Letrán de Roma, lo que la exoneraba, en cierto modo, de estar sujeta en algunos aspectos a la jurisdicción del ordinario. Ello le daba un carácter especial, que, probablemente, hizo modificar sus estatutos en ese año, pero no fue el de su fundación. Por este motivo, de ahí en adelante, modificó su título para llamarse: Ilustre y Venerable Hermandad de la Santa Vera Cruz de San Juan de Letrán. 
 La hermandad durante finales del siglo XVI gozó en su gran capilla en la iglesia de San Francisco de estas gracias y jubileos, siendo en ese siglo la más preclara de nuestras hermandades penitenciales y realizando sus estaciones de penitencia a la catedral y otros templos  el Jueves Santo por la tarde, como es usual en estas hermandades de la Vera Cruz.
La Vera Cruz es la primera que comienza a realizar estación de penitencia, portando, en su primera época, un Crucifijo o cruz por uno o dos alcaldes o por frailes. Dicha Cruz iba abriendo el cortejo, cosa muy común en estas hermandades de la Vera Cruz en sus primeros tiempos y va a ser el precedente de la cruz de guía. Inmediatamente, se incorporarían las imágenes de un Santo Cristo, y una Dolorosa. Henríquez de Jorquera nos relata que además procesionaba en la estación de penitencia a un devoto Ecce Homo con fama de milagroso, y con seguridad, al patrono de la Orden San Francisco de Asís, cuando se trasladó el cenobio franciscano[6]. 


Cualquier devoto Crucifijo que tuvieran en el antiguo Hospital de la calle de los Mesones sería, en principio, la imagen con la que iniciaría sus estaciones de penitencia esta antigua hermandad. No obstante, ¿a qué devoto crucifijo darían culto y procesionarían estos hermanos de la Vera Cruz?

En el convento de San Francisco existía un Crucificado, parece que realizado hacia 1543, época en la que nacía la Vera Cruz,  por el escultor  Jerónimo de Quijano (1500-1563), con influencias de Jacobo Florentino “El Indaco”. Este Crucificado es hoy uno de los titulares de la hermandad de la Vera Cruz de la vecina ciudad de Antequera, conocido como “Cristo Verde”, color del madero de la Crucifixión en las hermandades de la Vera Cruz.

La iconografía de la Cruz en las hermandades de la Vera Cruz, solían, y suelen en la actualidad, representar las cruces con toallas y pintadas de verde, en alusión al pasaje evangélico de San Lucas del versículo 23,28-31, cuando Jesús, llevando la cruz al hombro, se dirige a las mujeres de Jerusalén que lloraban mostrando su compasión por el Condenado y les dice: “Dirán los collados: ¡ocultarnos! Porque si esto se hace en el leño verde, en el seco, ¿qué se hará?".

Este Cristo Verde está documentado que fue llevado en 1631 desde el convento granadino de San Francisco “Casa Grande” al convento franciscano de Antequera (San Zoilo), y que fue adquirido dicho año por Fray Juan del Castillo para trasladarlo al convento antequerano desde el de Granada. Su policromía verdosa y de tonos marfileños le dio desde antiguo su nombre de Señor Verde, aunque en la restauración de 1996, perdió el verde oscuro de su policromía[7].




Todas estas circunstancias y la época de ejecución de la escultura (1543), nos puede llevar a la hipótesis de que este Crucificado podría ser el que procesionara y diera culto la Cofradía de la Vera Cruz de Granada desde la fundación de la misma, y durante la segunda mitad del siglo XVI y primer tercio del XVII. La imagen pudiera haber sido encargada por la hermandad en los primeros años de su existencia, trasladándose con la hermandad en 1564 al convento de San Francisco “Casa Grande”. No obstante, la imagen parece ser un Crucificado de retablo y que, por lo tanto, estuviera desde su ejecución en 1543 en el convento de San Francisco, aunque nada se opone a que en el acuerdo de 1564, entre la hermandad y los franciscanos, cuando estos le ceden en esa fecha una capilla en su iglesia, también le cedieran este Crucificado.  
  



Cristo Verde. Atri. Jerónimo Quijano. Mediados XVI

El Cristo Verde es una imagen italianizante que corresponde al estilo manierista con elementos goticistas. Para barroquizarlo, en tiempos recientes, se le ha añadido un mechón en la melena y el nudo en el paño de pureza.

Era usual que a lo largo de la existencia  de las cofradías, que estas cambiaran sus imágenes titulares, bien por deterioro de las mismas o bien por deseo de adaptarse a los estilos escultóricos de cada época, cosa que ocurre también en nuestros tiempos. Por ello, no es de descartar, que sí aceptamos la hipótesis planteada, la hermandad tuvo que cambiar por otra la imagen de Crucificado de Jerónimo Quijano, al venderse ésta a la comunidad franciscana de Antequera.

¿Qué Crucificado pudo sustituir a la imagen de Quijano? Es arriesgado señalar qué imagen tendría la hermandad desde 1631, hasta finales de ese siglo. Pudiera ser la del Crucificado de la iglesia de San Pedro, llamado “Cristo de las Ánimas”, que hoy preside el altar mayor de la misma. Esta imagen un poco menor que el natural, representa a un Cristo muerto en el momento previo a ser descendido de la cruz. De los brazos de esta pende un sudario a modo de lo que se llama en el argot cofrade “Cruz de toallas”, que es arbórea y pintada de verde. En contra de ello, podemos decir que dicha imagen parece haber sido la titular de la Hermandad de las Ánimas de dicha iglesia.   

Pero hay un tercer Crucificado en Granada que pudiera haber sucedido en el tiempo al de San Pedro y que con bastante probabilidad pudo estar relacionado con la Vera Cruz de Granada. Este es el Crucificado del escultor José Risueño (1665-1732) que se venera en el convento de franciscanas del Santo Ángel Custodio, llamado por ellas “Cristo de los Amores”. Este bello Crucificado de tamaño inferior al natural también pende de una cruz arbórea pintada de verde como simbología de la Vera Cruz. Es, asimismo, un Cristo ya expirado que llegó, muy probablemente, al convento del Santo Ángel Custodio desde el de San Francisco Casa Grande, sede de la Hermandad de la Vera Cruz, como tantas otras esculturas, pinturas y enseres que las franciscanas recibieron de dicho convento masculino. Es más, ha sido un Cristo procesionado, cosa no muy usual en la antigüedad en una imagen perteneciente a un convento femenino de clausura. Las andas de procesionar las han conservado las monjas hasta hace pocos años en que se han deshecho de ellas. 


Cristo de los Amores de José Risueño
 Risueño, en esta obra del convento del Ángel, nos da un enfoque mucho más original, con un paño de pureza que se aparta de los cánones mas extendidos, pues en vez de estar anudado en uno de los costados, como era lo tradicional, aparece cruzado en el centro del vientre, siendo la técnica del artista en esta época mucho más depurada, suelta y personal, por lo que el profesor Sánchez Mesa le atribuye una fecha de ejecución que va de 1693 a 1712[8]. Éste sería, seguramente, el que la hermandad diera culto hasta su extinción en el primer cuarto del siglo XIX.

La invasión napoleónica, y después, la Exclaustración de 1835, supusieron un trasiego de imágenes de los conventos masculinos a los femeninos, normalmente de la misma orden, y a las iglesias parroquiales, que hacen muy dificultoso identificar las imágenes que fueron titulares de las antiguas hermandades.

Por apuntar posibilidades, con poco sostén, pudieran haber sido candidatos al primer Crucificado de la Vera Cruz, si es que no lo fue el Cristo Verde de Antequera, algunos de los Crucificados que tuviera la parroquia de Santa Escolástica, a la que pertenecía el convento franciscano, como  el que, actualmente, está en la capilla de la Hermandad del Rosario en Santo Domingo, iglesia que acogió a la parroquia de Santa Escolástica o en los conventos franciscanos femeninos, como las clarisas de la Encarnación con su Cristo de la Buena Muerte de Diego de Siloé, que son Crucificados del siglo XVI. Pero esto no deja de ser meras elucubraciones. 


Las primeras procesiones de penitencia

Su procesión de penitencia de la tarde del Jueves Santo vendría a ser el modelo que inspirara las demás estaciones penitenciales del resto de las hermandades granadinas de este carácter. El sermón, la confesión y comunión, constituían el inicio y preparación para la estación de penitencia. La procesión, con  hermanos de luz y flagelantes practicando la disciplina pública, recorría cinco estaciones en templos del itinerario, para recordar las Cinco Llagas de Jesús.

El acompañamiento musical de la imagen o imágenes, lo constituían la bocinas, probablemente parecidas a las que llevan las actuales"chías", pues en el libro de cuentas de la hermandad de 1685, hay una partida de pago a Isidro del Castillo "... por el trabajo de tocar la bocinas el Juebes Santo". También algún otro acompañamiento musical por el pago de 66 reales para los músicos de dicho día [9].   

Salía en sus primeros años de la capilla del hospital de la calle de Mesones, para después, a partir de 1564, hacerlo desde convento de San Francisco. En el hospital se atendían, terminada la procesión, las heridas que se infringían con los flagelos los disciplinantes con ungüentos y vino. 




Procesión de flagelantes de Francisco de Goya
        Por el capítulo 27 de la Regla sabemos cómo se celebraba la procesión de penitencia del Jueves Santo, que llama "de la Zena". Los cofrades y cofradas de la hermandad debían acudir confesados y comulgados a la puesta del Sol al hospital a la hora que el prioste señalase, para salir en la procesión e ir a las iglesias y monasterios que se indicase, llevando el paso de la Santa Cruz, el del Santísimo Crucifijo y el de Nuestra Señora, con mucho orden silencio y quietud, portando antorchas (los cofrades de luz)  y, tras ellos, los clérigos cantando salmos de la Pasión. Cuando la hermandad se traslada al convento de San Francisco "Casa Grande", esta misión la harían los franciscanos.

Detrás iban los tres pasos citados con las imágenes y, tras ellos, todos los cofrades penitentes con hábito, cordón, capillo y flagelos para la disciplina y en el hospital se habían de desnudar antes de salir, cubriéndose con sólo la camisa con las espaldas al aire y descalzos y "se baian disciplinando mui onestamente y con mucho silencio sin nombrar a otro por su nombre". Tampoco debían de llevar ningún distintivo por el que se les pudiera reconocer, porque la penitencia debía de ser anónima para el perdón de sus pecados, siendo el prioste el responsable de la procesión, que debía cuidar de que se tuviera preparado el vino para lavar las llagas de la flagelación.   

También iban en la procesión las cofradas con candelas encendidas, pero estas no se podían disciplinar, sino en sus casas delante de un Crucifijo, pues la disciplina era obligatoria para todos y así se comprometían al jurar la regla, siendo la pena, para los que sin excusa importante faltaban a la procesión, de  cuatro libras de cera. Otra obligación era la de no salir en ninguna otra procesión que en la de la Vera Cruz, bajo pena de una arroba de cera para el arca de la cofradía. Solo se podía excusar de asistir el cofrade que viviera a mas de cinco leguas de Granada [10].   
     



                                      Semejante a este sería el escudo de la Vera Cruz 




La Hermandad en el siglo XVII

A finales del XVI, en 1597, no le va afectar la consabida reducción de cofradías penitenciales, que decreta el arzobispo don Pedro de Castro y Quiñones y la hermandad, junto con las Angustias y la Soledad, fueron las únicas que realizaron su estación de penitencia en los siguientes años. Poco a poco, fueron autorizadas las demás por el nuevo arzobispo don Pedro González de Mendoza, normalizándose las procesiones de casi todas las hermandades, hasta la nueva reducción que se produjo en 1631, durante el mandato del arzobispo don Miguel Santos de San Pedro, que tampoco afectó a la Vera Cruz.

A los largo del Seiscientos la hermandad va añadiendo pasos a los tres primeros que formaban la procesión primitiva. Así, a poco más de mediados del siglo la hermandad contaba con la imagen del Nazareno, pues sabemos, que en 1676 Francisco Sánchez Chacón, tratante de especería, hace una donación a la imagen de Jesús Nazareno de la capilla de la Vera Cruz de una corona con potencias de plata, túnica y cordón, mediante escritura ante el escribano público Bartolomé Sánchez de Godoy.  Estas prendas, no obstante, las guardaba en su casa para entregarlas a la cofradía para ponerlas a la imagen en los cultos y en la procesión del Jueves Santo. Cosa que hizo hasta 1691, en que habiéndose ido a vivir a una legua de la ciudad, al Pago de Andarax, no entregó para esa Semana Santa las alhajas.

El hermano mayor, Francisco Merino y el mayordomo Francisco Solera, aducen que dichas prendas las costearon los ocho horquilleros del Nazareno, pagando cada uno de ellos más de 200 reales, y que no las entregó, tampoco, el día de San Juan Bautista de 1690, para la función que celebraba ese día la hermandad, conmemorando la publicación de las Bulas papales con que gozaba la hermandad, ni lo hizo para la fiesta principal del día de la Santa Cruz. También alegan que las había empeñado por un préstamo de 30 ducados que le dio Jacinto Framil, otro hermano de la Vera Cruz, que, a su vez, reempeñó las alhajas a una tal María Ximénez por 240 reales.

Curiosamente, parece que la imagen del Nazareno no era de la hermandad, pues piden los mayordomos al juez que se depositen las prendas de la imagen en casa del librero Juan Luis que era el dueño de ella, por habérsela cedido un tal Juan de Jerez [11].

El siglo XVII, fue de esplendor y crecimiento de la hermandad, tanto en cultos,como en su manifestación más externa, como era la estación de penitencia. Asimismo, se va a convertir en una verdadera Archicofradía, dentro de cuyo seno van a funcionar una serie de hermandades asociadas a ella, como la de San Francisco o la de Ntra. Sra. de Consolación o del Nazareno de San Francisco. Estas, también, aportarán sus imágenes a la procesión del Jueves Santo.

Las cofradías anejas

La Ilustre Hermandad y Archicofradía, que así se la viene identificando en la última parte de ese siglo, va a firmar en escritura pública concordias con las hermandades asociadas. En 1677, por escritura de 19 de abril, parte de la hermandad, especialmente la formada por gallegos, formalizan una concordia con la Vera Cruz, formando una corporación con la imagen de Ntra. Sra. de la Consolación, cuya efigie parece que era propiedad de la Vera Cruz, pues así ésta la reivindica en algunos conflictos que tuvo con ella, alegando que la cedió por la concordia firmada a los gallegos, sólo para que le dieran culto y sacaran en la procesión del Jueves Santo.



   

Todo indica que la fecha de fundación de la hermandad aneja de la Consolación, fue el 19 de abril de 1677, ahí comienzan sus actas y ese día se hace la escritura de concordia con la Vera Cruz, siendo su primer hermano mayor Juan de Santa María y su primer mayordomo Gerónimo de Trillo y hermano mayor de la Vera Cruz Juan Gallardo, alguacil de corte de la Real Chancillería. Sin embargo, la aprobación canónica por el Provisor don Francisco Ruiz Noble se realizó al año siguiente el día 9 de agosto de 1678, no aprobándose la constitución 16, sobre hacer demandas por las calles de la ciudad, para no perjudicar a las hermandades sacramentales, ni otras que tuvieran dicho privilegio. La escritura de concordia, entre otras obligaciones, prescribía:

"…en su obligación sacarán el dicho paso de Nuestra Señora de Consolación en la dicha procesión del Juebes Santo en la tarde incorporada en la dicha procesión de la Sta Bera Cruz que sale del dicho convento con la zera que les pareciere según su deboción y si les pareciere hacer qualquier fiesta a Ntra. Sra. qualquier día del año lo an de poder hacer. Y por lo que toca a sacar el dicho paso de nuestra Señora el Juebes Santo en la tarde se ha de poder executar y apremiar con esta escriptura…".

Por su parte, los de la Vera Cruz se obligaban a entregarles la imagen de la Virgen para la procesión y las fiestas que le quisieran dedicar. Luego, en la práctica la entrega se hizo definitiva de hecho.


Libro de Reglas de la Hermandad de Ntra. Sra. de la Consolación

Esta Hermandad de Ntra. Sra. de la Consolación, había conseguido, no sólo, la cesión de la imagen por parte de la Cofradía de la Vera Cruz, sino también una capilla a la entrada de ésta última, cedida por el Señor de Alhendín don Jerónimo Altamirano y Céspedes ( más tarde Marqueses de Alhendín), dedicada hasta ese momento a Santa Ana, capilla de enterramiento de dicha familia.

Poco después, en 1681, la hermandad de Consolación realizó en su capilla un retablo para la Virgen, encargando su dorado y estofado al maestro estofador Manuel de Villaquirán por el precio de 3.450 reales.

Por fechas cercanas también se había fundado una concordia con la Hermandad de Ntro. Padre San Francisco, aprobada por el Provisor Juan de Leyva (compuesta de 100 hermanos), cuya imagen se veneraba en la capilla de la Vera Cruz, para sacar aquéllos en la procesión del Jueves Santo el paso de este santo. Sus reglas, en badana encarnada, constaban de once hojas y la primera contenía la estampa de San Francisco.

"...las constituciones que tiene la hermandad de San Francisco sita en la capilla de la Santa Bera Cruz del convento de San Francisco casa grande tienen 11 hoxas de pergamino y otra donde está la ymagen de dicho Santo.


San Francisco en el Monasterio de Clarisas de la Encarnación. José de Mora


La concordia, que establecía la obligación de sacar el paso el Jueves Santo en la procesión de la Vera Cruz, no fue cumplida en 1679, lo que provocó cierto conflicto. Ese año, los hermanos de San Francisco se habían negado a sacar la imagen y la viuda del hermano Joseph Pérez, que tenía el paso en su casa (probablemente serían las andas) se negaba a entregarlo. De esto surgió la querella consiguiente por parte del hermano mayor y mayordomo de la Vera Cruz, Francisco Framil y Pedro Vázquez, contra los mismos cargos de la Hermandad de San Francisco, Francisco Cobo y Benito de la Torre.  

Las constituciones de la hermandad establecían en su regla 4ª, que los cien hermanos de San Francisco debían de costear cada uno un hacha  de cera blanca y su renuevo, para salir con sus túnicas cada Jueves Santo con San Francisco en la procesión de la Vera Cruz y que esa era la razón fundamental por la que se había fundado dicha hermandad. Las hachas se guardaban en una arca, que también se las habían llevado de la capilla el 16 de marzo, según testigos, para esconderla en el Realejo Alto en casa de un tal Pedro García, junto a la Puerta de los Molinos, llevándose al huerto de la misma 88 cirios empezados.

Por esos días, hicieron cabildo en un carmen más allá de las Vistillas de los Ángeles, en casa del mayordomo Benito de la Torre, que les dijo que les había prometido el padre guardián que les daría capilla y otra imagen del santo para que se apartasen de la capilla y hermandad de la Vera Cruz. Varios hermanos, no conformes, pidieron su cirio y se salieron de la reunión. 

El provisor determinó que devolvieran la cera a la capilla de la Vera Cruz y les obligó a salir en la procesión del Jueves Santo, llevando el paso de San Francisco, no valiéndole las excusas que habían alegado de tener pocos medios económicos y de que dicha obligación de sus reglas era facultativa.

Otras de las imágenes, como la de Jesús Nazareno y San Juan tenían grupos de devotos, que se cuidaban de su culto y arreglo y a los que la hermandad, en una especia de concordia les tenía entregadas las horquillas para que los procesionaran y a los que se les daba cierta ayuda económica y un agasajo para sacar los pasos con su insignia y estandarte y restaurando la imagen de San Juan en 1687. 

En 1682 la Hermandad de la Vera Cruz no quiso satisfacerle al beneficiado de Santa Escolástica los cinco ducados de la asistencia de los ministros de dicha parroquia a la procesión del Jueves Santo, tal vez por lo elevado de la suma que le reclamaba. Alegaba el eclesiástico que desde hacía más de 15 años que estaba de beneficiado se había pagado dicha cantidad. 

Pero lo interesante de este documento es que para demostrar el beneficiado que todas las hermandades de penitencia pagaban la asistencia de la parroquia a sus procesiones, presenta certificados de dichos pagos, por los que nos enteramos que algunas hermandades que creíamos se habían perdido o no hacían su estación de penitencia en esas fechas de finales del XVII, la efectuaban. Y así, constatan dichos certificado, que seguía saliendo la hermandad de la Oración en el Huerto de San Antón, el Miércoles Santo; la Hermandad de la Virgen de las Angustias; la de la Merced Calzada (Sangre de Jesucristo y Nazareno); la de Jesús Nazareno del convento de los Mártires, afirmando que lo seguía haciendo en la mañana del Viernes Santo y la de las Tres Necesidades dicho día por la tarde.   

Es más, hay otros datos interesantes en las cuentas de la hermandad de 1691, en que asistió el día de San Juan a la procesión en la que se llevó a San Sebastián a su ermita, concurriendo con cien luces y 24 hachas a dicha procesión. Y en 1694,  en que se gastan doce hachas de cera para recibir la procesión de Jesús Nazareno de los Mártires y se le da al muñidor 12 reales ese día. Esto nos ratifica que en esos años aun bajaba a la ciudad el Nazareno y pasaba por la capilla o puerta de la Vera Cruz, cuya hermandad la recibía con el muñidor anunciándolo. También  en 1696, hay una nota en las cuentas de "...tres libras de zera que se gastaron en los nueve días que estuvo Jesús Nazareno en la capilla", para dedicarle un novenario costeado por Dª. Isabel Córdoba ¿Es indicativo esto de que el Nazareno de los Mártires estuvo esos días en la capilla de la Vera Cruz o se refería a la imagen de su Nazareno, cuando éste siempre estaba siempre? Parece, no obstante, que debía de ser éste último.

La procesión barroca

A lo largo del siglo XVII, se nota en los documentos de la Vera Cruz una paulatina deriva hacia una barroquización de su procesión de Semana Santa. Cada vez son más las imágenes que salen en su estación de penitencia (pasos de la Santa Cruz, San Francisco, el Crucificado, el Nazareno, San Juan, la Virgen de Consolación y Santa Elena, cuyo paso no se sabe si era alegórico). El Ecce Homo, parece que no lo sacaba en esta época, aunque si lo conservaba porque en 1706 se le hace "una cabellera al Señor de la Umildá" . Los flagelantes van desapareciendo, animada esta desaparición por la normativa legal y dictámenes de los arzobispos.

Junto a las imágenes, se aprecian elementos barrocos, como el palio de tafetán verde enmarcado y adornado con aros en cada vara y cintas, que llevaba el paso de la Santa Cruz, con ocho varales portado por hermanos con túnicas. En 1697 se va a adornar con sedas y oro y se va a poner palio a otras imágenes. En 1706 el palio fue portado por sacerdotes y en 1708 se adornó con encajes y dorados. La Virgen de la Consolación también llevaba palio, probablemente de respeto, con ocho varales y caídas de terciopelo negro y el techo de tafetán del mismo color con una cruz estampada en color verde[12].


La imagen de Ntra. Sra. de la Consolación, vestida para la procesión con  "bestido de terciopelo negro" y "manto grande para las andas" que era de lama negro. Además, contaba con más de diez vestidos de diferentes telas y bordados, que sería largo enumerar. También varios rostrillos con pedrería y gargantilla de perlas y corales y toca de Cambray, portando sobre su pecho un corazón de filigrana de oro, enmarcando otro de cristal más pequeño y cruz y clavos de filigrana de oro. Esta preciosa alhaja la conservó la imagen, al menos, hasta 1829, que aun figuraba en su inventario. La corona era imperial y en 1704 se le hizo una nueva de plata con pedrería del mismo estilo se le añadió una esmeralda   "con cuatro botones de Bohemia en oro". Otros ricos elementos adornaban la imagen. Lo que denota que tuvo una notoria devoción. 

La procesión la abría el paso del estandarte como guión que representaba a la hermandad, que en 1704 se renovó por uno nuevo de damasco verde y blanco con fleco, e iba alumbrado por dos hachetas y cierto número de hermanos penitentes con hachas de cera amarilla, que se fue incrementando hasta  el de 36 hermanos y un bocinero con túnica. Los cañones del estandarte eran de plata con crucifijo dorado, costeados por varios hermanos en 1696.  

En 1697 se hizo otro palio de tafetán verde probablemente para el paso de la Santa Cruz y al siguiente año se hicieron 55 túnicas blancas, pues de este color eran las que vestían los hermanos, aunque parece que existían, según los pasos, otras de diferente estilo y color. En la procesión iban dos hermanos con túnica pidiendo limosnas.


Festividades y cultos

No era la procesión de Semana Santa la única que realizaba la hermandad. Vinculada como lo estaba, la hermandad San Francisco, se celebraban las llamadas procesiones de cuerda en los terceros domingos de cada mes. Seguramente esta procesión era claustral o por los alrededores del convento. Se llevaba cera y música de chirimías.

Asimismo, celebraba con gran fiesta, función y procesión el día de la Santa Cruz, en el que se renovaban los cargos de hermano mayor y mayordomo. El altar de la capilla se adornaba sobremanera, siendo un verdadero espectáculo las varias decenas de ramos de flores y guirnaldas, las 200 luces y cuatro hachones que alumbraban la Santa Cruz. Se llenaban de colgaduras las paredes de la capilla y el suelo de la misma, así como el compás de la iglesia se sembraban de juncia y se iluminaba la torre del templo franciscano por los novicios del convento.

También se traía la música de la Capilla Real para la función y de clarines y tambores y, por los cultos de la tarde un arpista y otros músicas de chirimías. Además en la procesión del día de la Cruz se traían diablillos (cabezudos) y carros triunfales, dos danzas y, por supuesto, cohetes y "truenos". Para estas fiestas se realizaban algunos años más de sesenta carteles para ponerlos en calles y plazas.  

En las cuentas hay gastos por "los soldados y pólvora", lo que quiere decir, seguramente, que se traían mosqueteros con arcabuces a los que se le daba después un agasajo. Estos gastos eran considerados excesivos por algunos hermanos, que piden en un cabildo de 1694 se intenten moderar. Y  en 1695 lo vuelven a denunciar, diciendo que la hermandad no estaba obligada por reglas más que a celebrar la procesión de penitencia del Jueves Santo y no la de la Santa Cruz, ni otras aunque fuera claustrales, ni las fiestas de San Francisco, San Juan San Pedro y Ntra. Sra. de Agosto u otras, que también se celebraban con mucho boato. 
  
Efectivamente, el mayordomo modera los gastos en los años siguientes, aunque no sabemos si por las protestas o por haberse metido la hermandad en hacer obras en la capilla, osario y sacristía, así como en retablos.

En 1689, la hermandad de la Vera Cruz, decide no salir el Jueves Santo de ese año, queriendo obligar a la hermandad filial de Ntra. Sra. de la Consolación a que tampoco lo hiciera. Alegaba la Vera Cruz, que la imagen de la Virgen era de su propiedad y que su hermandad estaba agregada y no era independiente de la Vera Cruz por escritura pública ante don Juan de Padilla y que, por lo tanto,  al salir de forma independiente estaban incumpliendo las bulas de que gozaba la hermandad matriz.

Los de la Consolación aducían que las excusas de la Vera Cruz  de estar empeñada por los gastos de renovar las bulas y los gastos que estaban haciendo en la capilla, que los llevaba a no sacar la procesión, carecían de entidad y que, en realidad, la causa era el que se había prohibido salir a sus hermanos con la cara descubierta.

El provisor Martín Torrico de Pedrajas admitiendo las razones por los que la Vera Cruz no sacasen ese año la procesión, autorizó a la hermandad de la Consolación a procesionar la imagen de la Virgen. Ante este decreto del provisor y vicario general la hermandad de la Vera Cruz, expuso sus derechos derivados de las bulas papales para sustraerse a la jurisdicción arzobispal, apelando a la Santa Sede y a la justicia ordinaria. Entre tanto, había pasado más de un año y la hermandad de Consolación haría uso de la licencia para sacar por sí la procesión con su estandarte y con la Virgen [13] .

También daba culto a San Juan, con música, iluminaciones, misa cantada y adorno de la capilla y a Ntra. Sra. de los Ángeles en su festividad, en que se celebraba el jubileo  franciscano de la Porciúncula; se ponían colgaduras y se llevaba música para la función. Aderezándose su altar en 1705 con un precioso frontal de tafetán carmesí  y se le restauraron las manos a la imagen y en 1711 se le hizo nuevo altar, al igual que al Nazareno. 

La hermandad incluso llegó a realizar publicaciones literarias, como ocurrió en el año 1712, en que Tomás de Roa compuso en prosa el relato de la Fiesta de la Santa Cruz y se imprimió con el sermón para enviársela al Duque del Infantado a fin de conseguir de él limosna para hacer la reja de la capilla.   

Plano de la iglesia de San Francisco con las Capillas de la Vera Cruz y Consolación (ver nota)

Capilla y retablos

Dentro de la iglesia de San Francisco, situada en la zona frontera a la casa del Padre Suárez (hoy archivo de la Real Chancillería), en la calle de Pavaneras, se alzaba la gran capilla de la Vera Cruz, como una iglesia dentro de la de San Francisco. Ocupaba  parte de la Plaza de los Tiros o del Padre Suarez.

Como se ha afirmado en el estudio que hemos hecho de la Hermandad de la Tres Caídas, fue la iglesia de San Francisco la primera sede, por pocos años, de la catedral granadina. Y allí, se erguía la capilla de Vera Cruz "la otra Roma", según Heríquez de Jorquera, ampliada por la hermandad sobre la primitiva capilla que le cedió la comunidad franciscana, con 74 pies de largo y 24 de ancho (21x 7 metros, aproximadamente) y, además,  se le ceden del cementerio 64 por 63 pies más, donde ampliaría la capilla, sacristía y otras dependencias (14) En total, unos 260 metros cuadrados ocupaba el recinto de la capilla y dependencias.

En este gran espacio de la capilla, se contenían los altares, capillas y retablos de las distintas imágenes con que contaba la hermandad, como los de Ntra. Sra. de los Ángeles a la que daba culto la hermandad y la tenía como patrona, Jesús Nazareno, el Crucificado, San Juan, San Francisco y Santa Elena. También, a la entrada de la misma, desde la iglesia de San Francisco, se situaba la capilla de Ntra. Sra. de la Consolación, cedida por la familia Altamirano Céspedes en 1677, (aunque la escritura parece que se formalizó en 1684) con un retablo, que esta familia mandó respetar, en el que se veneraba la imagen de Santa Ana y donde se colocaría a Ntra. Sra. de la Consolación. También contaba con bóveda de enterramiento, en la que no se podía enterrar persona alguna, ni condecorada a no ser con consentimiento de la familia. Ésta obligaba, asimismo, a que se respetaran los blasones y armas que identificaban la capilla [15].

Por su parte la hermandad de la Vera Cruz proyectó realizar el dorado del retablo, ampliándolo con cornisas, para lo que en 1693 promovió una suscripción para recabar fondos, que ese año consiguió reunir 36 donantes. Contratándolo con el dorador Juan Recio de Iniesta, a quien le entregó ese año 200 ducados. 

También en esta época de finales del siglo XVII y principios del XVIII, la hermandad realizó importantes obras en la capilla. Una en el año 1689, por cuyos gastos y la renovación  de las bulas, determinó no salir el Jueves Santo, como antes se ha indicado. Otras en 1711, entre las que renovó los altares de Jesús Nazareno y de Ntra. Sra. de los Ángeles, en lo que se gastó más de 6000 reales.

Estas obras continuaban en 1712 en la capilla mayor, la escala, la sacristía  y en la capilla de Jesús Nazareno, donde se tuvo que derribar el muro que amenazaba ruina y poner arco de sostén. Se repararon los tejados y el muro que daba al compás, que costaba más de 400 ducados, así como la bóveda de la capilla de la Escala.  

El hermano mayor Juan de la Calle y el mayordomo Juan de Rojas, antes estos gastos importantes g por lo que volvió a pedir al Provisor don Cristóbal Danusio que les diera licencia para no sacar la procesión al menos en cuatro años. Visto todo en un expediente con el informa del fiscal general del arzobispado los autorizaron, únicamente, a no sacar la procesión de la Semana Santa de 1712[16].   

Entre otras noticias que se tienen de la hermandad en el siglo XVIII la realización de un grabado con la Santa Cruz encargado al grabador  Tomás Mateo López Hidalgo de la que realizó en 1715  dos mil quinientas estampas. Ese año, terminadas las obras se doró la capilla mayor.

A los largo del referido siglo la hermandad realizaría sus cultos y procesiones con la solemnidad que acostumbraba, revitalizándose especialmente los cultos al patrón del convento San Francisco, con cuya archicofradía estaba unida, apareciendo en el último tercio del siglo la hermandad con el título de Ilustre y Venerable Hermandad de la Santísima Vera Cruz de San Juan de Letrán de Roma y Archicofradía del Cordón de Ntro. Seráfico Padre San Francisco, de la que imponían cordones a los que otorgaban las patentes de hermanos, que tenía repartidos por todo el ámbito del antiguo Reino de Granada.

En 1775, la hermandad de la Vera Cruz, sufre una denuncia por la práctica de estas demandas fuera de la ciudad por incumplir una real cédula de Fernando VII, dictada en 1757, por la que se pretendía frenar ciertos abusos en este sentido, originados por la Hermandad de Ntra. Sra. de Monserrat en Cataluña. La Vera Cruz alega no tener medios para sostener el culto y pretende estar fuera de dicha norma por tener una bula pontificia, en la que se ampara. Bula que se dio para "... para la fundación o reedificación de un hospital para curar enfermos, que en la actualidad está sin exercicio por no tener fondos con los que poder soportar los gastos de seis camas que en otros tiempos a habido". No sé si con  esta alegación la hermandad aun mantenía el hospital sin actividad y no había renunciado a su rehabilitación. Pese a todo, el provisor don Antonio de Vera les deniega el permiso para hacer demandas por los pueblos.

Parece que hermandad en los últimos años del XVIII, no estaba en las mejores condiciones económicas, realizando su estación de penitencia de forma no continuada. De esta forma llegaría al siglo XIX, en el que, los acontecimientos bélicos, la ocupación francesa de la ciudad y el espolio, requisa y semidestrución de la iglesia por las tropas invasoras del general Sebastiani conducirían a la hermandad a una decadencia irrecuperable.

Si se tiene noticias de la hermandad filial de Ntra. Sra. de la Consolación, al menos, hasta 1832, acogida en la parroquial de San Matías. Estos datos lo hemos tratado en este blog, al describir esta hermandad, que será objeto de ampliación en otra ocasión, para actualizar la visión de esta cofradía.   

Es de sentir, que ésta, en otros tiempos, esplendorosa archicofradía, no haya sido recuperada en nuestra Semana Santa actual, cuando se han creado tantas cofradías, sin tradición histórica ni en la devoción, ni en la advocación de sus titulares. La ignorancia de nuestro pasado cofrade y devocional produce tan lamentables efectos.  



[1] HEMEROTECA DE LA CASA DE LOS TIROS. GRANADA GRÁFICA, nº de abril de 1922. 

[2] Artículo de Marino Antequera en el periódico “Ideal” de 10 de marzo de 1942.

[3] PADIAL BAILÓN, Antonio “La Semana Santa de Granada a través de la Federación de Cofradías”. Granada 2002.  

[4] LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, Miguel Luis “Historia viva de la Semana Santa de Granada”. Granada 2002.

[5] ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, Legajo 34 f , a, pieza s/n.

[6]H ENRÍQUEZ DE JORQUERA, Francisco. “Anales de Granada”. Granada 1987, Edición de A. Marín Ocete, p. 234.

[7]ROMERO BENÍTEZ, Jesús "Patrimonio escultórico de la Cofradía de la Sangre y Santa Vera Cruz de Antequera" Vía Crucis de

Málaga,IV (1992),nº 14,p.56; LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, Jesús Juan y otros " Los conventos de la Merced y San Francisco, C

Casa Grande de Granada...", p.138. Universidad de Granada 2002.

[8] SÁNCHEZ-MES MARTÍN, Domingo “José Risueño, escultor y pintor granadino (1665-1732). Granada 1972.

[9] ARCHIVO HISTÓRICO DIOCESANO, Lejajo 34 f, pieza 2.

[10] Ibídem, legajo 35 f, pieza s/n.

[11] Ibídem, legajo 35 f. pieza 11. y  LOPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, Miguel Luis. Opus Cit, pags.179-180.

[12] Ibídem, legajo 35 f, pieza s/n.

[13] ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA,legajo 34 F, pieza nº2.

[14] ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA,legajo 34 F, pieza nº10.

[14]ARCHIVO NOTARIAL DE GRANADA, LEG. 138, fols. 914-931, investigado por el Dr. Lazáro Gila Medina.

[15]ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, LEG. 35 F. pieza 20.

[16] Ibídem, leg. 35, pieza s/n.

NOTA. Plano  de San Francisco de "Los conventos de la Merced y San Francisco ..." Opus. Cit. de GILA MEDINA, Lázaro, LÓPEZ -GUADALUPE MUÑOZ, Juan Jesús y Miguel Luis. El autor de este artículo ha hecho la señalización de calles y del nombre de algunas capillas.




viernes, 8 de febrero de 2013



 





VENERABLE HERMANDAD DEL SANTO CRISTO CRUCIFICADO CON EL TITULO DE LA SANGRE, SANTA CRUZ, NUESTRA SEÑORA DE LA ENCARNACIÓN Y BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO 


Antonio Padial Bailón

   
 Este trabajo viene a modificar sustancialmente el publicado por mí en la revista "Gólgota" de diciembre de 2007 sobre esta hermandad, debido a recientes documentos por mí consultados en el Archivo Histórico del Arzobispado de Granada en lo relativo, entre otras cosas, a la fundación de la hermandad, la advocación de su títular mariana, el templo donde se fundó y su más larga pervivencia, al menos, hasta finales del siglo XVIII.   

El templo de Santo Domingo del convento dominico de Santa Cruz la Real, ha sido desde los albores de nuestra Semana Santa fructífero venero de hermandades y cofradías. Allí se funda una de las más antiguas de nuestra ciudad: la Hermandad de Nuestra Señora del Rosario, que más tarde adquiere el carácter de Archicofradía. Se dice, que fue fundada por la reina Isabel la Católica en el mismo año de la conquista de Granada, es decir en 1492. La van a seguir otras hermandades cuyos titulares gozaron de gran devoción entre los granadinos como la  de la Concepción del convento de San Francisco, la de la Santa Caridad en 1515 o la de Nuestra Señora de la Esperanza.



                              Santo Domingo. Foto Flickr.com

El convento dominico de Santa Cruz la Real (Santo Domingo), fue fundado en 1492 por los Reyes Católicos en acción de gracias por la conquista del Reino de Granada, y se erigió en unas huertas de las reinas Aixa la Horra y Morayma, madre y esposa, respectivamente, de Boabdil.




La fundación

Sobre la hermandad que nos ocupa, es decir, la del Santo Crucifijo de la Sangre y Ánimas (no hay que confundirla con la de la Sangre de Jesucristo del convento de la Merced Calzada), he descubierto en el archivo citado, que se fundó el 18 de marzo de 1581 (legajo 23 F, pieza nº 10) por la aportación a un pleito, del que más adelante trataremos, de la escritura fundacional de la hermandad que realiza, en 1766, su hermano mayor Antonio Romero Gúzmán. Dicha escritura contiene las Reglas de la cofradía "en libro de pergamino de veinticuatro hojas forrado en tabla y badana encarnada".

" ...en la cibdad de Granada a 18 días del mes de marzo de 1581 años el reverendo Sr. Licenciado Antonio Barba provisor e fiscal e Vicario General en lo espiriual y temporal en la Santa Yglesia de Granada y en todo su arzobispado por el Ilmo Sr. Dn Juan Méndez Salvatierra arzobispo de Granada...mi señor, aviendo visto la Regla y los capítulos en ella contenidos dixo que attento a que ttoda ella va enderezada al servicio de Dios Nuestro Señor y cultto divino la loaba y aprobaba y loó y aprobó la dicha Regla y Capítulos della como en ella se contiene con las anotaciones y capítulos añadidos, pues dicho señor provisor al pie de  la dicha regla..."(1) .

  Hasta ahora, los estudiosos del tema veníamos especulando sobre la fecha de fundación de la hermandad, datando su erección en algún momento entre 1575 y 1580, ahora sabemos la fecha exacta de la fundación, con día, mes y año. No obstante, como era usual, la hermandad se fundaría, de hecho,  algunos años antes de la aprobación eclesiástica de sus estatutos. En todo caso, esta hermandad es una de las que se fundaron en Granada como consecuencia del Concilio de Trento en sus últimas sesiones, que abogaba por el desarrollo de estas manifestaciones públicas de religiosidad popular.


Parece que fue la quinta hermandad de penitencia que se fundó en Granada, tras las de la Vera Cruz (1540), Ntra. Sra. de las Angustias (1545), la Soledad (1561) y la Humildad (1580) del convento de mínimos de la Victoria, al año siguiente de ésta.  

   En la iglesia del convento de Santa Cruz la Real, de la Orden de Predicadores, contó propia capilla en su iglesia de Santo Domingo (hoy parroquial de Santa Escolástica), aprobada por el Provisor y Vicario General del arzobispado don Antono Barba en el mandato del arzobispo don Juan Méndez Salvatierra.

  Como hermandad de Ánimas, mi creencia anterior a este descubrimiento fue que se había fundado en la antigua parroquia de Santa Escolástica (situada junto a la Casa de los Tiros) y por circunstancias desconocidas había pasado a tener su sede en Santo Domingo. Esta creencia estaba basada  en que la mayor parte de las hermandades de ánimas se fundaban en las parroquias y rara vez en un convento, y ésta fue una de ellas.  



   Muchas hermandades de Ánimas de nuestra ciudad tenían como titular de su devoción a una imagen, que en muchas ocasiones era un Crucificado, y en el caso concreto de esta hermandad fue el Santo Crucifijo de la Sangre.

     Probablemente, en algún momento anterior a 1581, la Hermandad de Ánimas de Santo Domingo acuerda efectuar prácticas penitenciales y realizar estación en la tarde del  Viernes Santo, animada por el clima favorable a ello que se crea a raíz del Concilio de Trento en que dichas cofradías penitenciales empiezan a proliferar. Puede que la Hermandad de Ánimas, hiciera nuevas reglas en 1581 para adoptar el carácter penitencial, aunque esto entra en el campo de las hipótesis. Según Ortega Sagrista empezó a realizar prácticas penitenciales en 1576, unos años antes de la aprobación de sus reglas (revista Semana Santa de Granada 1976).

      También tenía la hermandad el carácter de Pontificia, agregada a la iglesia de San Marcelo de Roma por Bula del Papa Gregorio XIII, probablemente, conseguida por la propia Orden de Predicadores muy influyente en la Santa Sede (2).




El Santo Crucifijo de la Sangre presidiendo el altar mayor del Salvador

La Reducción de 1597

Se sabe por el proceso de reducción de cofradías de penitencia que decretó, en 1597, el rígido arzobispo don Pedro de Castro y Quiñones, enemigo de la proliferación de cofradías y de conventos que durante el siglo XVI se había producido en la ciudad, que la hermandad fue "reducida", es decir suspendida. El prelado sólo autorizó a permanecer activas a las cofradías de la Vera Cruz, la de las Angustias y la de la Soledad por ser las más antiguas y de más solera en la ciudad.


La decisión del Prelado, a través de su provisor y vicario general, se basaba en que la mayor parte de las hermandades habían caído en patentes abusos, quebrantando el ayuno de aquellos días santos al dar vino, carnes, pescados y dulces a los flagelantes; las ocasiones que se brindaban a los fieles para pecar, amparándose en la oscuridad de la noche, o los abusos de las cuadrillas de disciplinantes, que se alquilaban a la cofradía que mejor pagaba, flagelándose, a veces, duramente, para competir entre ellos y llamar la atención del público y de las mujeres como signo de hombría. Todos estos peligros los había puesto de menifiesto diez años antes, en 1587, el arzobispo Méndez Salvatierra, dando severas advertencias y prohibiciones.  



La Cofradía del Santo Crucifijo de la Sangre y Ánimas recurrió el auto de reducción, apelando antes de la Semana Santa de 1597 a la Real Chancillería de Granada, que tomó en dicho proceso declaración al hermano mayor, Diego de Santiago (3), dictando con rapidez un único fallo a favor de esta cofradía y de la de Jesús Nazareno (del convento carmelita de los Mártires).



El arzobispo hizo caso omiso a dicho fallo de la Real Chancillería, negándose a recibir al notario encargando de comunicárselo y dictó un decreto por el que se ordenaba que el Jueves Santo se predicase en todas las iglesias, que se excomulgarían a quienes saliesen en las procesiones de Semana Santa de aquellas hermandades que habían sido prohibidas. Esto llevó a las directivas de las respectivas hermandades de penitencia prohibidas a desistir de su salida penitencial, si bien, prosiguieron el recurso en Apelación, esta vez  ante la Santa Sede, sin que sepamos el resultado del mismo. El expediente que incoaron las cofradías está en la Diócesis de Jaén, ya que el juez instructor fue el Arcediano de Úbeda y Dignidad de la Catedral don Antonio Sarmiento de Mendoza.

   No obstante, la hermandad volvió en junio a incoar otro proceso, presentando testigos y alegando el escándalo que se había producido en la ciudad, quitando la procesión y que ello había efectado a la devoción de mucha gente y al propio convento dominico, insistiendo en que los cofrades flagelantes eran propios de la cofradía y nunca los habían llevado alquilados (4).


  Una vez desaparecido el Arzobispo don Pedro de Castro Quiñones, por haber sido nombrado Arzobispo de Sevilla, su sucesor, Fray Pedro González de Mendoza autorizó, en 1611, a las cofradías reducidas, según nos transmite Enríquez de Jorquera, para que hiciesen estación de penitencia. Esta del Santo Crucifijo de la Sangre y Ánimas no realizó la suya, tal vez por no haber sido autorizada o por no haber aportado, quizá por penuria económica, los cien ducados que el Prelado exigía a las cofradías para contribuir al dorado de la Capilla Mayor de la Catedral, que años más tarde se adornaría con los magníficos cuadros de Alonso Cano.





La procesión de penitencia


La procesión de penitencia de la Cofradía se efectuaba el Jueves Santo por la noche, según se manifestaba en el proceso de Reducción de Cofradías. Ese mismo día hacían estación de penitencia las cofradías de la Vera Cruz y de las Angustias, haciéndolo el en el primer lugar de ese día para no dificultar la salida de las otras cofradías más antiguas, especialmente de la Vera Cruz, que partía del Convento de San Francisco, por cuya puerta había de pasar la del Santo Crucifijo de la Sangre. La iglesia del convento de San Francisco y la capilla de la Vera Cruz, integrada en aquélla, estaba situada en parte de la hoy Plaza de los Tiros. Esta coincidencia de itinerario provocaba frecuentes altercados por prelación de paso entre ambas cofradías, lo que se resolvió con la variación de horario de la más moderna. 

Santo Crucifijo de la Sangre cuando llegó a la iglesia del Salvador



























Se sabe que los cofrades llevaban túnicas negras, intercalándose los hermanos de azote, disciplinándo con flagelos; otros nazarenos iban alumbrando con cirios y hachas.  Primeramente, pasaba el "paso del estandarte" de la hermandad, después iría el paso de la Santa Cruz, también titular de la cofradía. Quizás, este paso lo constituirían unas andas portando la Cruz exenta; como todavía acostumbran algunas hermandades en Andalucía y que se conoce por el pueblo como “Cruz de las Toallas”. Detrás iba el Santo Crucifijo de la Sangre y por último la Virgen vestida de Dolorosa, que parece ser que su advocación era la de Ntra. Sra. de la Encarnación. Al menos, en el siglo XVIII, esta advocación formaba parte del título de la archicofradía, como patrona de la hermandad, bien porque la cofradía la tuviera desde su fundación o por haberla incorporado más tarde.

Lo cierto es, que con este título de "Venerable Hermandad del Santo Cristo Crucificado con el título de la Sangre, Santa Cruz, Ntra. Sra. de la Encarnación y Ánimas Benditas del Purgatorio",  con el que abrimos este artículo, aparece en un pleito de 1796 sobre un censo que grababa una casa y tierras en Churriana de la Vega a favor de la hermandad, adquiridas con ese gravamen por Diego Lozano (4).

Por último, irían los frailes dominicos entonando salmos, como era habitual en las hermandades conventuales, que seguramente llevaban en andas a la imagen de Santo Domingo, patrón de la Orden y del templo, portado por los frailes, como también solía ser usual en esa época.


Cuadro de las Ánimas de la hermandad. Iglesia de Santo Domingo

La hermandad en los siglos siguientes

No obstante, las dificultades que le acarreó la reducción de 1597, la hermandad no desapareció tras la Reducción citada, si bien, no tenemos noticias de que durante el siglo XVII hiciera su estación de penitencia o posiblemente la haría de forma esporádica. Lo que sí sabemos seguro es que la hermandad subsistió durante los siguientes siglos XVII y XVIII como hermandad de culto a sus titulares pasionistas y a las Ánimas, raíz de la hermandad.

Durante el citado siglo XVII, la hermandad, no sólo continuó, sino que adquiere el título de Archicofradía, según determinados documentos que se citarán más adelante.

   Otras noticias de la hermandad en el siglo XVII las tenemos por un pleito en el que se da testimonio de la escritura de 6 de octubre de 1668, ante el escribano público Juan Álvaro, por el que sabemos que la hermandad tenía los bienes de Churriana a censo, con una capellanía fundada por dicha escritura al haber comprado las fincas Diego Lozano, fundador de la capellanía, compradas a Simón López Urbano e Isabel de Mora, con el gravamen del censo a favor de la hermandad, con un principal de 866 reales, que dichos vendedores lo habían, a su vez, asumido en 1665, cuando compraron las fincas (también tenían otro censo a favor del Monasterio de la Cartuja).

   Por el mismo documento sabemos que la hermandad elegía sus cargos todos los años el día 3 de mayo, fiesta de la Santa Cruz, en el que celebraba su función principal.

  A lo largo del siguiente siglo XVIII, la hermandad permanece y tiene vida en el convento dominico, aunque su situación no era demasiado boyante, cosa que no sorprende, porque rara era la hermandad que no estuviera una situación parecida. La proliferación de estas corporaciones, que pasaban del centenar, en una población que no rebasaría los 80.000 habitantes, suponían una competencia excesiva entre ellas. El resultado escaso de las demandas y limosnas, que se veía agravado por la quejas y prohibiciones de la autoridad eclesiástica, que alegaba que con su proliferación se hostigaba a la población, determinaba la precaria situación económica de la mayor parte de la hermandades.

  Por ello, el hermano mayor de ese 1766,  Antonio Romero de Guzmán, justifica ante el Provisor, presentando los estatutos estatutos de la hermandad (por los que sabemos la fecha de su fundación), el derecho que ésta tenía a hacer demandas, tanto en el monasterio, como por la ciudad y por todo el arzobispado, para cumplir con los hermanos difuntos, por así prescribirlo sus constituciones y privilegios concedidos por la Santa Sede.

 "...quando el señor provisor mandó que los dicho cofrades y cofradía con licensia de su Merced, pida limosna por dicho monesterio de Santa Cruz la Real y por la ciudad y jurisdicción del arzobispado, que lo que allegase lo gaste en misas y sufragios para las ánimas del purgatorio generalmente y no en particular o a las ánimas de los hermanos..."

 "...que por constarles los jubileos y gracias concedias por los Sumos Pontífices a dicha hermandad, que decaída por falta de hermanos y para que se mantenga el culto a la dicha Santa Ymagen y adorno de su capilla y aumento de sufragios y en los pueblos donde se halla establecida dicha hermandad".

 Entre las gracias que tenía concedidas la hermandad estaba la de tener altar privilegiado de ánimas, en donde cada vez que falleciera un hermanos se habían de decir tres misas,  abandonando el Purgatorio las almas de aquéllos a quienes se aplicaban.

    A finales del siglo XVIII, concretamente, en 1796, siendo hermano mayor Fernando Prados y la Torre y mayordomo Joseph Castilla, abogado, el censo sobre las fincas de Churriana no se había pagado desde 1774, cuya obligación estaba entonces a cargo de un tal Sebastián de Valdivia,  vecino de Cájar y padre del último capellán. La capellanía desde esa fecha se encontraba vacante y en estado de litigio y por dicha causa la hermandad no había cobrado desde la citada fecha. La hermandad demostró con las escrituras referidas el origen de su derecho y, a su vez, la antigüedad de la cofradía, patente en sus constituciones. Ante esta realidad, el Provisor dictó auto, mandando que se le pagara lo debido por el administrador de capellanías del arzobispado.     


Las imágenes



Detalle Santo Crucifijo de la Sangre


El Santo Cristo Crucificado de la Sangre. La hermandad penitencial de las Ánimas del Purgatorio daba culto a un Crucificado de estilo renacentista,  de difícil atribución, puede que de la primera mitad del siglo XVI. Este Crucificado, al que hoy se le da culto en el altar mayor de la iglesia albaicinera del Salvador, procede de la iglesia de Santo Domingo, sede de esta antigua hermandad, y fue llevado a la del Salvador hace algunas décadas, cuando la iglesia fue restaurada tras el incendio de la misma el 10 de marzo de 1936, en la II República.

Desde hace años le seguí la pista, tratando de averiguar su procedencia. Fue la "Guía de Granada" de don Antonio Gallego y Burín donde encontré, a mi juicio, la solución de su origen.  

En la citada obra de Gallego y Burín encontré la clave para creer que el Crucificado, que hoy preside el presbiterio de la iglesia del Salvador es el Santo Crucifijo de la Sangre de la hermandad que estamos tratando. 

   Puede que la hermandad desapareciera en la Guerra de la Independencia, como hipótesis más segura, o tras la Exclaustración de 1835. No sabemos si durante estos acontecimientos la imagen, al ocuparse el convento, pasó a la parroquia de Santa Escolástica o quedó en la iglesia de Santo Domingo, su lugar inveterado y adonde se trasladó la parroquia de Santa Escolástica, cuando ésta fue demolida.

Gallego y Burín, que toma como su principal fuente la Guía de don Manuel Gómez Moreno, nos dice al escribir sobre la iglesia de Santo Domingo: “En la tercera capilla hay un Crucificado conocido como Señor de la Sangre, obra del siglo XVI, procedente de la iglesia de Santa Escolástica; una Dolorosa arrodillada, de la escuela de Risueño, desdichadamente restaurada al convertirla en imagen de vestir…”. Dicha tercera capilla  está hoy dedicada a San Vicente Ferrer y dos santos dominicos.


Iglesia del Salvador del Alabicín, donde hoy se venera al Santo Crucifijo de la Sangre 




Un paso más para afirmar que el Crucificado que hoy preside el presbiterio de la iglesia albaicinera del  Salvador es el Santo Crucifijo de la Sangre, lo tenemos en la misma Guía de Gallego y Burín modificada y ampliada en 1982 por su nieto Francisco Javier Gallego Roca, cuando al escribir sobre las imágenes de la iglesia del Salvador afirma que “ …dos retablos procedentes de Santa Escolástica, así como un Crucificado conocido como Señor de la Sangre, obra del siglo XVII, y una Dolorosa arrodillada, desdichadamente restaurada al convertirla en imagen de vestir”. 

De estos retablos procedentes de Santa Escolástica, uno de ellos creemos que es en el que hoy se venera la imagen en la iglesia del Salvador, y es, seguramente, en el que se veneró desde antiguo, pues es un retablo realizado expresamente para un Crucificado de su tamaño. Está en el Salvador con motivo de dotar de imágenes a esta iglesia después de la última restauración. Cuando don Antonio Gallego y Burín escribe su “Guía” entre 1936 y 1944, la imagen del Cristo, junto con la Dolorosa arrodillada estaban en Santo Domingo. En 1982, cuando se publica la Guía ampliada por su nieto, las imágenes ya estaban en el Salvador.


Creo que el Santo Cristo de la Sangre parece, por sus características de estilo y sudario, un Crucificado de la primera mitad del siglo XVI, como antes hemos afirmado, aunque en las guías citadas se diga, que pertenece al siglo XVI, en una, y al XVII en otra (tema que someto a la apreciación de otros más calificados). Curiosamente, en las escasas obras publicadas por los expertos en arte no se contempla, que  yo sepa, una referencia a este Crucificado de la Sangre, que pudiera estar cercano en época y estilo al Cristo de la Expiración de Los Ogíjares, tal vez debido a la gubia de Diego de Pesquera que trabajó para la iglesia de Ogíjares Bajo. 


Cristo de la Expiración de Los Ogíjares ¿Diego de Pesquera?

    Es un Cristo muerto, tal vez de mediados del XVI, con abundante sangre que mana de la llaga del costado y llega a atravesar el sudario, recorriendo su pierna derecha hasta los pies, de cuyas llagas también fluye abundante sangre, así como de su frente, sin corona de espinas. El abundante flujo de sangre discurre por la barba y el pecho hasta la cintura. (En 1995 se le pusieron remates en la cruz y potencias de orfebrería y una corona de espinas).






Dolorosa atribuida a José Risueño Alconchel


La Dolorosa atribuida a Risueño restaurada
No sabemos a qué imagen mariana con la advocación de la Encarnación diera culto la Cofradía. La Dolorosa arrodillada, atribuida a Risueño, hoy en el Salvador, ha estado muy deteriorada por haberse convertido en imagen de vestir en otras épocas. Hoy aparece restaurada con no demasiado acierto. 

  Tradicionalmente, esta Dolorosa, se ha venerado, tanto en la iglesia de Santo Domingo, como en la del Salvador, bajo la imagen del Cristo de la Sangre. Pudiera ser una Dolorosa de la Hermandad, aunque nada lo confirma, tan sólo, esa ubicación tradicional al pie de la cruz del Crucificado que puede denotar una unidad de culto con el mismo. La idea de haber sido reiteradamente vestida, puede indicar que lo fuera para procesionarla. Lo que sí es cierto, es que esta Dolorosa no pudo ser la que tuviera la cofradía durante los siglos XVI y XVII, por ser una imagen del círculo de Risueño, aunque podría haberla encargado la hermandad a finales del Setecientos o principios del Ochocientos.

Cuando el Crucificado se trasladó hace pocos años desde la capilla izquierda del crucero del Salvador, donde en principio se puso, al  altar mayor, la Dolorosa arrodillada se ha situado en un altar del lateral derecho de la iglesia. Nunca debió de quitarse del pie de la cruz del Cristo, donde tradicionalmente se le ha dado culto. Son efectos de la poca preocupación por la historia de nuestro pasado, que deshace, inconscientemente, las huellas e indicios que nos lega.

En Santo Domingo, aun queda un cuadro que pertenecería a la Hermandad, hoy en la capilla del Señor de la Humildad, del que afirman Gómez Moreno y Gallego y Burín que pertenece al siglo XVII. Es un cuadro de Ánimas que representa al Crucificado de abundante sangre, que es recogida en una pila en la que se purifican las almas del Purgatorio, y que, sin duda, tuvo que pertenecer o ser encargado por la hermandad del Santo Crucifijo y Ánimas.

Con todo lo expuesto, sabemos ya que la Archicofradía seguro que mantuvo su vida hasta, al menos, la invasión napoleónica o tal vez hasta la Exclaustración.

Otro ejemplo de una hermandad con cerca de  doscientos cincuenta años de existencia y que nuestra ciudad ha dejado perder y sin recuperar, aunque siempre nos quedarán estos testimonios de su historia y la presencia de de su principal imagen: el Santo Crucifijo de la Sangre.  
    
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 1.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 23 f, pieza 10.

2. LOPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, Miguel Luis:"Historia viva de la Semana Santa de Granada, arte y devoción", p.129. Universidad de Granada 2002. Cita a Ortega y Sagrista R. "Esplendor de la Semana Santa granadina...". Obra inédita.

 3. Ibídem, p.129.

 4.ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 23 f, pieza 2.

5. Ibídem, legajo 23 f, pieza 10.