domingo, 20 de enero de 2013

LA ANTIGUA HERMANDAD DE LA HUMILDAD DE JESUCRISTO DEL CONVENTO DE LA VICTORIA DE GRANADA ( de los Sederos de Granada)


 

Jesús de la Humildad del Convento de Santa Catalina de Zafra. Posible titular de esta hermandad.
Foto de D. Ramón Burgos (Rev.Gólgota)

Antonio Padial Bailón


En la revista Gólgota de junio de 2011, traté en un artículo a esta antigua hermandad, pero dado lo limitado del espacio con que conté, no pude completar la totalidad de las noticias que sobre esta cofradía encontré en los legajos del Archivo Histórico del Arzobispado y ahora pretendo hacerlo en este trabajo, a la vez que completar y subsanar determinados errores, que se arrastraban en otro artículo anterior sobre el mismo tema, por no tener otras fuentes o estas estar equivocadas en algunas de sus apreciaciones. 



Esta hermandad de la Santísima Humildad de Jesucristo, en la que gran parte de sus hermanos trabajaban en el arte de la seda (los torcedores de la seda formaban, también, parte de otras hermandades, como la de Ntra. Sra. de la Esperanza de Santo Domingo), nace con el auge fundacional de hermandades de penitencia que se produce al finalizar el Concilio de Trento, en diciembre 1563. Las directrices del Concilio eran favorables a este tipo de religiosidad popular y sus efectos en Granada se sentirán en el impulso a finales de los años setenta y durante los ochenta del Quinientos de una oleada de fundaciones de varias hermandades de penitencia.


A este impulso fundacional coadyuvaron los precedentes locales de las hermandades de penitencia fundadas anteriormente en la ciudad, como fueron las Cofradías de la Santa Vera Cruz, la de la Soledad y Entierro de Cristo y la de Ntra. Sra. de las Angustias, fundadas antes de que terminara el Concilio de Trento. Estas tres hermandades crearon en Granada una práctica procesional, anteriormente inexistente, en los días cumbre de la Semana: Jueves y Viernes Santos.

A esta antigua cofradía Henríquez de Jorquera la denomina como “Cofradía de la Humildad y Paciencia de Nuestro Señor Jesucristo”, aunque el profesor jiennense, don Rafael Ortega Sagrista, se refiere a ella como “Cofradía de la Santa Humildad y Columna”, tal vez, porque uno de sus pasos lo constituía el Señor de la Columna que se veneraba en una de las capillas de la iglesia sede de la hermandad.

La Cofradía fue fundada en el Convento de la Victoria, de frailes Mínimos de San Francisco de Paula, que llegaron a Granada en 1509, aunque se bendijera la iglesia en 1518. El monasterio de los Mínimos estaba situado cerca del Paseo de los Tristes, lugar donde se inicia la Cuesta de la Victoria a la que dio nombre el convento. Al final de esta cuesta, se erguía éste con su iglesia y demás dependencias. La placeta de entrada al monasterio, que aún subsiste, da su pretil a la calle de San Juan de los Reyes, que desemboca, inmediatamente, en la Cuesta del Chapiz, a la que daba el ábside de la iglesia. En dicha placeta, delante del convento, se levantaba una gran cruz de jaspe y alabastro con peana que costearon los vecinos del barrio (1).

Las huertas del convento llegaban hasta el Paseo de los Tristes (lo que hoy son Escuelas del Ave María) y, en ese punto, lo cercaba la muralla de la ciudad, sobre la que los Mínimos hicieron un gran mirador a dicho paseo con vistas a la Alhambra, que aún hoy subsiste, también, como mirador del patio del colegio. 

Era en aquel entonces una zona periférica y casi despoblada, cercana a la Puerta de Guadix; más aún, cuando años antes el centro de la ciudad se había trasladado a los alrededores de la Catedral, aquel lugar, parte del Bajo Albaicín, había quedado casi despoblado con la expulsión de los moriscos.
 
Plano de Ambrosio de Vico. Situación de la Iglesia de la Victoria

La iglesia del convento, sede de la cofradía, fue terminada en 1518 (2), habiéndose construido, junto con el claustro y portada de la iglesia, en estilo gótico tardío; si bien, se fueron añadiendo reformas en la época renacentista, entre ellas, la escalera del claustro, similar a la de la Real Chancillería. 


Poseía unos artísticos retablos renacentistas (mediados del siglo XVI), de los primeros realizados en la ciudad en este estilo. Todo este magnífico conjunto artístico fue destruido entre 1836 y 1844, tras la Desamortización del ministro Mendizábal, que llevó consigo la exclaustración de los frailes. Aunque el convento fue suprimido ya en el Trienio Liberal, no desapareció totalmente, porque parte de él sirvió de alojamiento de quintos hasta mediados del XIX y en 1860 se destinaba a hospital. Sus obras escultóricas y pictóricas desaparecieron o fueron trasladadas a otros lugares. En la zona donde tenía la torre-espadaña, hoy se eleva una torreta cuyas partes bajas pudieran ser los restos de la misma.


La iglesia de la Victoria constituyó uno de los baluartes más significativos del arte y de la devoción popular granadina, pues allí se desarrollaban varias devociones muy señaladas como: la del Patrón de la Orden, San Francisco de Paula (con hermandad que realizaba estaciones penitenciales en la Semana Santa, como Vía Sacra hasta la ermita del Santo Sepulcro del Sacromonte); otras como, la Virgen de la Victoria o Ntra. Sra. de la Asunción, u otras más tardías, como Ntra. Sra. de Guía, de los ciegos de la ciudad o la de Santa Bárbara. En una de sus capillas, la de los Señores de Pisa, estuvo enterrado durante 114 años (hasta 1664) el cuerpo de San Juan de Dios (capilla en el cimborio en el lado de la Epístola) (3).

Cuesta de la Victoria desde el Paseo de los Tristes. Al fondo, donde estuvo el Cto. de la Victoria

Fundación de la Hermandad.

Hasta hace poco tiempo, apenas si se tenían más noticias de esta hermandad que las muy escuetas que nos proporciona Henríquez de Jorquera en sus "Anales de Granada" y poco más. Hace cuatro años encontré en el Archivo Histórico del Arzobispado de Granada un pleito que mantuvieron en 1639 los mayordomos de la hermandad Diego de Zamora, mayordomo de los años 1637 y 1638, y Antonio de Contreras, mayordomo del año 1639, por causa de la entrega de cuentas y bienes de la hermandad en el que se aportó como prueba un testimonio de las Reglas de la misma. De dicho testimonio se deduce que la fecha de la aprobación eclesiástica de la hermandad penitencial fue el día 2 de Marzo de 1580, unos días antes de la Semana Santa, por el Provisor y Vicario General, don Diego de Suárez, rigiendo la iglesia granadina el arzobispo don Juan Méndez de Salvatierra. El notario arzobispal saca testimonio de la Regla de la hermandad en la que consta esa fecha de aprobación de sus Constituciones (4). No obstante, como era  usual, la hermandad es posible que se constituyera de hecho algún tiempo antes, como hermandad devocional. En este sentido, Ortega Sagrista nos dice en su obra inédita, Esplendor de la Semana Santa Granadina y sus Cofradías en el siglo XVI, que con este carácter se fundó tres lustros antes (sobre 1565). 

De todas formas, en este pleito de 1639 se presenta la Regla de fundación oficial con su aprobación eclesiástica. Dice este documento:

" (...) La qual izo demostración de la Regla de la dicha cofradía, encuadernada en cubiertas de cartón y escritura en pergamino, aprobada por el doctor Lorenzo de Suarez, racionero de esta yglesia, provisor y bicario general della y del arzobispo don Juan Méndez de Salvatierra a dos días del mes del mes de marzo de mil y quinientos y ochenta años y pidió que se sacara un traslado del capítulo veinticinco..." 

El mayordomo Antonio de Contreras y el hermano mayor Juan Pérez de Cisneros, habían sido elegidos para el año 1639, día de Pascua de Resurrección en el que la hermandad renovaba en esta época los cargos directivos del año, se negaron a hacerse cargo de las cuentas y enseres de la cofradía que le entregaba el mayordomo saliente, Diego de Zamora. La razón de esta negativa estaba en que Zamora había dejado un débito de 223 reales y que tenía en su poder determinados bienes de la cofradía que se había negado a entregar. Por su parte, Zamora alegó que la Cofradía le debía de los años 1636 y 1637, en los que también fue mayordomo, “muchos maravedíes…debiendo se pagar lo que se debe de las músicas y zera y de lo demas ...para salir las procesiones (…)”. 

También se deduce del documento, que la hermandad practicaba la caridad, donando cada año dos camas con su ropa en socorrer a las huérfanas de la cofradía, para lo que empleaba el producto de unas huertas que arrendaba en la Vega. Así, Zamora alegaba que la hermandad le debía de los años 1637, 1638 y 1639, los gastos de músicas, deuda al cerero Sebastián Pérez de Gumiel y otros gastos de las tres procesiones del Miércoles Santo que había sacado esos años, para lo que se embargó una huerta de frutales en el pago de Machalatalán, junto al río Genil, arrendada al hortelano Pedro Ruiz y que rentaba en el año 1638 setenta ducados, que la hermandad empleaba para "dar cama a dos guerfanas de la cofradía", habiéndose depositado las camas y ropa en el maestro ensamblador Juan de Vitoria. 

Esta huerta (de 84 marjales) la poseía la hermandad desde 1586, en que la adquirió por una manda que le dejó Juan de la Fuente y Angelina de Peralta, su mujer, que vivían en la collación de la Iglesia Mayor, "(...) por la mucha devoción que tenían a Nuestra Señora que estaba en dicha capilla" de la Humildad, para lo que le otorgaron a la Cofradía una escritura de 21 de septiembre de 1586 ante el escribano público, Gonzalo Fernández Salgado. En dicha escritura, los fundadores de la manda establecían que se habría de emplear su producto en la finalidad de dar cama a huérfanas y decir determinadas misas por el alma de los legatarios.

También, la hermandad poseía un tendedero de seda junto al río Monachil en el término de Granada, pues, como hemos afirmado, gran parte de sus hermanos eran torcedores de seda. Asimismo, en 1637, siendo hermano mayor Pedro de Arteaga y mayordomo Diego de Zamora se le donó a la hermandad una casa por Pedro de Lara con el fin de que se le dijera una misa cantada con su novenario; pero dado que la casa era pequeña, tenía un censo y necesitaba arreglos costosos y la hermandad estaba escasa de recursos, en el cabildo de 29 de septiembre de ese año los hermanos acordaron venderla y que su producto, después de redimir el censo, se gastase en la cera de entierros de hermanos y en la procesión del Miércoles Santo.
 
Placeta de la Victoria, vista desde donde estaba la iglesia. Abajo calle de San Juan de los Reyes

Datos de la procesión del Miércoles Santo

La hermandad tenía carácter de penitencial y cofradía de flagelantes en su estación pública, en la que unos de sus hermanos iban practicando la disciplina, y otros, que eran de luz, portaban cirios. Salía a las dos de la tarde y pasaba por la Catedral antes que la cofradía de la Oración en el Huerto del convento de San Antón, siendo la primera del Miércoles Santo, según Henríquez de Jorquera. 

Del pleito citado y de las cuentas que en él presenta Diego de Zamora se infiere que la hermandad en el año 1637, llevaba al menos 108 hachas de cera blanca, más 8 de cera amarilla, según recibo que dio el cerero Sebastián Pérez de Gumiel. 

Cuando llegaban los hermanos flagelantes a la capilla de la hermandad se curaban las heridas provocadas por los flagelos, gastándose ese año "treinta y siete reales de tres y media arroba de vino para curar las feridas y media de bino bueno para dar a los hermanos que truxeron los pasos"

También, el documento nos informa de algo muy común en las hermandades de ese siglo: el que obsequiaban a sus cofrades el día de la estación de penitencia con dulces y comidas. En este caso, fueron mazapanes y, de ello, deja constancia un recibo firmado en 1638 por el pastelero Lorenzo de Rojas por haber surtido a la cofradía de “trece libras de la colación y tres (libras) de mazapanes”. Curiosamente, estos refrigerios que se realizaban el día de la estación de penitencia, suponían el mayor gasto que realizaban las cofradías en dicho día, probablemente con el objeto de atraer a las filas de la procesión el mayor número de participantes. La excusa para estas abundantes colaciones estaba en el alivio de los flagelantes y mitigación de las penalidades de la procesión del Miércoles Santo. 


Asimismo, se compraron ese año cuatro arrobas de lana, seguramente para hacer túnicas, pues hay un recibo de 46 de ellas, de un tal Fernández, tal vez de su confección o alquiler. Por otra parte, se alquilaron o compraron 36 bastones con cruces plateadas, se retocaron las verónicas, se doró una cruz y se pintaron cuatro hachas.

Otros personajes que iban en la procesión eran los trompeteros, en número de cuatro, que seguramente anunciaban la procesión con sonidos lastimeros (quizás fueran los antecedentes de las llamadas chías). En la procesión, también, iban dos capillas de música, pues ese año de 1637 se debían sus gastos.

En la estación de penitencia, a la que obligatoriamente asistía la cruz parroquial y los ministros de la parroquia de San Juan de los Reyes, a la que pertenecía el convento, llevaba cuatro pasos, según Ortega Sagrista: San Francisco de Paula, Jesús de la Humildad, la Flagelación (con el Señor de la Columna, que hemos dicho que estaba en una de las capillas) y la Dolorosa. Si bién, la imagen de San Francisco de Paula tenía en el siglo XVIII una hermandad de Vía Sacra de su Orden Tercera, que salía todos los domingos del año a la ermita del Santo Sepulcro del Sacromonte, incluso en Semana Santa.

El Miércoles Santo, como se ha dicho, también salía la Cofradía de la Oración en el Huerto de los Olivos de San Antón, que era más moderna pero más potente. Por esa razón de antigüedad, ese día salía primero la Cofradía de la Humildad (a las dos de la tarde) -en el siguiente siglo (XVII) atrasó su salida a las tres de la tarde-  y la del Huerto a las cuatro, pero raro era el año en que ésta última no se le adelantara en su paso por la Catedral, lo que solía provocar ciertos conflictos y enfrentamientos entre ambas hermandades. Así lo atestigua Antolínez de Burgos cuando nos dice que estas y otras cofradías:

“tenían muchas pendencias sobre passar por una calle, porque la menos antigua pretendía que, aviendo llegado primero, avía de passar; la otra, que se le avía de guardar su antigüedad y hasta que ella passase no avía de llegar la más moderna; y, concurriendo a un tiempo dos o tres, era milagro no matasen cien hombres”(5).

Parece un poco exagerada esta apreciación de Antolínez de Burgos, porque unas pocas estaciones de penitencia de esta índole hubiera acabado con la nómina de hermanos de ambas cofradías.  

  Abría la procesión, la cruz y el pendón o estandarte, seguidos de los flagelantes o disciplinantes, escoltados por los hermanos de luz; y el paso de San Francisco de Paula, patrón del convento; lo seguía, como segundo paso, el Señor Amarrado a la Columna; otras fuentes nos dicen que procesionaba a un Ecce Homo (que muy bien podría ser el mismo Señor de la Humildad, principal titular de la hermandad) muy venerado en la capilla de los Valdivias; parece, que también, un Nazareno (que en el último tercio del siglo XVII, tuvo hermandad propia)  y, como último paso, el de la Dolorosa con el título de la Ntra. Sra. de la Humildad, que iba cerrando el cortejo, y a la que nos referiremos después. Asimismo, participaban en la estación de penitencia, como era costumbre en estas cofradías establecidas en un convento, miembros de la Orden de Mínimos, entonando salmos. Seguramente contaría con un muñidor o hermano encargado de recoger limosnas por el barrio.




Reducción o suspensión de la Cofradía


Volviendo al siglo XVI, en 1597, diecisiete años después de fundarse la hermandad, fue suspendida, como la mayor parte de la cofradías de penitencia, por el arzobispo don Pedro de Castro y Quiñones a través de su Provisor, Mateo de Basagutia. Éste dictó un decreto el Domingo de Ramos, 26  de marzo de ese año, cuando probablemente las hermandades tenían todo preparado para su estación de penitencia, prohibiendo tales procesiones y reduciéndolas a tres solamente, que eran las más antiguas de la ciudad: Vera Cruz, Angustias de Nuestra Señora y Soledad. 

De nada les sirvió el favorable dictamen en apelación de la Real Chancillería de Granada, pues ante la pena eclesiástica de excomunión y multa a los responsables, si se desobedecía el mandato episcopal, éstos desistieron de salir. Once años antes, el arzobispo predecesor, monseñor Méndez de Salvatierra, había lanzado una advertencia a las cofradías penitenciales sobre el excesivo dispendio que se producía en las salidas procesionales en lujos y comidas, incumpliendo el precepto de ayuno y dejando de asistir a los oficios de esos días.








En el fondo de la prohibición de don Pedro de Castro latían unas razones de tipo económico: las hermandades representaban una importante competencia para las parroquias, debido a las excesivas demandas de limosnas que las cofradías realizaban entre los fieles y población en general, con lo que ello suponía de merma en los ingresos parroquiales. También se advertía, sobre los muchos abusos y deshonestidades que las gentes cometían el día de la estación de penitencia, amparados por las aglomeraciones de público que las procesiones provocaban y el amparo que la oscuridad proporcionaba para dichas deshonestidades, al encerrarse las cofradías muy avanzada la noche. Por esta causa, se determinó que ninguna cofradía estuviera en la calle después de las diez de la noche, a excepción de la Soledad.


Me parece significativo a  este respecto, que tras la prohibición, sólo una cofradía de penitencia se fundara: fue en 1616, y se hizo en un templo parroquial, el de Santiago. Dicha cofradía era la de las Tres Necesidades, seguramente, por estar en gran parte formada por personas del estamento clerical. Esa oposición del arzobispado, especialmente del arzobispo Pedro de Castro y Quiñones, la sufrían también las órdenes religiosas que se querían establecer en Granada, porque al atraer fieles y cofradías a sus conventos, suponían  una competencia económica para el clero secular; muestra de ello, fue la resistencia de dicho arzobispo a que los agustinos se establecieran en la ermita de Nuestra Señora de las Angustias, para lo que la elevó sorpresivamente a parroquial, antes de que la hermandad de las Angustias admitiera “de facto” a los agustinos en la misma. 

La hermandad en estos años de prohibición de hacer estación de penitencia continuó con sus cultos internos en su sede del convento de los Mínimos, hasta que quince años después, en 1611, el arzobispo sucesor, fray Pedro González de Mendoza, la autorizó a realizar su procesión de sangre del Miércoles Santo con  la condición de que diera cien ducados para dorar la capilla mayor de la iglesia de la Catedral, pues se iba a comenzar su dorado en esos años. 

Fue esta cofradía de la Humildad, la primera que autorizó el prelado de las que se habían reducido, y salió “con mucha devoción de la gente”, según H. de Jorquera. Las otras, las autorizaría en años sucesivos con la misma condición. Cuando admiremos hoy esos dorados, acordémonos de aquellas antiguas cofradías, ya desaparecidas en su inmensa mayoría, que contribuyeron con sus limosnas a embellecer esa bella obra de arte que es la capilla mayor de nuestra catedral. 


Veinte años transcurrirían, en los que la cofradía realizará, no se sabe si de forma regular o cuando sus medios económicos se lo permitieran, su estación de penitencia del Miércoles Santo, hasta que recayó sobre ella y las otras penitenciales la siguiente reducción o prohibición episcopal, de la que se volvieron a librar la Vera Cruz, la Soledad y las Angustias. 

Fue el pontificado del arzobispo D. Miguel Santos de San Pedro y se ejecutó por el Provisor de la diócesis, D. Juan Palacios, quién dictó un auto, igualmente el Domingo de Ramos de 1631, reduciendo las cofradías, bajo pena de excomunión si se desobedecía y multa de 200 ducados. Antes, en la Cuaresma, había prohibido las demandas de limosnas a todas las cofradías, a excepción de las sacramentales de las parroquias, a petición del cabildo catedralicio, y no quiso atender las súplicas de las cofradías que ya tenían el gasto realizado. Ello constata lo afirmado de que la competencia económica que representaban las hermandades suponía un importante inconveniente para las parroquias y lo corrobora, a mi juicio, el que se libraran de la prohibición de hacer demandas las hermandades sacramentales de las parroquias, que estaban sujetas a la supervisión de los párrocos.  


Dos años después, en 1633, muere el arzobispo Miguel Santos de San Pedro y el Vicario General del arzobispado, Alonso García de Villamayor, autoriza las procesiones de penitencia de Jesús Nazareno y de las Tres Necesidades. Aunque Henríquez de Jorquera no dice nada de las restantes, se deduce que la Humildad también saldría el Miércoles Santo de ese año. 

La cofradía por el pleito mencionado - entrega de cuentas del mayordomo Diego de Zamora- sabemos que siguió haciendo su estación de penitencia en los años en los que éste fue mayordomo (1637-38 y 39) y hermano mayor en 1636, pues en dicha controvertida entrega de cuentas se mencionan los gastos de la procesión a que antes hemos hecho referencia.


No hizo la estación en 1641, probablemente por dificultades internas y la falta de medios económicos, según se deduce del citado pleito, aunque, esta vez, es Henríquez de Jorquera quién dice, que las causas de no salir eran los escasos medios económicos y la falta de gente por las guerras de Francia, Cataluña y Portugal. 

Al año siguiente (1642), volvió a realizar su estación penitencial, siendo la única que salió el Miércoles Santo. Asimismo, salió ese año la Sangre de Cristo del convento de la Merced, que lo hizo el Jueves Santo, pese a una gran tromba  "de agua y piedra que ocasionó que se tocase a nublo en la Torre Mayor y demás Iglesias y que se hiciesen rogatibas”, pero dicha tromba se presentó a las nueve de la noche, cuando la cofradía, seguramente estaba ya en su templo (6).

Otras noticias del siglo XVII


Otra noticia que aporto de la Cofradía de la Humildad de Jesucristo se produce en 1645, cuando Luisa de Heredia, vecina de la parroquia de San Pedro, manda en su testamento que:
 "su cuerpo sea sepultado en la iglesia del convento de Ntra. Sra. de la Bitoria en la capilla de Jesús de la Humildad por ser como soi hermana de la cofradía de dicha Umildad y como tercera que soi de la orden de San Francisco de Paula profesa y encargo a los hermanos me hagan decir las misas que ai que decir (...) conforme a las constituciones y acompañamientos y declaro que tengo pagadas las luminarias hasta oy y acompañen mi cuerpo la cruz, cura y sacristán de la dicha mi parroquia mas seis religiosos del dicho convento (…) y me entierren con el abito de nuestro padre San Francisco de Paula (...)".

También, esta señora deja 200 ducados impuestos a censo, para que con sus réditos se le digan "en la capilla de la Umildad, donde se me a de enterrar", una misa el día de Navidad, tres en la Pasión, una en la Resurrección, otra en los días de Asunción, Espíritu Santo, Corpus, Stma. Trinidad, San Joaquín, Santa Ana, San Pedro, San Andrés y San Francisco de Paula.


La legataria, que parece que muere en 1647 (de esa fecha son los recibos su entierro), deja a la Cofradía de la Humildad cierta cantidad en dinero y una toalla, según recibo del hermano mayor de la cofradía de ese año, Alfonso Gabaldón.


Ya en el año 1660, volvemos a tener nuevas noticias de la hermandad, (en una pieza sin número  del archivo mencionado) por las que sabemos que la elección de hermano mayor, mayordomo y oficiales de la cofradía se hacía en el cabildo general del día de San Francisco de Paula, 2 de abril, en la capilla de la hermandad - donde estaba la imagen del Santo-, previa celebración de la misa del Espíritu Santo. Ese año, se vuelve a producir otro conflicto, entre el hermano mayor, Salvador de Alixancio, y el mayordomo, Antonio de Rivera, porque éste había convocado el cabildo de elecciones para el día 29 de marzo y no el 2 de abril, como correspondía según la Regla.


No obstante, el mayordomo celebró el cabildo "con personas de su facción", sin que acudieran la mayor parte de los hermanos, y procedió a sentar en el libro de cofrades a personas que no lo eran, llevándolos en secreto a la sacristía de la iglesia, donde los inscribió y les dio una antigüedad que no tenían. Se nombró como mayordomo a Jerónimo de Espinosa, escribano de cámara, estando ausente de Granada. Los contrarios alegaron que el motivo era que Alixancio, quería ser reelegido y no contaba con partidarios suficientes y que tomó la Regla de la mesa de cabildos y se ausentó con ella, porque estimaba no se celebraba dicho cabildo legalmente. 

Ante ésto, el Provisor y Vicario General, Sr. Prado y Verastegui, pide que se le entregue el libro de hermanos, se suspenda la entrega de bienes y se celebre nuevo cabildo, ordenando al mayordomo elegido, Jerónimo de Espinosa, que renuncie al nombramiento y que se volviera a celebrar el cabildo general para nombrar nuevos cargos el día 5 de abril, bajo pena de excomunión y multa de 20 ducados.


San Francisco de Paula 1650 (Convento de la Victoria, hoy en San Pedro). Atrib. a Pedro de Mena

Conflicto sobre la imagen de San Francisco de Paula. Fecha y autor de sus retablo.

Quince años después del pleito referido, en 1675, tenemos otra nueva noticia de la hermandad, cuando el hermano mayor de ese año, Francisco de Torres, y el mayordomo, Ángel de Burgos, se querellan con el co-rector del convento, don Pedro de Quesada y Benavides, porque había mandado sacar la imagen de San Francisco de Paula de la capilla de la Humildad y desmontado su retablo para llevárselos a otra capilla de la iglesia, la de Ntra. Sra. de la Encarnación, "que estaba más arriba de dicha capilla" de la Humildad, donde parece que quería trasladar a la Orden Tercera del Santo, ordenando al carpintero Juan Zentellas que desmontara el retablo de San Francisco de Paula para llevárselo con la imagen.


Los de la Humildad alegan: que tanto el Santo, como su retablo, pertenecían a la hermandad por haberlos costeado con sus limosnas. Parece que la hermandad de San Francisco de Paula se había fundado antes de 1645 en la capilla de la Humildad, pues en esa fecha la legataria, Luisa Heredia, a la que antes nos hemos referido, ya era hermana de la Orden Tercera. Seguramente esta hermandad del Santo era filial de la Hermandad de la Humildad, pues estaba agregada a su capilla, le daba culto y lo sacaba en su estación de penitencia del Miércoles Santo. También se alegaba, que la hermandad de la Humildad había realizado algunos adornos en su altar, entre ellos, el retablo e insignias "para su mayor culto y decencia, desde hacía dieciseis años" (es decir, desde 1659) y que antes era simplemente una hornacina de yeso donde tenían el Santo.


Planteado el conflicto, el Provisor manda detener el traslado el día 5 de mayo de 1675, ordenando que se realizara la prueba de testigos. Uno de ellos, Christobal de Alixarcio, hermano y mercader de sedas, dice que había visto la capilla de la Humildad desde muchos años y que en ella siempre ha estado el Señor de la Humildad y otras imágenes, entre ellas, la de San Francisco de Paula, que era de la dicha hermandad, la que le ofrecía funciones y sacaba en la procesión, junto con la Orden Tercera del Santo, que iba al Sacromonte y que los hermanos mayores de la Humildad llevaban en ella el estandarte y asistían hermanos de una y otra cofradías desde hacía doce o trece años (sobre 1662); y que el retablo se doró hacia el año 1666, más o menos, y se hizo con las limosnas de una y otra hermandad y otras personas, reafirmando que la imagen era de la cofradía de la Humildad, y lo sabía por ser hermano y asistir a los cabildos. 

Lo que había ocurrido, fue que el co-rector de los mínimos había comprado la capilla de la Encarnación y a ella se había llevado, tanto a la Hermandad de la Orden Tercera como a la imagen del Santo y su retablo, que habiendo sido costeados por la Hermandad de la Humildad, ésta no estaba dispuesta a consentirlo. Estas Órdenes Terceras solían estar muy ligadas a las órdenes religiosas de cada convento, eran impulsadas y protegidas por ellos y, prácticamente las dirigían; por lo que no es de extrañar que los Mínimos, quisieran sustraer a esta orden tercera de la influencia de la Cofradía de la Humildad. 

Curiosamente, comparece como testigo el autor del retablo de San Francisco de Paula, el maestro ensamblador Juan de Vitoria, de la collación de San Juan de los Reyes, que nos aclara, que hacia 1663, la hermandad de la Orden Tercera se agregó a la capilla de la Humildad y acordaron hacer un retablo con limosnas de los hermanos y una manda de Catalina de Frías, mujer de este ensamblador    

"(...) que como tal maestro de carpintería y ensamblador hizo dicho retablo y se puso en la dicha capilla de la dicha hermandad de la Umildad  y Orden Tercera, en el sitio donde tenía su nicho el dicho Santo y después lo doraron con dichas limosnas" y "...que después como tercero de dicha orden  ha visto y oydo a sus antiguos que la dicha hechura de San Francisco ha sido y es de la hermandad de la Humildad".

También, entre otros testigos, comparece Pedro Pérez Merino, maestro mayor de obras de la fortaleza de la Alhambra, y vecino de la collación de San Gil, que había sido en diferentes ocasiones hermano mayor y mayordomo de la Cofradía de la Humildad, una de ellas en 1650, y nos cuenta bastantes cosas reveladoras, entre ellas: que cuando le entregaron los bienes como mayordomo, recibió la imagen de San Francisco de Paula; luego la imagen ya estaba labrada en 1650 : 
" (...) una de las hechuras fue la efigie de Ntro padre San Fco. de Paula  que esta colocado en el retablo que está dorado en la dicha capilla". Y ese año (1650) "se hizo a la hechura de dicho Santo dos ábitos negros y aviendo cumplido su año la entregó por bienes de dicha capilla dicha hechura...y en el  año de 656, lo volvieron a elegir por tal mayordomo de dicha cofradía de la Humildad y en el dicho año se hizo otro hábito color de pellejo de culebra que es el que tiene bordado y pareciéndole a este testigo que no estaba la dicha hechura con toda decencia".
La importancia de la declaración del testigo Pedro Pérez Merino, radica en documentar que la imagen de San Francisco de Paula se realizaría, como mínimo, entre 1645 en que era terciaria del Santo la Sra. Heredía y 1650 en el que se le hicieron unos hábitos. El documento no nos dice el autor que realizara la obra, aunque D. Manuel Gómez Moreno y D. Antonio Gallego y Burín en sus guías de Granada la atribuyen al insigne escultor Pedro de Mena. En esos años Pedro de Mena tenía de 17 a 22 años, por tanto sería, si es que él la realizó, una imagen de sus primeros tiempos de escultor. Asimismo, nos dice el testigo que la imagen fue encargada por la Hermandad de la Humildad de Ntro. Sr. Jesucristo.

Pero la atribución a Pedro de Mena puede no ser correcta, porque el que se fundara la hermandad del Santo poco antes de 1645, no quiere decir que la imagen no estuviera ya realizada en esa fecha; en cuyo caso, nos podríamos plantear si la misma hubiera sido labrada por su padre, Alonso de Mena, ya que éste murió en 1646. Las cuestiones estilísticas las dejamos a expertos en arte, que puedan determinar la proximidad de la imagen a uno u otro escultor. 

Luego, en 1656,  él y el hermano mayor Melchor Gómez, trataron con el albañil Manuel de Rueda, que les hizo un nicho en el sitio donde después labraron el retablo en dicha capilla, en el nicho del muro se hizo una portada de dos columnas, banco, basas, capiteles y frontis con una concha en el que colocaron a dicho santo e hicieron su altar. 

También aseguraba dicho testigo (Pérez Merino) que entre 1659  y 1660 los hermanos de la Humildad fomentaron la Orden Tercera "... se fomentó la Orden Tercera que se sirve en dicha capilla de los hermanos de la dicha Cofradía de la Umildad" y que les dio permiso a dicha Orden Tercera  para en la capilla "hacer las procesiones y las pláticas... y que en el intermedio de ese tiempo, llevados por el fervor al dicho Santo San Francisco de Paula dichos hermanos y de la Orden tercera propusieron hacer dicho retablo con sus limosnas y con las de los particulares y Juan de Bictoria maestro de carpintería fue la persona que hizo dicho retablo que hizo de limosnas que perdono de la cantidad que importó una mui considerable... después con otras limosnas se doró el retablo".


A este ensamblador, Juan de Vitoria, que vivía en la Plaza Larga del Albaicín, en 1677, se le hace depositario de una cama y su ropa de las que estaba la hermandad obligada a proporcionar a las huérfanas con el producto de las huertas del pago de Machalatalán. En dicho año la renta fue de 840 reales, y el motivo del conflicto fue que la cofradía había dado dicha cama y ropas a la hija del tejedor de sedas Juan Moreno, que aún vivía y, por tanto, su hija no podía ser huérfana, condición que mandaba la Regla para obtener la dádiva. La mujer de Juan Moreno, Ana de Hinestrosa, se defiende diciendo que su hija se puede considerar huérfana porque su padre las abandonó hacía ya 15 años y no les entrega nada para sustentarse.


La hermandad a finales del siglo XVII ya parece que estaba en decadencia, pero aun subsistirá, pues, en 1691, el fiscal del arzobispado pide las cuentas a los mayordomos Salvador de Alixarcio y Josehp del Olmo, cargos que ostentaban desde hacía muchos años, durante los que no habían rendido sus cuentas. Estos se defienden diciendo que la última vez que fueron mayordomos fue en 1679 y que entregaron los bienes y cuentas y que, después, lo fueron Juan Antonio y Miguel Frías y que en el cabildo el 28 de julio se acordó la entrega, que se hizo efectiva el 6 de agosto.


¿Se fusionan la Hermandad de la Humildad del convento de la Victoria y  la de la Sangre de Jesucristo de la Merced?


Curiosamente, en la portada de este pleito de 1691, obrante en el Archivo Histórico del Arzobispado, aparece la hermandad con el título de: "Hermandad de la Humildad y Sangre de Ntro. Señor Jesucristo". Esto nos plantea la interrogante sobre la posibilidad de que la antigua hermandad de la Sangre de Jesucristo del convento de la Merced se hubiera trasladado al de la Victoria y agregado a la hermandad de la Humildad de Jesucristo. No sería de extrañar, pues otra hermandad del convento de la Merced, la de Ntra. Sra. de Guía (de ciegos) quinces años después, en 1706, se traslada también al convento de la Victoria para unirse a la Hermandad de la Asunción de este convento. De hecho, hay otras piezas en dicho archivo arzobispal con el título de Humildad y Sangre de Cristo en la Victoria, que están en el índice, pero no en la caja del legajo correspondiente, por lo que no las he podido consultar.   

Todo lo expuesto, nos revela que la existencia de la hermandad de la Humildad de la Victoria es mucho más dilatada de lo que hasta hace poco tiempo creíamos. Por los indicios, aparece unida a la de la Sangre de Cristo a finales del siglo XVII, seguramente, por causa de la decadencia que padecerían ambas hermandades en esa época. De esta decadencia, es exponente la exigencia de entrega de cuentas por el fiscal, en el pleito último a que nos hemos referido y la continuidad de los mismos mayordomos varios años, cosa poco usual en esos tiempos. Es posible que por dicha decadencia la autoridad eclesiástica determinara su fusión o agregación de ambas.

En el informe diocesano de 1769 no aparece esta cofradía, aunque sí como Sangre de Cristo en el convento de la Victoria ¿Estarían fusionadas? 
 

Las imágenes

No sabemos el paradero de la mayor parte de estas imágenes a las que daba culto la hermandad y sacaba en la estación de penitencia, aunque podemos mantener alguna tesis al respecto. 

El título de la hermandad: "Humildad de Ntro. Señor Jesucristo", no indicaba necesariamente, aunque sí normalmente, que la imagen representase la iconografía exacta del titulo, ni éste presenta tampoco una iconografía univoca. Con la advocación de Humildad, había en Granada imágenes de Jesús en el momento de su Presentación al Pueblo ("Ecce Homo"); o Cristos sedentes, tanto en el momento posterior a la Flagelación, el de la Coronación de Espinas; o en el momento de espera paciente a los preparativos de la Crucifixión (Meditación). En Granada, podemos decir que éste tema constituyó una de las esencias devocionales y más prolíficas de nuestra imaginería, es decir, la representación de la Humildad y Paciencia con todas las variantes que hemos descrito y alguna más.


Tradicionalmente, se ha creído que las imágenes de esta Cofradía de la Humildad de Jesucristo fueron depositadas en la iglesia parroquial de Santos Pedro y Pablo, bien con la Guerra de la Independencia o con la Desamortización, . Por ello, siempre se ha creído que el Señor de la Humildad era la imagen del actual Jesús de la Sentencia, aunque hoy está acreditado que procede del convento del Carmen y no de la Victoria. Asimismo, esta imagen de la Sentencia, al ser de José de Mora, tuvo que labrarse hacia el último cuarto del siglo XVII. 


Como decimos, no se sabe el paradero del Cristo de la Humildad del convento de la Victoria, pero nos atrevemos a plantear alguna hipótesis. Con la Desamortización, el Trienio Liberal o la Guerra de la Independencia, fueron suprimidos u ocupados los conventos masculinos, trasladándose muchas de sus imágenes a recintos de depósito (como el incipiente Museo de Santa Cruz la Real), y repartiéndose, posteriormente, dichas obras por iglesias de la ciudad o de los pueblos. Este reparto se hizo, normalmente a la parroquial a la que pertenecía el convento, o a iglesias de la provincia, pero muchas se llevaron a conventos femeninos, normalmente de la misma orden, aunque no siempre, y otras se vendieron o donaron a particulares.






Siguiendo con la hipótesis, en el convento de dominicas de Santa Catalina de Zafra, en la Carrera del Darro, existe en su clausura una imagen sedente de Cristo de la Humildad, que dada la proximidad de este convento al de la Victoria, bien pudiera ser la del Señor de la Humildad de la hermandad de la que tratamos. Es la imagen cuya fotografía abre este artículo, tomada hace pocos años, cuando estuvo expuesta en el Corte Inglés. También fue una de las imágenes que formó parte en 1952 de la Procesión de los Misterios de la Pasión, conmemorativa del XXV Aniversario de la fundación de la Federación de Cofradías, que frustró la lluvia caída aquel Viernes Santo de 1952.

Señor de la Humildad del Convento de Zafra 1952. Posible Humildad de la Victoria


El Señor de la Columna

Otro paso de la hermandad, era la Flagelación con un Señor de la Columna. Cuando realicé este artículo, que ahora actualizo, planteaba diversas hipótesis sobre la identificación de esta imagen de la Cofradía de la Humildad; repasando las diversas tallas del Señor de la Columna que hay en Granada, los datos sobre ellas descartaban la posibilidad de que ninguna de las mismas fuera la de este Señor de la Columna del Convento de Mínimos de la Victoria.

Ahora, aunque no sabemos el paradero seguro de la imagen -probablemente fuera trasladada de Granada a otra localidad en 1835-36, con la supresión del convento-, sin embargo, tenemos noticia de cuál fue su escultor y del año en que la realizó; hay apoyo documental sobre ello.

Se encontró el documento contractual de la imagen en el Archivo Histórico del Ilustre Colegio Notarial de Granada (7), dado a conocer por D. Lázaro Gila Medina. Por dicho documento, sabemos que la imagen del Señor de la Columna se realizó en 1627, por el discípulo de Pablo de Rojas, Antonio Gómez. El contrato se firmó el día 14 de mayo de ese año, durante la estancia del escultor en Granada, como vecino de la collación de San Gil; también estuvo viviendo en Málaga, donde se conservan algunas de sus imágenes, aunque la mayor parte de ellas desaparecieron en los incendios de templos de los años treinta del pasado siglo. 

Seguramente, Antonio Gómez, como su hermano Juan, se establecieron en Málaga, buscando un mercado donde desarrollar su actividad artística, como Montañés lo hizo en Sevilla, dado que en su ciudad natal, Granada, el taller del maestro Rojas copaba gran parte de los encargos artísticos.

La imagen del Señor de la Columna, dice el documento, se la encargó y pagó la Cofradía de Ntra. Sra. de la Humildad del convento de la Victoria. Esta hermandad de la Virgen, como ocurría con la de San Francisco de Paula, formaban parte -algo muy común en Granada en aquellos tiempos- de la gran Hermandad de la Humildad de Jesucristo con la que realizaba la estación de penitencia, que venía a constituir una verdadera archicofradía, y en cuya procesión de penitencia salía el Cristo de la Columna. Estas hermandades filiales tenían cierta independencia, con juntas de gobierno y recursos propios.


Cristo del Amparo del discípulo de Rojas, el granadino Antonio Gómez. Catedral de Málaga

La imagen costó, según dicho contrato, 33 ducados, 9 de adelanto y 24 a la terminación de la talla y a satisfacción del hermano mayor, Juan Carrillo y del mayordomo, Bernabé de Encalada, firmándose el documento en el oficio del escribano público Jerónimo de Lara. 

De la Dolorosa, de la que pudiéramos llamar Archicofradía de la Humildad, por un documento del repetido Archivo Histórico del Arzobispado de Granada, descubrimos que su advocación era la de Ntra. Sra. de la Humildad, cosa que corrobora el contrato de la hechura del Señor de la Columna, antes tratado. El documento a que nos referimos es de 1637, sobre una donación de un manto y otros efectos por parte de doña María de Gámez, viuda de don Francisco Elvira, platero de esta ciudad. Fue en el mandato del controvertido mayordomo, D. Diego de Zamora y lo hizo en escritura de donación que dicha señora otorgó el 15 de diciembre de 1637.   




Virgen de las Maravillas. Archivo de la Hermandad
" (...) dixo que ella es mui devota de la SSma Birgen de la Umildad que está en el convento de Ntra. Sra. de la Bitoria desta ciudad a mi procurándole de servir y hacer una manda y a la presente la hace en que se le de a la Santa Ymagen de Ntra. Sra. De la Umildad la prenda siguiente: Un manto de espolín de seda carmesí y blanco guarnecido alrededor del galón de oro fino y puntas de lo mismo nuevo por estrenar que tiene 17 varas; una Basquiña de garbarán que la tengo plateada prendida con once pasamanos de seda nueba; una ropa de tafetán dos pasamanos, media y los vevederos son azules; un jubón de espolín de plata de … y negro guarnecido con caracolillo de oro nuebo; una valona con entorchado de plata nueva..."
La donación se hacía para el uso exclusivo de la imagen y para que se lo pusieran en todas las fiestas, quedando depositado en el sacristán del convento, que lo había de entregar al mayordomo, y éste devolverlo al depositario al final de las fiestas o procesiones, sin que lo pudieran prestar ni sacar fuera del convento. Lo firmaron, el padre sacristán, Juan de Orduña, el hermano mayor, Pedro de Arteaga y el mayordomo, Diego de Zamora.


María Santísima de las Maravillas. Atribuida tradicionalmente a  Pedro de Mena





























¿Es la actual Dolorosa de las Maravillas la imagen de Ntra. Sra. de la Humildad? 

De siempre se ha creído que procedía del convento de la Victoria de una hermandad de torcedores de seda, como lo era la Hermandad de la Humildad. Puede que la actual imagen de la Virgen de las Maravillas, haya sido la Ntra. Sra. de la Humildad. Sin embargo, no sería la que fue objeto de la donación de las prendas referidas en 1637, pues si la Virgen de las Maravillas es atribuida a Pedro de Mena (quizá sea de algún discípulo), y éste en esa fecha tenía sólo nueve años. Pero las hermandades cambiaban de imágenes, como hoy lo siguen haciendo, y es muy probable que la Virgen de las Maravillas, pudiera haber sido, como tradicionalmente se afirma, la Dolorosa de la Humildad de Ntro. Señor Jesucristo (sederos), que la hubiera encargado la cofradía a través de su filial de Nuestra Señora de la Humildad, para sustituir a una antigua, según los gustos más barrocos que imperaban a finales del XVII. 


La imagen de San Francisco de Paula, atribuida a Pedro de Mena por Ceán Bermúdez, aunque hay que tener en cuenta lo que hemos manifestado sobre la misma y su fecha posible de realización, se encuentra actualmente en la iglesia San Pedro y San Pablo, probablemente pasó allí en la Guerra de la Independencia en que el convento de la Victoria fue dedicado a establecimiento militar, pues se anuncian sus cultos en dicha iglesia, ya principios de abril de 1813 (8)

San Francisco de Paula. Hoy en San Pedro. Pedro de Mena

Después, la imagen parece que volvió al convento de la Victoria, donde se le celebra un jubileo en abril de 1835 (9)  y, acaecida la Exclaustración, en  éste último año se traslada con su hermandad a la parroquial de San Pedro, lógicamente ya sin el carácter de Orden Tercera, donde continuó su hermandad con adscripción a la misma de familias de la nobleza y burguesía granadina de la época, que le ofrece solemnes cultos durante la última mitad del siglo XIX, hasta 1950, en que decae y queda sin actividad.

Tampoco esta imagen, aunque parece ser la primitiva y única que tuvo la hermandad, cabe la duda si lo sería, pues si la atribución a Pedro de Mena es correcta, aunque no se ha dado un claro fundamento, al ser una imagen de 1645 o algún año antes, como se ha dicho, dicho escultor era quizá demasiado joven; si bien, podría ser una obra de su temprana juventud o la hubiera realizado su padre ,Alonso de Mena, o ser fruto de la colaboración de ambos. De todas estas premisas que se nos plantean me inclino por la última, es decir como obra de colaboración. 

Sí sabemos, que después de que el corrector decidiera llevarse la imagen y retablo del Santo a la Capilla de la Encarnación y parece que lo consiguió, pues a finales del siglo XVII se hicieron grandes obras en la citada capilla de la Encarnación, que quedó como capilla del Santo, que era la de mayores dimensiones de la iglesia de la Victoria, cuya envergadura sobresalía en el exterior del templo. 


            Capilla de la Hermandad de la Humildad


Dentro de la iglesia de Ntra. Sra. de la Victoria poseía capilla, donde, según Henríquez de Jorquera, se celebraban “grandes jubileos”. Dicha capilla era la segunda de la derecha, según se entraba en la iglesia, construida en una nave adosada a la principal del templo (la fachada de esta nave anexa sustentaba la espadaña, pues el convento no tenía torre). Al contrario, las del lado opuesto, eran capillas separadas por arcos de la nave principal. 


La Capilla de la Humildad fue objeto de donación a la cofradía por la Comunidad de Mínimos, según escritura ante el escribano público Juan de Priego, seguramente en el momento de la fundación de la hermandad. Pero, además, en 1586, adquirió la cofradía - seis años después de su fundación- otra capilla, como ampliación de ésta, es decir, la tercera de ese costado de la iglesia, y que lindaba con la de la Hermandad de la Humildad (que era la segunda). Ello se deduce de un pleito que incoó la comunidad contra la cofradía en 1618 por impago de algunos plazos del censo (10).

"... entre las capillas que tienen y están en él cuerpo de la iglesia deste dicho convento, está una que es la tercera, como entrando por la puerta de dicha iglesia de la calle, a la mano derecha, que linda por la parte de abaxo con la capilla de los hermanos de la cofradía de la Umildad (Humildad) de Ntro. Señor Jesucristro de la que le hicimos gracia y donación por escritura que sobre ellos se otorgó ante Juan de Priego escribano público que fue de Granada y por la parte de arriba linda con una capilla que es de San...".

El precio de la adquisición por censo fue de 63.000 maravedíes y pago de "tributo" 14.000 maravedíes al año, pagaderos en tres vencimientos de 4.500 maravedíes. El acuerdo lo formalizaron por escritura de 6 de noviembre de 1586, ante el escribano público Francisco de Soto, firmándose en el mismo convento por el padre co-rector Melchor Ximénez, una vez reunidos los frailes en cabildo para dar su consentimiento unánime, con la autorización previa del Provincial, y por parte de la cofradía firmaron el prioste Bartolomé Nieto, el mayordomo Gonzalo Criado y el resto de la junta directiva de la hermandad, Francisco Aguado, alcalde, Andrés Varrero, veedor de bienes de la cofradía, Francisco Villareal y Francisco Pérez, veedores, Gregorio De Estrada y Pedro de Córdoba diputados (con esto sabemos la composición de la junta de gobierno en esos tempranos tiempos de la fundación).  

La capilla que adquirían para ampliar la de la hermandad, probablemente  se hizo para dar culto a otras imágenes que se habían añadido a la misma, pues ya, en esa época (1586), la cofradía contaba con varias imágenes procesionales. En dicha  capilla estaban los confesionarios de la iglesia, a cuyo uso no renunciaron los frailes, por lo que se pactó como condición, que se había de dejar en dicha capilla tales confesionarios, dando llave a los frailes para que libremente pudieran entrar a los mismos. En compensación, como el muro del fondo de la capilla de ampliación daba a la huerta del convento, los frailes autorizaron a la cofradía a construir un cobertizo para que:

" (...) tengan mejor comodidad de en guardar la cera e otras cosas convenientes a la dicha cofradía" y como "que será dificultoso entrar por la sacristía y por los claustros, dan y dieron licencia a los dichos hermanos de la dicha cofradía para que en el rincón desde el postrer confisionario y hasta la pared de la puerta que sale a la calle lo puedan ataxar para meter lo susodicho sin que, como dicho es, la puerta que hiciesen para esto salgan al dicho cobertizo ni monesterio si no se manda por las dichas capillas".

Otra condición que impusieron los frailes fue la de no poder entrar los hermanos a las capillas más que por la puerta o portada que tienen desde el cuerpo de la iglesia, sin que pudieran abrir otra desde ellas al monasterio, ni poder derribar el pilar que había entre ambas capillas para no perjudicar la obra de la iglesia y, si alguna vez la hermandad dejaba el convento, devolvería la capilla a la comunidad de Franciscanos Mínimos con las mejoras que se hubieren realizado en ella. También se preveía la posibilidad de cambiar de capilla a otra de igual calidad, pagándoles la comunidad las mejoras y obras realizadas.   

Cristo de la Humildad y Paciencia en su hornacina. Convento Santa Catalina de Zafra

El impago de dos años consecutivos provocaría la rescisión del acuerdo; así como, en el caso de que la hermandad abandonara el convento: 


"todo lo que en las dichas capillas estuviere labrado o mejorado y colgadizo, altares y retablos an de quedar e queden en el dicho monesterio para que sea suyo propio esceto todo lo que está en el altar del Xto. (Cristo) y San Pedro que es de la dicha cofradía". 

Esta interesante noticia nos dice que también tenía la hermandad de su propiedad en esa fecha de 1586, una imagen de San Pedro, junto con la del Santo Cristo (de la Humildad). Seguramente, tales imágenes las encargaría a un escultor, que trabajara en los años de fundación de la misma, es decir, hacia 1580-1586: ¿Pablo de Rojas, Rodrigo Moreno, Diego de Pesquera, tal vez algún otro desconocido? Curiosamente el Señor de la Humildad de Santa Catalina de Zafra, parece ser de esa época. 

En el pleito de 1618 por impago a la comunidad de mínimos de los plazos del censo de la capilla de ampliación, que nos ofrece estos datos, el hermano mayor Francisco de Zamora alega en defensa de la cofradía, que los frailes la habían despojado unos años antes de esta capilla aneja para hacer una habitación de servicio del convento

"(...) y labraron y edificaron un quarto a servicio de su casa y quedó de manera que mis partes están impedidos de poderla incorporar con su capilla que fue el intento principal que tuvieron para comprarla".

No obstante, se declaró por el juez eclesiástico el embargo a la cofradía de unos bienes muebles y de la renta de otra finca que la hermandad tenía en el pago de Jaragüí, en huertas que rodeaban la placeta de Gracia, arrendados a los hortelanos Francisco de Morales y Antonia de Zamora, su mujer, que pagaban 90 ducados de renta a la cofradía.
 
Hoy, podemos ofrecer, como hemos expuesto, una historia de esta hermandad mucho más completa en acontecimientos y de una pervivencia de la hermandad de la que hasta hace poco tiempo no conocíamos y que forjaron sus imágenes una devoción entre generaciones de granadinos. Desgraciadamente, esta verdadera archicofradía se extinguió con los acontecimientos adversos, legales, políticos y sociales, que aquejaron a este tipo de asociaciones religiosas desde el último tercio del siglo hasta la Desamortización de 1835, pero, al menos, nos dejó su historia que, poco a poco, se trata de esclarecer.




1. HENRÍQUEZ DE JORQUERA, Francisco,  Anales de Granada, tomo I,  p. 270.

2. BERMÚDEZ DE PEDRAZA, Francisco, Historia Eclesiástica de Granada.

3. LÓPEZ-GUADALUPE MUÑOZ, Miguel L., Devociones populares en el Convento de Mínimos de Granada, IV Centenario de la Fundación del convento de Nuestra Señora de la Victoria de Vera, p. 255.

4. ARCHIVO HISTÓRICO  DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 29 f (b) piezas 22, 29, 30 y s/n. y PADIAL BAILÓN, Antonio, Antigua hermandad de la Humildad de Nuestro Señor Jesucristo: su fecha de fundación y otros datos, Revista "Gólgota", nº 49, pags. 30-31. Federación de Cofradías de Granada, junio 2011.

5. LÓPEZ-GUADALUPE  MUÑOZ, Miguel L. y Juan JESÚS. Historia viva de la Semana Santa de Granada,  p.127. Universidad de Granada. 2002.

6. HENRÍQUEZ DE JORQUERA, Francisco, Anales de Granada, vol. II. pp. 887 y 909.

7. GILA MEDINA, Lázaro. Las cofradías y su labor de mecenazgo artístico en el Seiscientos: estudio de algunos documentos significativos, en La Semana Santa de Granada a través de su escultura procesional, el lenguaje de las imágenes de VARIOS AUTORES. Federación de Cofradías de Granada 2002. 

8. DIARIO El Publicista, en su número de 2 de abril de 1813.

9.  B.O.P. de 1 de abril de 1835.

10. ARCHIVO HISTÓRICO DE LA DIÓCESIS DE GRANADA, Legajo 29 F, b, pieza 24.



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