viernes, 18 de octubre de 2013

HERMANDAD DEL SAGRADO ENTIERRO DE NTRO, SEÑOR JESUCRISTO Y NUESTRA SEÑORA DE LAS TRES NECESIDADES ( ESCRIBANOS PÚBLICOS)







Antonio Padial Bailón 

A mi juicio, la Semana Santa barroca comienza en Granada con la procesión de la Hermandad del Santo Sepulcro o del Santo Entierro, como desde épocas muy antiguas se le ha denominado por el pueblo granadino. Va a ser, por ello, la primera que presentará en su procesión del Viernes Santo figuras alegóricas y otros elementos puramente del Barroco, entre ellos, el Descendimiento de la Cruz. Elementos que irá enriqueciendo y aumentando con el paso de los años.

Es una de las pocas hermandades de penitencia de Granada, que con sus lapsus de decadencia, en algunos tiempos prolongada, se ha mantenido viva hasta nuestros días. También, es una de las hermandades, junto con la de la Virgen de las Angustias, de la que en la actualidad tenemos más completa su historia. 

Fue la única hermandad de penitencia de los tiempos antiguos que se fundó en una iglesia parroquial, en la de Santiago (en la hermandad de la Virgen de las Angustias, se fundó primero la cofradía y después, en su templo, vino a establecerse la parroquia por orden episcopal ). El resto de la hermandades penitenciales antiguas fueron fundadas en conventos masculinos, más permisivos que las parroquias para aceptar, e incluso, impulsar la creación de estas hermandades. Ello constituía una eficiente forma de allegar fieles y medios económicos a los conventos, en principio, fundados casi todos estos fuera del centro de la ciudad.

Esta Hermandad del Santo Sepulcro, pues éste era su nombre oficial en las reglas, se funda en la iglesia parroquial de Santiago (hoy Servicio Doméstico), en los aledaños de la Calle de Elvira.

Esta parroquia fue erigida en la mezquita Dar-Aaix o Casa de la Vida en 1501, sirviendo de templo dicha mezquita hasta después de 1525, en que se empezó a construir por el arquitecto Rodrigo Hernández la actual iglesia, en principio muy simple con una sola nave y cinco capillas a cada lado con arco ojival. Contaba con dos portadas, la actual y la que daba a Calle Elvira (más bien creo que daría a una placeta en dicha calle, porque la iglesia está alejada de ellas en unos 15 o 20 metros).

En esta iglesia se servía el Tribunal de la Santa Inquisición, cuya sede era frontera a la misma, para sus ceremonias religiosas y autos de fe no generales. La Casa de la Inquisición se derribó a finales del XIX para hacer la iglesia jesuita del Sagrado Corazón de Jesús.  


Portada Iglesia de Santiago


En esta iglesia está enterrado en la capilla junto a la sacristía el insigne escultor Diego de Siloé y su esposa Ana de Bazán, vecinos de la parroquia y en ella fue bautizado en 1628 el escultor Pedro de Mena, no menos insigne.



Tras varios años de restricciones arzobispales a las cofradías de penitencia (D. Pedro de Castro y Quiñones las redujo a tres en 1597: Vera Cruz, Angustias y Soledad), el siguiente arzobispo D. Pedro Guerrero volvió a autorizarlas bajo ciertas condiciones y aprobó esta nueva del Santo Sepulcro.


Fundación

Parece ser, según el Padre de la Chica Benavides, que la hermandad procede de una previa no penitencial denominada de Ntra. Sra. de las Necesidades, establecida en dicha iglesia. Dice dicho trinitario, que  “Ya tenia hermandad este tierno simulacro (refiriéndose a la Virgen) cuando se le agregó el Santo Entierro de Cristo” 1. Tenía hermandad, según de la Chica, desde la mitad del siglo XVI. Sin embargo, la tuvo desde el principio de dicho siglo. 




Calcografía de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades de Miguel de Gamarra 1679, Museo Casa de los Tiros



Sea lo que fuere, el caso es que la hermandad se funda ante el notario Rafael de los Ríos el día 11 de abril de 1616, parece que impulsada por el Provisor y Vicario General de la diócesis, D. Diego de Molina o los fundadores se preocuparon previamente de obtener su licencia, pues estos fundadores dicen que lo hacen por licencia de dicho Provisor. Los fundadores fueron: el Doctor Ortiz Calderón, Vicente Ferrer y Robles, Juan Vila, Juan Tomás de Larrea, Damián Quixada y Juan Tomás del Arco.

 Se elevan las Reglas a escritura pública y se presentan a la aprobación del Provisor Diego de Molina, que las aprueba el día 16 de abril de 1616, con ciertas condiciones, como que cuando la cofradía se "desbaratase" los bienes debía quedar a distribución del arzobispo y aplicarlos a obras pías. 

Le da licencia en la aprobación para salir de disciplina los Viernes Santos por la tarde, porque después de la Reducción de 1597, sólo había quedado una hermandad en ese día: la de la Soledad del convento del Carmen Calzado, ya que la de la Expiración del Convento de San Agustín había dejado de salir, quedando el Viernes Santo " con comodidad de salir" las dos hermandades, debiendo hacerlo la del Entierro a la hora que lo hacía la Soledad, es decir a las tres de la tarde y detrás ésta (2).

Con la aprobación de la hermandad se alzaba expresamente la suspensión de cofradías impuesta en 1597 por el Arzobispo Pedro de Castro y Quiñones.

Otra condición que ponía el Provisor para levantar la suspensión, era que la hermandad debía ofrecer un peón para las obras que se estaban ejecutando en la construcción de la Catedral, como se les había exigido a las demás cofradías. En el caso de esta hermandad del Santo Entierro, moderaba la exigencia que se había impuesto a las cofradías de dar 100 ducados para el dorado de los Santos Apóstoles de la capilla mayor, que había terminado de realizar en 1614 el escultor Bernabé de Gaviria, en sólo 80 ducados. Los ducados los entregarían a un tal Antonio Carrasco, que había dado el oro.    


Dorado Capilla Mayor Catedral


Según Henríquez de Jorquera su primer hermano mayor fue el escribano público Lorenzo Pérez Venegas y su primer mayordomo, Vicente Ferrer, familiar del Santo Oficio y ejecutor de su Real Fisco. Parece que la hermandad contaba con numerosos hermanos del oficio de escribanos públicos (los actuales notarios) y gentes de alcurnia de la ciudad, así como de clérigos, aunque era una hermandad abierta. 

Las reglas están formadas por 27 constituciones.

La hermandad reconoce en su constitución 2ª que:

" (...) esta hermandad a de ser de sangre y disciplina, la qual a de salir el Biernes Santo, llevando el santísimo Sepulcro para açer el entierro y demás de esto a celebrar la Santísima Resuriçión el primero día de pascua...".

No tardaría mucho en variar su carácter de hermandad de sangre y disciplina. Tal vez aconsejados por la autoridad eclesiástica, acuerdan el día 18, dos días después de su aprobación, que "... en el Entierro de Ntro. Sr. Jesucristo no es cossa que salga sangre, sino en la forma y manera de procesión que aquí hordenamos se guarde y execute para agora y para siempre...".

Testimonio de este nuevo carácter de procesión no de sangre, sino de entierro, lo manifestaba Enríquez de Jorquera:

“En este año (1615), por la Cuaresma, se fundó en la iglesia parroquial del señor Santiago de esta ciudad de Granada una grandiosa cofradía y hermandad de penitencia, a la qual dieron por titulo el Entierro de Cristo y Nuestra Señora de las Tres Necesidades en la qual se ordenó que saliese el Viernes Santo a las dos de la tarde sin que saliese en ella ninguna gente de açote, sino en forma de entierro con frailes de todas las ordenes y clerecías”. H. de Jorquera nos dice que se fundó en 1615, cosa que desmienten las Reglas que son del 1616.
El mismo Padre Lachica un siglo y medio después nos dice que “esta Hermandad es la única que no llevaba flagelantes sino representaciones  alegóricas del Antiguo y Nuevo Testamento”, por lo que constituía la primera procesión verdaderamente barroca de la que se tiene noticias en Granada.


En esos años, sólo había dos hermandades de Semana Santa que carecieran de flagelantes, es decir, que no de sangre o disciplina: Esta del Entierro de Jesucristo y la de Jesús Nazareno del convento carmelita descalzo de los Mártires, en que los nazarenos portaban cruces a imitación de Cristo en la subida al Calvario.   


Litografía del Libro de Reglas. Con la Cruz y concha de Santiago por la sede; el escudo del Papa Paulo V, y del arzobispo D. Pedro Guerrero, pontificados en los que se fundó la hermandad y las láminas de los Misterios a los que daba culto: Entierro y Resurrección 


La procesión

En ese acuerdo del cabildo de la hermandad de 18 de abril de 1616 se detalla minuciosamente la procesión del Viernes Santo:

" ...primeramente se ha de poner el Juebes Santo a media noche en la iglesia de Sr. Santiago en la parte comodada tres cruces en forma de Calbario y en ellas Ntro, Sr. y los dos ladrones y el Biernes Santo a las tres de la tarde suba un predicador al púlpito y habiendo predicado media ora hará salgan de la sacristía tres sacerdotes rebestidos con sus estolas y suban a descender a Ntro. Sr. de la Cruz, quitándole la corona de espinas, dándola a la Birgen que está al pie de la cruz y a la misma de la forma haga a los clabos y el predicador baya predicando los misterios que pasó".  


Con ello, se aprecia que la hermandad antes de iniciar la procesión realizaba la ceremonia del Descendimiento o Desclavamiento de la cruz. Hasta conocer las reglas no se sabía ciertamente si  hacía esta ceremonia, aunque lo suponíamos por ser práctica corriente en este tipo de hermandades y en las de la Soledad. Creemos que la propia imagen del Cristo Yacente sirvió para realizar la ceremonia del Descendimiento de la Cruz después de estar clavado en la misma. Si observamos esta imagen se aprecia que los brazos fueron articulados, dadas las protuberancias que presenta en la articulación del brazo con el hombro. En tiempos posteriores (siglo XVIII), cuando la hermandad dejó de celebrar dicha ceremonia del Desclavamiento, fue disimulada dicha articulación. También la postura de las manos abiertas y los pies cruzados sugieren que dicha imagen fue utilizada para la antes mencionada ceremonia como crucificado.

El profesor Smolka Clares apuntaba que tal ceremonia se podría haber realizado con el Crucificado del monasterio de la Concepción, atribuido a Jacobo Florentino, que presenta los brazos articulados. Sin embargo, presentando las características el Cristo Yacente de la hermandad, creemos que no tendrían que acudir a otra imagen y el Cristo de la Concepción, también pudiera haber servido para dicha ceremonia, aunque realizada por otra hermandad que desconocemos o por la comunidad y fieles del convento al que perteneciera en principio ( seguramente las monjas de la Concepción lo recibieron tras la exclaustración de los conventos masculinos en 1836).


CRISTO DE LAS MISERICORDIAS DEL MONASTERIO DE LA CONCEPCIÓN. Se aprecian las articulaciones de los brazos para ser descendido. Hoy está restaurado, ocultándoselas.


Prosigue el acuerdo diciendo: "Luego baxen a Ntro. Sr. y lo pongan en el lecho adonde tiene que ir en processión hasta que llegue a la parte y lugar donde tiene que ser depositado y la processión salga en esta forma: "Primeramente salga de la yglesia de Sr. Santiago o de la parte donde estuviere esta hermandad en adelante veinticuatro niños de la doctrina con sus hachas encendidas y la cruz que ellos suelen sacar en los entierros, luego bayan venticuatro bastoneros con sus túnicas negras y cubiertos los rostros y luego doce hachas amarillas delante del estandarte, ansimesmo los rostros cubiertos y luego a de ir el estandarte, que lo lleve el hermano mayor y en su aussencia el mayordomo y luego a de ir venticuatro hachas con el triunfo de la cruz.

Lo más significativo que se deduce de este párrafo de nuestra Hermandad del Santo Entierro es que desde sus inicios llevaba el paso del Triunfo de la Cruz, como su homónima sevillana, el paso que en Sevilla se conoce popularmente cómo la "Canina". Veamos como lo describe el acuerdo.


"(...) con sus bersos en latín ... al pie de la cruz la Muerte atada y luego a de ir sus caxas destempladas y dos pínfanos y sus pendones arastrados y un general con su bastón arastrado en forma que se representa la muerte de Jesús".


Esta era la música  de sones lastimeros que llevaba el paso de la Muerte, es decir cajas o tambores destemplados (con el pellejo poco tenso), que eran las que se utilizaban para conducir a los reos de muerte y los pínfanos como una especie de flauta. Los pendones que llevaban iban arrastrándose en señal de luto.


PASO DE LA MUERTE DE SEVILLA "Canina".



La Muerte será un paso  que también llevarán después otras hermandades como la de Jesús Nazareno de la Merced, aunque esta hermandad lo representaba con un hombre vestido de Muerte con su guadaña.



Después iban los hermanos del hospital de San Juan de Dios con hachas encendidas y la cruz de la hermandad que sacaban en los entierros con sus ciriales de plata.

A continuación, iban doce niños ángeles con los pasos de la Pasión con túnicas y capirotes negros y el rostro cubierto y al lado de cada paso de Pasión dos flámulas o gallardetes también arrastradas en señal de luto. Después iban las cruces de todas las parroquias llevadas por los sacristanes y todas las órdenes religiosas masculinas de la ciudad por orden de antigüedad portando velas y otros cien clérigos con sus sobrepellices y estolas portando velas encendidas reis de armas con sus cotas puestas en ellas la Pasión de Ntro. Sr. Jesucristo delante del "lecho" con el Señor Yacente que lo llevaban clérigos y, cubriéndolo un palio negro portado por otros doce clérigos. Tras el Señor iban cuatro "caperos" con cetro de plata y tras ellos el preste que hacía el oficio .

Por último, iba la comitiva de la imagen de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades (no nombran las reglas su advocación) que iba en andas " (...) a ombros de los hermanos y cubierta de luto". Y tras de ella, un coro de música  de sonidos destemplados como correspondía al misterio que representaba: la Tres Necesidades de la Virgen al pie de Calvario: no tener escaleras para descenderlo de la cruz; carecer de sudario para amortajar al cuerpo de Jesús y no contar con sepulcro donde enterrarlo.

Las mismas reglas fundacionales prescribían la austeridad con la que debía de salir los hermanos:
 "...con mui grande devoción, los rostros tapados, sin puños, ni valonas en las manos, ni petinas, ni medias blancas, ni zapatos blancos y en forma de penitente y en cuia forma a de salir por la ciudad y andar sus estaciones hasta llegar a la parte donde se a de hacer la forma de  depósito y entierro y allí a de estar puesto el sepulcro y en él se a de sepultar y el preste a de hacer el oficio y incensiar el cuerpo y luego la procesión a de ir a la yglesia de Santiago. Los hermanos con los capirotes caydos y en forma de tristeça y de esta forma se a de hacer el depósito, haciendo escritura de entrego en la yglesia donde se ubiere de hacer, tomando testimonio de todo (...)".  
La austeridad que se prescribía era extrema, como correspondía al misterio que la hermandad representaba. Los hermanos llevarían un capillo caído, negro como el resto del hábito, sin capirote y después de hacer las estaciones que prescribiera la directiva de la hermandad; a veces una de ellas era la catedral, llegaban a una iglesia, que solía ser a del convento de Santa Paula, de madres jerónimas y allí depositaban la imagen del Cristo Yacente, previa firma de escritura ante el escribano público, que testimoniara el depósito de la imagen en su urna o sepulcro. Según la descripción en esos primeros años la imagen era portada por los hermanos sobre una cama o angarilla a hombros, para dejarla en el sepulcro o urna en la iglesia de destino, donde se hacía la ceremonia correspondiente y regresar a Santiago sólo con la Virgen de las Tres Necesidades
Donde se hacía el depósito (Santa Paula), permanecía la imagen hasta el Domingo de Resurrección, en que se recogía procesionalmente por la hermandad:
" (...) luego la mañana de pascua de Resurición por la mañana, a las seis de ella, a de salir de la yglesia de Santiago la ymagen  de Ntra. Sra. vestida de blanco y bien aderesado encima un manto negro y en forma de procesión a de llagar a la yglesia donde a de estar depositado Nuestro Señor y hallando a su bendito hixo resucitado, salga en forma de procesión dando la vuelta a la yglesia de Sr. Santiago, llevando mui grande regocixo de música  y danças y chirimías con mui grande alegría...an de ir los hermanos con sus vestidos negros y con sus hachas en las manos, así lo hordenamos..."


Lo anterior nos indica que la hermandad representaba, nsólo los últimos pasajes del descendimiento y la Soledad de la Virgen al pie del Calvario en su Tres Necesidades, sino también la Sepultura de Jesús, llevando su cuerpo al monasterio de Santa Paula, donde quedaba depositado, hasta el Domingo de Resurrección en que se iba a recoger en una procesión de gloria y regocijo con la Virgen vestida con saya blanca.

No obstante, Henríquez de Jorquera en sus "Anales de Granada" nos dice que la primera procesión fue el Viernes Santo de 1615, un año antes de la fundación. No sabemos si por error, dado que este autor escribió dicha obra hacia los años cuarenta del XVII y lo traicionó su memoria en el tiempo o que la hermandad realizara antes de su fundación dicha procesión, cosa poco probable a mi juicio.

De todas formas, veamos la descripción de la procesión que él refleja, como del año 1615:
 “ (…) la cual salio el dicho viernes santo con la mayor autoridad y grandeza que se ha visto en procesión de Semana Santa. Sacó en ella el estandarte don Diego de Castilla con grandísimo acompañamiento de toda la caballería de Granada” al término de la procesión “Dexaron el santo Sepulcro, en el Monasterio de monjas de Santa Paula, para volverle resucitado (a la iglesia de Santiago) el día de Pascua por la mañana con grande solemnidad y fiesta que se hizo”.
En Granada y en otros muchos lugares, como Sevilla, existían dos hermandades que procesionaban y daban culto al Entierro de Jesús. Una, en el momento de su traslado al Sepulcro y otra en el Sepulcro mismo. Cubrían en nuestra ciudad estos dos momentos pasionistas la “Hermandad del Entierro de Cristo y Nuestra Señora de las Tres Necesidades” de la iglesia de Santiago y la de la “Soledad y Entierro de Nuestro Señor Jesucristo”, ésta de flagelantes o de disciplina, del convento del Carmen de carmelitas calzados. Después estas hermandades pasarían con el tiempo a la iglesia de San Gil (1640) y al Monasterio de Santa Paula respectivamente (1836).
A las representaciones de los estamentos civiles y religiosos se unían las representaciones alegóricas de los personajes bíblicos y del Nuevo Testamento, representaciones estas que irían con el paso de los años adquiriendo más esplendor barroco, tanto en número como en variedad de personajes.
No transcurrieron demasiados años desde su fundación, cuando le va alcanzar a la hermandad una de las suspensiones o reducciones que aquejaron a nuestras antiguas cofradías en esa época. En la Semana Santa de 1631, siendo prelado D. Miguel Santos de San Pedro, tras prohibir las demandas, el provisor de la diócesis Juan Palacios dictó un auto el Domingo de Ramos, por mandato del cabildo eclesiástico, por el que se prohibía la salida de las cofradías en su estación de penitencia bajo pena de excomunión y multa de doscientos ducados. Sólo se libraron de la prohibición, como de costumbre, las tres hermandades más antiguas: la Vera Cruz, las Angustias y la Soledad. Las dos primeras que salían el Jueves Santo y la última el Viernes Santo.  No le valió a la Hermandad del Entierro de Cristo y Ntra. Sra. de las Tres Necesidades, la más joven de todas, alegar para conseguir licencia, que ya, siendo Domingo de Ramos, tenía el gasto hecho.
Poco duró la prohibición, pues unos días antes de la Semana Santa de 1633, murió el Arzobispo, Mons. Santos de San Pedro, y el vicario general del arzobispado, provisor y juez de la diócesis, volvió inmediatamente a dar licencia para la estación de penitencia de ese año a las Cofradías y la del Entierro de Cristo y Tres Necesidades, para que como de costumbre, saliera a las dos de la tarde del Viernes Santo y, también, a la hermandad de Jesús Nazareno del convento carmelita de los Mártires, para que saliese en la madrugada de ese día, que “salieron muy lucidas y copiosas”, según H. de Jorquera.

En los cinco años siguientes, la hermandad realizaría con su habitual esplendor sus estaciones de penitencia; aunque ya, en 1638, da síntomas de agotamiento, y ese año suspende voluntariamente su procesión por falta de medios económicos y por estarle aún prohibido realizar demandas. Además, “estaba empeñada”, seguramente por deudas.

A partir de ese año, la Cofradía resurge con su esplendor habitual, pues en 1640, “salió tan grandiosa que aventajó en grandeza a la de San Antonio”- Esta cofradía de San Antonio a la que se refiere Jorquera no es otra que la Cofradía de la Oración en el Huerto del convento de San Antonio Abab- “(...) y con tantas cosas nuevas de la escritura, cargada de tanto primor y con tantas banderolas como pasos”. La nobleza y los principales caballeros de Granada salieron ese año en la procesión llevando el estandarte de la Hermandad el Conde de Santisteban y las borlas del mismo don Juan Luis Ponce de León y otro caballero, todos ellos de la Orden de Santiago. Por su parte, acompañando al paso de Nuestra Señora de la Tres Necesidades iban todos los escribanos de número de la ciudad alumbrando con hachas.
Tantas personas formaban parte ese año de la comitiva que tardó hora y media en pasar por la Catedral a pesar de la prisa que le daba la Cofradía de la Soledad que pasaba después.  

La ciudad aquel día estaba conmocionada por un libelo contra la virginidad de la Virgen que había sido clavado en la puerta del Cabildo de la Ciudad (en la Madraza, sede entones del Ayuntamiento) ese Viernes Santo, día seis de abril, y puede que ello contribuyera a tan abundante participación en la procesión del Santo Entierro. En los siguientes días gran número de cofradías realizaron al Triunfo procesiones de desagravio por dicho motivo.

Al siguiente año de 1641, dejó de salir la Hermandad por estar necesitada de gente; las guerras iniciadas en Cataluña, Portugal y Francia habían dejado muy mermada la nómina de cofrades. No salieron tampoco las cofradías de la Humildad y la de la Sangre de Jesucristo. Parece ser que en el fondo de la cuestión estaba el poco ánimo de sus mayordomos y hermanos mayores para costear los gastos de la procesión en unos años de recesión económica, así como de disensiones internas.

1640. Escisión de la Hermandad

A mi juicio, estas disensiones contribuirían a esta puntual decadencia de la Hermandad, pues ese año de 1640, la división entre sus hermanos motivaría la escisión de la Hermandad. Unos quedarían en la iglesia de Santiago con la imagen de la Virgen, quizás los componentes antiguos de su hermandad, reorganizándola. Otros, los del Santo Entierro o Sepulcro, buscaron sede en la cercana iglesia parroquial de San Gil, donde permaneció hasta la demolición de esta en 1868-69.

La parte de la hermandad que quedó con la Virgen en Santiago, se siguió denominando Hermandad de Nuestra Señora de las Tres Necesidades, que por las razones que diremos más adelante,  cambió el título y advocación a mediados del siglo XVIII, en que se denominaría, solamente, de las Necesidades, advocación consagrada por el Papa Clemente XIII por su Breve de  6 de febrero de 1760, mandando que no se llamase de la Tres Necesidades sino de las Necesidades, a la vez que concedía  indulgencias a quienes asistieran a su setenario.

Esta imagen de Ntra. Sra. de las Necesidades puede ser la Dolorosa que aún se venera en la iglesia de Santiago y que volvió a procesionarse en 1984 con el Santo Sepulcro, siendo Comisario D. Juan Cobo.
 
Ntra. Sra. de las Necesidades antes de ser restaurada. Foto años 70.

De la Hermandad de Ntra. Sra. de las Necesidades que quedó en Santiago

Esta hermandad escindida de la del Santo Entierro tuvo durante el resto del siglo XVII y en el XVIII cierto auge devocional. La advocación  de  Tres Necesidades la mantuvo durante el XVII y hasta 1760, en el que lo varía por el Breve Papal. Ambas hermandades mantuvieron la advocación de la Virgen, seguramente, de forma no pacífica, hasta que se sustituyera en la de Santiago por el de Necesidades simplemente, como hemos anticipado antes. 

En 1678, nos encontramos con un inventario de bienes de esta hermandad que quedó en Santiago, en cuya fecha aun llevaba, como hemos afirmado, aún conservaba el título de Tres Necesidades, lo que podría llevar a confundirla, con las Tres Necesidades de San Gil.

No puede caber error, en tanto que el inventario se dice que pertenece a la de Santiago : "A pedimento de los hermanos de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades de la parrochia de Sr. Santiago de esta ciudad de Granada se hizo inventario de los vienes de esta hermandad". 

El inventario es copioso debido a las muchas ofrendas de sus hermanos y devotos y, de él, se puede deducir la apariencia de la imagen, su capilla y algunas cosas interesantes.

La Dolorosa que quedó en Santiago  se presentaba normalmente vestida con manto negro de felpa forrado de tafetán negro con puntas de igual color y saya blanca, tal como la describe en la procesión de Semana Santa las primitivas reglas. Poseía una pollera para descansar el manto en las procesiones, forrada de igual color y otra pollera sin cola, seguramente para cuando estaba en la capilla. Debajo del manto llevaba toca monjil blanca ( poseía dos, una de Cambray y otra de gasa, ésta más basta sería para la capilla). Curiosamente, la de gasa, se la llevó como reliquia hacia 1685 el racionero don José Bazán y a cambio regaló lienzo para hacer otra nueva.

NTRA. SRA. DE LAS NECESIDADES de Santiago. Después de la restauración de 1984

La Virgen se vestía con otras prendas de color para otras celebraciones o fiestas de la Virgen. Ello se deduce de otras de que entre su ajuar poseía varios velos de tafetán ( verde, blanco con puntas negras, anaranjado, carmesí, morado y otro de raso de China. Asimismo, varias sayas ( de tafetán encarnado con franjas de  oro (donación de Juana de Lara), que en 1680 se utilizó para hacerle a su altar un frontal. Otra de lienzo de Flandes y un manto de torcidillo...etc.

Como piezas de orfebrería la imagen llevaba una corona de plata con pedrería que costearon los hermanos que costó 11680   reales, dándose para su hechura la antigua, más pequeña, que tenía la imagen. En las manos entrelazadas, llallevaba una corona de espinas de plata de 9 onzas con tres clavos y cruz de cinco onzas de plata, regalo de los mayordomos Juan José Maldonado y Lorenzo García de Zaragoza y un sudario que caía de ellas y, a sus pies una media luna de plata, que, seguramente, se le pondría cuando no estaba vestida de Dolorosa "...con guarnición de madera para armarla". Eran los atributos que recibió la Virgen al pie de la Cruz: la corona de espinas, los clavos y el sudario. Otras veces se le ponía en las manos (dice el documente "en medio de los dedos") un corazón grande de plata repujado en relieve. Sobre la cabeza llevaba una corona de plata que costó 1680 reales, pagada por los hermanos y en ella se utilizó la antigua más pequeña y su pedrería.

Otros adornos y atributos llevaba la imagen el otras ocasiones, como un cetro de plata para las funciones letíficas; un corazón de cristal regalo de Dª Ana Jiménez; dos cables de plata para las manos, seguramente, para sostener los atributos que llevaba en ellas; varios rosarios, uno de marfil tallado, otro con flor de azabache, otro de granates, otro de plata repujada, otro de gemas, regalo en 1685 por D. José Vucán; también tenía una joya de diamantillos de Bohemia regalo de Dª. Juana de Lara. Una pulsera de granates con perlas de dos vueltas que le regaló en una memoria Dª Jacinta Velasco y otra de azabaches.

La hermandad poseía una cruz grande de plata repujada, sin saber si esta se utilizaba para iniciar las procesiones o se ponía en el paso detrás de la Virgen. También tenía un palio  forrado de holandilla roja, que no sabemos si era de los de "respeto"  o incorporado, con cruz de plata, regalo de Dª María de Barrionuevo.

La Capilla en Santiago

Probablemente era la que ocupa hoy la Dolorosa, la primera del lado del Evangelio, estaba adornada con diversas piezas de interés, como cinco lámparas de plata colgando del techo; una Cruz grande de pino regalo de Dª Jacinta Velasco el 12 de junio de 1679 por una memoria de misa cantada para su alma. Otra cruz de nogal labrado, regalo del mayordomo Lorenzo García de Zaragoza. No sabemos si estas cruces se ponían en la capilla o tras de la imagen en su altar.

  También se adornaba su capilla con seis candeleros de madera de peral pintados de negro, regalados en 1686 por el mayordomo casi perpetuo, Lorenzo García de Zaragoza, que no se debían prestar, excepto para el altar mayor de la iglesia de Santiago. Dicho mayordomo era persona relevante en Granada con el cargo de provisor de la Real Chancillería que, además hizo a su costa la reja que cerraba la capilla de la Virgen, realizada por el herrero Francisco Escudero y mandó restaurar las cinco lámparas de la capilla al  orfebre Bartolomé Romero.  

También adornaban la capilla un cuadro del Ecce Homo " muy milagroso", obsequio de Gabriela Campo, vecina de la placeta de Santiago y otro del Descendimiento con marco dorado que donó Jacinta Velasco.

En 1686, se agregó para darle culto en la capilla una imagen de la Verónica, que la trajo el hermano Gregorio Varón y Velasco como donación de una devota.


Portada de San Gil


La Hermandad del Santo Entierro en San Gil


Como antes hemos afirmado la Hermandad del Santo Entierro pasó en 1641 a la iglesia de San Gil, situada en la Calle de Elvira esquina con Plaza Nueva. Este templo fue levantado sobre la mezquita Hatabyn o de los leñadores entre los años 1543 y 1563, sirviendo la mezquita de parroquial hasta esa fecha. Su bella portada fue realiza por Juan de Maeda con traza de Diego de Siloé. Llegada allí la hermandad se le asignó la capilla en la que se veneraba una imagen de una Soledad, de poca calidad artística (era de pasta), a la que la corporación adoptaría como titular, cambiándole la advocación por la de Tres Necesidades, al igual que la que había quedado en Santiago.

Allí se le fabricaría por la hermandad penitencial un retablo barroco en blanco y pan de oro, que con certeza tenía y, aún conserva, su hornacina horizontal para albergar el sepulcro. En la hornacina superior central se veneraba a la nueva imagen de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades y bajo Ella, la hornacina alargada del Sepulcro con el Yacente cubierto por un sudario. También, en sus calles laterales, sobre repisas con dosel, las imágenes del Resucitado y de San Juan Evangelista, que procesionaba la hermandad.




La Cofradía en su nueva sede de San Gil se reorganizó, recuperando en el último cuarto del seiscientos el esplendor de los años iniciales. Prueba de esa magnificencia es el retablo antes mencionado y las numerosas donaciones de objetos de culto y de capilla, joyas, obras de arte y elementos procesionales que recibe la hermandad de devotos, de las que el profesor M. Luis López-Guadalupe Muñoz contabiliza, según documentos del Archivo Eclesiástico de la Curia de Granada, cerca de una treintena en esa etapa. 

Entre estas donaciones citaremos por su interés la corona de la Virgen donada por sus cofrades, por valor de 1680 reales; una corona de espinas de plata para las manos de la imagen y un palio forrado de holandilla, que no sabemos si era incorporado a las andas o de los llamados de "respeto", detrás de la imagen, al modo del que utiliza Ntra. Sra. de las Angustias, Patrona de Granada. No obstante, creo que estas prendas eran de la Hermandad de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades (Necesidades sólo a partir del siglo XVIII), que quedó en Santiago, pues vienen en el inventario de esta hermandad que permaneció en dicha iglesia.


La imagen de la Dolorosa de San Gil, según se representa en la calcografía de Miguel Gamarra de 1679, presentaba una gran frontalidad, rostrillo monjil, con corona de espinas, tres clavos y sudario en sus manos.

También, le fue regalado un cuadro del Descendimiento. Este lienzo podría ser el realizado por el pintor Felipe Gómez Valencia, noticia que descubro en el periódico “La Independencia” de 5 de agosto de 1882 en un artículo del especialista en arte Emilio Millán Ferriz, que lo describe como “Cristo Muerto sobre su sábana con dos ángeles” que existió en su capilla de San Gil. Esto puede concordar con la idea de que, antes de realizarse la urna la imagen podría haberse procesionado sobre una angarilla o sábana en la que se trasladase al Cristo Yacente hasta el Sepulcro instalado en sus años primeros en Santa Paula y, con ello, expresar un mayor realismo barroco en la procesión. Esta idea nos la sugiere la postura del Cristo del Sepulcro, que presenta un perfil curvado en forma de V abierta, como para apoyarse sobre un elemento no rígido, es decir, sobre un lienzo transportado en una parihuela o angarilla.




Ya en San Gil, la hermandad encarga en 1675 al artesano Manuel Valdés la bella urna sepulcral de carey, ébano, bronce y plata que todos conocemos. La urna fue después restaurada y enriquecida por el mismo autor en 1691, siendo hermano mayor Francisco Rodríguez de Hinojosa y mayordomo Joseph Márquez. Estos datos figuran en una inscripción en la misma urna.
"...hicieron este sepulcro los hermanos de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades el año de 1675 y este remate y su reedificación la hicieron don Francisco Rodríguez de Hinojosa, siendo hermano mayor y don Joseph Márquez  mayordomo. Año de 1691 Manuel Valdés faciebat." 


Urna de 1675 de carey  y plata de Manuel Valdés



La urna sepulcral lleva a los lados 10 asas para su transporte, lo que nos indica que no se llevaba a mano por diez hermanos, probablemente clérigos, sin que descansara en ningún tipo de parihuela o andas.
  
El cambio a una urna, quizás tuvo la finalidad de representar de forma más fidedigna y de acuerdo con las reglas el Sepulcro de Jesús, en lugar del traslado al mismo que se venía representando. Ello significaría, también, suprimir el depósito del cuerpo de Jesús en el convento de Santa Paula y su reintegro a la sede de la hermandad el Domingo de Resurrección. 

A principios del siglo XVIII, 1a imagen de la Virgen que empezaron a venerar a partir de 1640 San Gil presentaba un importante estado de deterioro, que la hacía inservible para el uso procesional. Ello, unido a la poca calidad del material en que estaba labrada, a su escaso valor artístico y a contar dentro de la hermandad con un escultor de valía (José Risueño), hizo que la corporación tomara la decisión de sustituirla por otra. 


Ntra. Sra. de las Tres Necesidades. Grabado de Juan Luengo 1753. Museo Casa de los Tiros



El encargo fue confiado al escultor José Risueño Alconchel, discípulo de los Moras y mayordomo de la hermandad en 1718. Ese año terminará la nueva y bellísima imagen de Nuestra Señora de las Tres Necesidades, de la que, probablemente, hizo donación a la Hermandad como mayordomo que de ella era. También se hizo un manto nuevo.  


La nueva imagen, hoy sabemos con certeza, que la realizó el célebre escultor José Risueño Alconchel, aquel año mayordomo de la hermandad. En 1993, la restauración realizada por la profesora Ángeles Rojas, descubrió en el candelero, mezclado con virutas de aserrín, un escueto papel amarillento y manchado de 9,1 por 10,50 cm. que dice “Joseph Risueño. Año 1718”.


De todas formas, desde antiguo, se venía atribuyendo la imagen a este escultor, tanto en el Diccionario de Ceán Bermúdez, como otras cercanos a la época a la época. Más tarde, Emilio Millán Ferriz, probablemente conocedor de estas fuentes anteriores, la atribuye a Risueño en un artículo de1882 y María Elena Gómez-Moreno, hija del insigne arqueólogo e historiados D. Manuel Gómez-Moreno Martínez, refleja dicha autoría en varios de sus trabajos.



Sin embargo, la nueva imagen no va a sustituir a la antigua en la procesión hasta dos años después, en 1720. Por un expediente obrante en el Archivo del Arzobispado, dado a conocer por Miguel L. López-Guadalupe Muñoz, se sabe que en el cabildo general de la hermandad celebrado el 26 de marzo de 1720 aprueba la sustitución de la imagen anterior para la procesión. En el documento se dice, acerca de la imagen sustituida y de la nueva, que: “respecto a su mucha antigüedad y ser la caveza y manos de pasta, está mui deteriorada y desconchado el varnis, de forma que no se puede descubrir para vestirla por estar yndecente, y respecto de la poca subsistencia que tiene dicha cabeza, está atravesado el cuerpo por una vara de yerro para que pueda mantener el mucho peso del manto nuevo…Por cuias razones y para mayor decencia se ha hecho una nueba ymagen con la caveza y manos de madera…más propia para el fin que tiene el titulo de las tres necesidades y mas dolorida y apropiada que la santísima Ymagen antigua”.



NTRA. SRA. DE LAS TRES NECESIDADES, ACTUAL ESPERANZA DE GRANADA. JOSÉ RISUEÑO 1718 


La Procesión en pleno Barroco

La hermandad llega a su máximo esplendor a mediados del siglo XVIII, cuando el barroco llegaba a su fin. En un folleto de 1743, reproducido en el periódico “El Defensor de Granada” de 2 de abril de 1896 describe minuciosamente la procesión de la hermandad del Entierro de Cristo: “La Hermandad de las Tres Necesidades era la más vistosa. Llevaba tres pasos, siendo el primero el del estandarte. Rompió la marcha el profeta Ezequiel, ricamente adornado y llevaba un simbólico libro, cuya significación explica una octava impresa en una tarjeta, a la derecha e izquierda marchaban dos individuos que eran esclavos de sus culpas y lloraban la pérdida de la patria celestial. Iban luego cincuenta linajudos caballeros granadinos con hachas encendidas de cera amarilla y un cabo de ellos portaba el estandarte, con el hermano mayor de la Real Maestranza de Caballería. Después el Arcángel San Miguel, la Fe, la Esperanza y la Caridad y la Emperatriz Elena adorando la Cruz por ella descubierta. Y un ángel a modo de paje con el Emperador Constantino que lleva en una bandeja el cetro y la corona.

  “El segundo paso es el del Sepulcro abierto por Jeremías y, tras él, en forma de batalla, batiendo al aire sus banderas, le seguían 40 soldados comandados por los emperadores Tito y Vespasiano y siete niñas con los ojos entenebrecidos por el llanto, simuladoras de las viudas de las que hablan las sagradas escrituras. Detrás de ellas, las sibilas Pérsica, Líbica y Sanmia. Proseguían 180 devotos portadores de hachas encendidas, sin contar la cera de  la clerecía que acompañaba a la cruz parroquial. Iban También dieciocho chías, tocando cajas destempladas, cubiertas con bayetas, correspondiendo los tristes ecos de la sordina. José y Nicodemo propiamente vestidos, conduciendo los instrumentos del descendimiento y bálsamo (esto nos puede reafirmar en la idea de que aun realizaban la ceremonia del Descendimiento). La muerte y el diablo sujetos con fuerte cadena con que un Ángel los aprisionaba”.
El paso de la Muerte aun  se representaba, aunque en aquellas alturas del Barroco se hacía con figuras humanas, representando la Muerte, el Diablo y el Arcángel.

Sigue la descripción: "Después, el Sepulcro escoltado por cuatro soldados judíos. Centenares de hachas de cera daban comienzo al tercer paso denominado de Nuestra Señora. En primer termino el judío sacerdote Simeón y seguíanle personajes simbolizadores del cautiverio de Sanites, de la viuda inconsolable, de la constancia en el sufrimiento, de San Juan, de la Magdalena y cerrando el paso y la procesión, dos llorosos ángeles e iba la imagen de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades, siguiéndola la música de la Real Capilla".

Conforme a otro no menos curioso folleto del año 1742, dice que “los pasos ese año fueron diferentes", lo que pone de manifiesto que los priostes y mayordomos de unos y otros años competían entre sí por el mayor lucimiento para que quede fama de ellos. La procesión de este año la rompía una ronca sordina.

La competición entre las hermandades del Santo Entierro y Ntra. Sra. de las Tres Necesidades y la de la Soledad se trocaba en acaloradas rivalidades  entre ambas hermandades del Entierro y de la Soledad por pretender cada una la exclusiva de procesión oficial del Entierro e, incluso, cuando se encontraban en la calle para determinar cual de ellas franqueaba el paso a la otra. El asunto al final era encomendado resolverlo a golpes de cirios entre los cofrades y devotos, y sus estandartes de paz se trocaban en banderas de guerra y al final el provisor del arzobispado lo resolvió en el sentido de que las dos hermandades contendientes procesionaran una año y otra el siguiente, simultaneándose cada año. Ello fue impuesto en 1770 por el arzobispo Pedro Antonio Barroeta y Ángel. 
   
Al año siguiente (1771), llegan a un compromiso en otros aspectos, a todas luces obligadas por la autoridad eclesiástica. Ese año se unen en una concordia nombrando dos comisarios, D. Francisco de Medina y Barrera y D. Alejandro Rubio por las Tres Necesidades y D. Vicente Aranda y D. Miguel Marín por la Soledad con poderes de sus respectivas hermandades para suscribir la concordia por la que se comprometían ante el fiscal del arzobispado, elevando dicho compromiso a escritura pública para prohibir "...perpetuamente escuadrón de armados, ni aun con el título de piquetes, para que por ese medio quitar inquietud de cuerpos y almas...en dicho funeral" . Solicitaban del arzobispo que diera su aprobación 4.

Seguramente, ninguna deseaba prescindir de los "armaos", para no sustraer esplendor y público a sus comitivas procesionales y quedar disminuida ante la otra, por lo que no tuvieron más alterativa que suprimirlos las dos.

Aquellos años serían el final de este esplendor barroco en la procesión, Algunos de estos elementos, como los “armaos”, ya habían sido prohibidos en 1773, "por las muchas burlas que el atuendo de los mismos provocaba en el pueblo" y por las críticas que un informe diocesano de 1769 hace al mucho gasto que ocasionaban estos armados.

No obstante, continuaron saliendo muchos años más en la procesión, porque las prohibiciones y normas de la autoridad eclesiástica normalmente eran incumplidas  a la hora de ponerse en la calle la comitiva procesional y el enojo de dicha autoridad solía resolverse con el pago de una multa a los responsables de la organización de la procesión. La Real Cédula de 20 de Febrero de 1777 va a prohibir los disciplinantes  y empalados y otros espectáculos en las procesiones de la Semana Santa y, con ello los dispendios y competiciones de tiempos anteriores. También la ceremonia del Descendimiento la realizaría la hermandad hasta su prohibición en el siglo XVIII.


Tres Necesidades de Risueño. 1809. Museo Casa de los Tiros 
La Guerra de la Independencia y la Exclaustración del siglo XIX llevarían a las hermandades a una postración  de las que muchas no se recuperarían. Sin embargo, las hermandades del Entierro de Cristo y de la Soledad desde la iglesia del Carmen, dentro de su gran penuria, seguirán procesionando los Viernes Santos del siglo XIX , salvo momentos de convulsión política o social.

Pasada la Guerra de la Independencia, la hermandad volvería a realizar su estación de Semana Santa en alternancia con la Hermandad de la Soledad del convento del Carmen, dejando de salir los años más conflictivos políticamente. Así, en 1827, después de varios años de convulsiones, salió a la calle, correspondiéndole organizar la procesión a la Hermandad de las Tres Necesidades de San Gil. Ese año las chías, reducidas a tres o cuatro, iban acompañando a la Comisión de la Hermandad de la Soledad que fue a visitar a la de las Tres Necesidades, y aportó cofrades y horquilleros, también se les asignó a las chías la misión de acompañar a la Comisión del Santo Entierro para recabar fondos para la procesión entre los granadinos. Era la "pública" de la Semana Santa, como en ese tiempo se denominaba.

Aun en 1840, la alternancia en organizar a procesión se mantenía. Ese año le correspondió a la Soledad, con sede ya en Santa Paula de donde salió a las tres de la tarde. Hasta 1844 no vuelve a haber procesión del Santo Entierro por los conflictos políticos y, ese año, parece que organizada por la hermandad de las Tres Necesidades.

Ambas hermandades del Viernes Santo (Tres Necesidades y Soledad) entrarían en suma decadencia en esa década de los cuarenta del siglo XIX. Eran las únicas hermandades de Semana Santa, junto con la Real Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias, que habían subsistido a las grandes crisis que supusieron la invasión napoleónica, las sucesivas desamortizaciones, especialmente la de 1836, y los movimientos antirreligiosos que se fueron generando en la primera mitad del citado siglo. 

Será hacia 1855, cuando desaparece la alternancia en la organización de la procesión para crear una comisión mixta encargada de organizarla con una procesión única en la que participarían ambas hermandades, quedándose definitivamente en sus templos las imágenes de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades y la del Cristo Yacente o de la “Sábana” de la Hermandad de la Soledad. Ésta acudirá cada Viernes Santo desde Santa Paula a Plaza Nueva para incorporarse a la procesión del Santo Entierro de San Gil, que procesionará todos los años con su Cristo de la Urna.

Eran las dos únicas imágenes que quedaban en la Semana Santa, junto con la salida del Jueves Santo de Ntra. Sra. de las Angustias,  que también abandonaría ese día, para salir el Domingo de Resurrección, día que se estimó más adecuado a su carácter de Patrona de la ciudad.

Nuevo y último cambio de sede

La llamada "Revolución Gloriosa", en 1868, llevó consigo la destrucción lamentable del histórico templo de San Gil, para ampliar con su solar la Plaza Nueva y construir los edificios de su acera izquierda. Las imágenes y el retablo de la hermandad pasaron al cercano templo de Santa Ana, donde se  ubicaron en la cuarta capilla del lado del Evangelio, junto al presbiterio. 
 
Plaza Nueva. Restos del derribo de San Gil
Las imágenes del Resucitado y San Juan Evangelista y las repisas donde se veneraban en San Gil se las donaron por decreto arzobispal de 11 de octubre de 1869 a doña Mercedes  Afán de Ribera, que seguramente permanecerán en el domicilio de alguno de sus descendientes 5.

Escasos hermanos compondrían entonces la hermandad, de la que no se conocen cultos en esta época, aunque en la prensa se seguía aludiendo a ella cuando llegaba la Semana Santa y a la comisión que organizaba la  procesión del Viernes Santo, formada, seguramente, por hermanos, benefactores y personas nombradas por el arzobispado.

Desde  Santa  Ana siguió saliendo la procesión del Viernes Santo a lo largo del final de la centuria de Ochocientos, formando con la Soledad, que sufría iguales penurias, la única procesión de la Semana Santa. A esta única procesión se le fueron sumando diversas imágenes de notorio mérito artístico y devocional, hasta formar, en 1909, lo que se dio en llamar la Procesión del Santo Entierro Antológico, inicio y germen de la recuperación de la Semana Santa de Granada que hoy conocemos.

Dicho Santo Entierro Antológico se disuelve en 1925, por haberse reorganizado las dos hermandades subsistentes: Santo Entierro y Soledad en 1924 y 1925, respectivamente y haber empezado a fundarse otras más como la del Santo Vía Crucis, la Humildad o la del Silencio.



Reorganización o refundación de la Hermandad del Santo Entierro o Santo Sepulcro

1924 fue el año de la recuperación definitiva de la hermandad con nuevas reglas, si bien, hubo otro intento, reflejado por la prensa de la época, de hacerlo en 1910.

Sin embargo, la hermandad aunque siguió tributando cultos y procesionando al Cristo Yacente en la urna, la imagen de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades, quedó en su capilla de San Gil y después en Santa Ana sin culto alguno, al menos, desde que se formó la procesión única del Santo Entierro.

En las nuevas constituciones de 1924 no aparece la advocación de Tres Necesidades y sí la de Soledad del Calvario, optando la hermandad por esta nueva imagen mariana, debida a la gubia del insigne escultor del Siglo de Oro granadino, José de Mora. Esta sublime imagen de María al pie de la Cruz, con las manos cruzadas sobre el pecho, variándose, de esta forma, por su propio autor su postura primitiva ( las tenía avanzadas delante del busto) para que no ocultaran la exquisitez de su excelso rostro.  



Soledad del Calvario. Virgen Servita

 Esta portentosa imagen, procedía del Oratorio de San Felipe Neri (Perpetuo Socorro) y era la titular de la Hermandad de los Servitas de Granada, para la que José de Mora hizo la imagen con el título de Ntra. Sra. de los Dolores.Tras la exclaustración de los Padres del Oratorio en 1836,  parece que pasó con su hermandad a la iglesia de los Santos Justo y Pastor y de allí a la de Santa Ana.

No se perdería para la Semana Santa, no obstante, la bellísima imagen de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades de Risueño, pues en 1928 se fundó con ella la Cofradía de Penitencia de Ntra. Sra. de la Esperanza, dándole esta nueva advocación a la imagen (Hoy hermandad de Jesús del Gran Poder y Ntra. Sra. de la Esperanza), en cuyo magnífico paso de palio nos asombra cada Martes Santo con su sin par hermosura. 

Al Señor Yacente del Santo Entierro o "Señor de la Urna" le ha seguido dando culto y procesionando por su hermandad cada Viernes Santo desde entonces seguido de la nueva titular, la Soledad del Calvario. El paso del Santo Sepulcro se vio enriquecido, tras la reorganización de la hermandad, con un "trono" de caoba y plata sobre el que descansa la urna, realizado en 1928 por el escultor de la neo-escuela barroca granadina D. José Navas Parejo, natural de Álora, que afincó su taller en Granada.   

Sin  embargo, dado que este blog se dedica a las antiguas hermandades de Granada, nos detendremos en este trabajo en la época de la reorganización de la hermandad, es decir, en  1924. Su trascurso desde esa época a nuestros días no lo abordaremos, dado que su extensión alargaría excesivamente este artículo, ya de sí extenso.


Esperanza de Risueño, antigua Tres Necesidades


Paso de palio de la Esperanza de Granada, antigua Tres Necesidades

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 1. DE LA CHICA BENAVIDES, PADRE. Gazetilla Curiosa o Semanero Granadino...Papel Nono 1764.
2. ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 8F, pieza nº 7.
3. ARCHIVO HISTÓRICO...legajo 8F, pieza nº 4.
4. ARCHIVO HISTORICO DEL ARZOBISPADO..., Legajo 17 F, pieza nº 71.
5. VILLENA DELGADO, Joaquín y  Antonio, Arte y Tradición en la iglesia parroquial de Gil y Santa Ana. Inventario de su patrimonio. Vol. II, Pág. 70.



martes, 17 de septiembre de 2013

VENERABLE HERMANDAD DEL STMO. CRISTO DE LA LUZ (Hermandad Pasionista)




Antonio Padial Bailón


LA LEYENDA

Estamos ante la historia de una devoción de las de más solera y antigüedad de la ciudad de Granada; quizás, por ello se envuelven sus orígenes ciertos aires de misterio y leyenda, como suele ser habitual en estas devociones tan antiguas. A ello, hay que unir las especiales circunstancias en las que aparece, cercano su origen al recién conquistado Reino de Granada a los musulmanes y la necesidad de, por un lado, recristianizarlo, y por otro, demostrar la antigüedad de su cristianización.
Para aquellos repobladores cristianos, el Islám había sido un largo y doloroso paréntesis del que había que deshacerse cuanto antes, para volver a las raíces cristianas antiguas de Granada, remontándolas a la antigua Iliberis ibérica y romana cristianizada por San Cecilio y otros Varones Apostólicos. En este sentido, aunque con su variable de integración cristiano-musulmana, irá todo el entramado que surge a finales del XVI, con el hallazgo de los Libros Plúmbeos y los restos de las catacumbas sacromontanas, en las que fuera, supuestamente, inmolado y enterrado  el Apóstol de la región, San Cecilio.  Asimismo, años antes, en 1588, como preludio, a estos descubrimientos del Sacromonte, se hallan, al derribar el antiguo alminar de la mezquita mayor de la ciudad, llamado Torre Turpiana, un arca de plomo con un pergamino y reliquias de la Virgen, como el paño con el que secó las lágrimas del Jesús en la calle de la Amargura, un hueso de San Esteban, entre otras reliquias.  
En este ambiente de la Granada del siglo XVI,  donde han de convivir, sin que se consiga, una amplia población islámica obligada a convertirse al Cristianismo (moriscos) con los nuevos pobladores cristianos, surge esta devoción y hermandad del Stmo. Cristo de la Luz en la albaicinera iglesia de San Luis de los Franceses, cuya collación era una de las que más población morisca alojaba.



Imagen de S. Luis, que estaba en la hornacina de la portada de la iglesia












Existió una leyenda-tradición, que, entre otros, nos transmite en sus gacetillas el Padre de la Chica Benavides, relatándonos que cuando se demolió en 1526 la mezquita Al-Sahfa o de la Pureza, que servía desde 1501 de parroquial de San Luis, para en su lugar construir una nueva iglesia. En las obras de construcción de la sacristía se descubrió una cueva y, al final de ella, un hueco tapiado en el que los alarifes encontraron una mina de la que salió una voz que decía "Cavad, cavad y hallaréis la luz". Continuaron sus trabajos hasta hallar una  bóveda de ladrillo en forma de sepulcro en cuyo hueco hallaron un Crucifijo de algo menos de una vara de alto, que según de la Chica Benavides, era de la época de los godos, encontrándose la image alumbrada por una lamparilla de plomo encendida. También, hallaron una placa de plomo con una inscripción en la que se decía el día, mes y año en que fue ocultado, creyéndose que fue en la persecución que sufrieron los cristianos mozárabes por los almohades a mediados del siglo XII. 

Estas leyendas eran muy comunes cuando una imagen se ponía al culto con las que se pretendía excitar el culto y la devoción a la misma. Similar leyenda la encontramos en la aparición del devoto Cristo de la Luz de Toledo, con posible influencia de esta devoción en los granadinos del siglo XVI, tal vez traída por toledanos. 


Iglesia de San Luis. Retablo y el Cristo en Cultos


La tradición nos ansmitido que San Juan de Dios fue hermano de la corporación y muy devoto de la imagen, lo que acontecería antes de 1550, año en que falleció el Santo de los Pobres.  


LA HISTORIA

Sin embargo, aunque la devoción era antigua y a esa antigüedad, probablemente, correspondía la de la hermandad, es probable que no tuviera constituciones aprobadas hasta décadas después de su fundación efectiva y que contara dicha hermandad en el siglo XVI con escasos hermanos, en un barrio donde la población era mayoritariamente morisca. Será cuando fueron expulsados los moriscos, después de la rebelión y guerra de 1569 y la que se realizó a principios del XVII, cuando se pudo producir  su aprobación eclesiástica. Curiosamente, Henríquez de Jorquera en sus Anales de Granada, realizados antes de 1646, no menciona a esta hermandad como las que en su época tenían sede en la iglesia de San Luis. No sabemos, si fue por olvido o porque la hermandad atravesara una época de crisis.

Las noticias documentadas de la existencia de la hermandad las tenemos hacia 1668 en que el Papa Clemente XI concede jubileos a quienes confesados y comulgados pidieren al Cristo por la paz entre los príncipes cristianos y la erradicación de las herejías. En este sentido, también los concede Benedicto XIV, hacia mediados del XVIII. Igualmente, los arzobispos de Granada tenían concedidas varias indulgencias a la hermandad. 




Clemente IX (1667-1669)

La gran devoción al Cristo de la Luz, cuya capilla se llenaba de velas y hachas puestas por los fieles devotos, hizo que en 1709 la imagen estuviera, según el Padre de la Chica, muy oscurecido, pues dice que "aquel simulacro estaba muy renegrido", por lo que el beneficiado de la parroquia con aviesas intenciones, como veremos más adelante, ofreció a los mayordomos de la hermandad costear  el retoque o restauración de la imagen. Parece ser, que en el fondo de su "ánimo era  quedarse con la cabeza y manos antiguas, lo que consiguió, mandando labrar otras nuevas y dando orden al artífice para el silencio de aquella maniobra".  

El engaño quedó oculto durante algunos años y fue descubierto en 1733 en el que el Cristo se colocó en una nueva capilla de la iglesia, la primera entrando en el templo a la derecha. Así, una vez terminadas las obras de adaptación de la capilla, se procedió al traslado de la imagen del Santo Cristo y al descenderla para su ubicación en dicha capilla se desprendió uno de sus brazos, que quedó pendiente del clavo que lo sujetaba al madero.


Iglesia de San Luis en su actual estado


Asombrados los mayordomos lo llevaron al Santo Cristo a la sacristía para que lo examinara un escultor, que informó de que aquéllos no eran los brazos auténticos, desprendiéndose, asimismo, la cabeza del Cristo, que estaba asida por un clavo al cuerpo. Dieron permiso al escultor para que lo llevara a su casa a restaurarlo, el cual, consultando a su confesor, éste le requirió para que no tocara la imagen si no era para ponerles sus antiguas piezas. 


La sospecha sobre el autor de la sustracción recayó, inmediatamente, en el beneficiado, al que se le reconvino para que declarara, confesando que había sustraído las piezas por verdadero fervor hacia la imagen y cuya cabeza mantenía decentemente en una urna en su casa y los brazos envueltos en una toalla. Acto seguido, hizo la oportuna restitución de la cabeza y de los brazos de la imagen a la hermandad y el escultor pudo restaurarla con sus originales piezas.

La historia de este suceso tampoco estuvo exenta del consiguiente prodigio o milagro, pues el beneficiado que había robado la cabeza y los brazos, había estado tullido durante 10 años, contándose que a los tres días de devolver lo robado, sanó completamente.



Plano de San Luis de los Franceses


Aspecto de la imagen

Por sus características escultóricas se trataba, dejando a un lado la leyenda, de una talla de Crucificado de mediados del siglo XVI, del estilo de los de Diego de Aranda (al que se atribuyen los Calvarios de la iglesia del Sagrario y de Santa Ana, atribuidos a este escultor renacentista). En esa época, no hacía demasiado tiempo que se había finalizado de construir la iglesia de San Luis, procediéndose en las décadas inmediatas a surtir al templo de imágenes.


Capilla del Cristo de la Luz

Sin embargo, el Padre de la Chica Benavides nos dice que la imagen era de estilo gótico y que en una restauración, la de 1733, se le dio el aspecto con que se mostraba en su época. En la referida restauración la imagen también se barroquiza, añadiéndole elementos como la melena de pelo natural y en las sienes se le colocó una corona de espinas en forma de diadema con la clásica "galleta" o nimbo. También, se cubrió el paño de pureza de talla con un tonelete o enaguilla de tela bordada, de las que poseía varias. 

Su nueva capilla, construida en terreno de la hermandad y agregada a la iglesia hacia 1733, era la primera de la derecha entrando en el templo y se adornó de cornucopias y exvotos. La entrada a la misma la constituía un arco de medio punto cerrado completamente con una cancela de hierro. Dentro de ella estaba un pequeño retablo barroco, realizado seguramente hacia 1733, presidido por la imagen del Cristo dentro de una hornacina cerrada con puerta de cristales. A los lados de la hornacina se componía el retablo de dos calles separadas por estípites entre los que se abrían otras dos hornacinas, una con la imagen de San Juan de Dios, devoto del Cristo,  a la izquierda del Cristo, y otra con la imagen de San Luis de Francia, titular de la iglesia, colocada a la derecha del Crucificado.   

No sabemos que parecido guardaban con la realidad los grabados del altar que aparecen en las estampas antiguas. En ellas, se nos representa al Cristo bajo un dosel redondo rematado con una gran corona, del que parten dos cortinas entre las que está enmarcada la imagen. Dichas cortinas son sostenidas por dos angelotes con una mano, y con la otra, uno sostiene la mítica lámpara que aparece en la leyenda y el otro sostiene un brazo de la cruz. Estas cortinas o velos servían para ocultar la imagen cuando no estaba expuesta a los fieles.



Estampa de 1816 del Cristo de la Luz. Archivo de la Casa de los Tiros


Pronto se hizo famoso en Granada el Setenario que le dedicaba su hermandad en los siete viernes siguientes al Domingo de Resurrección, que normalmente finalizaba a finales del mes de mayo o a primeros de junio, a cuyos actos de culto asistía una multitud de devotos. Este septenario, llamado de los siete "reviernes", finalizaba con una función principal de reglas celebrada el sábado, y la consiguiente multitudinaria procesión con la imagen llevada en andas.

Asimismo, en la primera mitad del siglo XVIII se va a fundar en la iglesia otra hermandad mariana, quizá nacida del tronco de la del Cristo de la Luz, con la misma advocación de éste: la Hermandad de Ntra. Sra. de la Luz. En un trabajo realizado hace algunos años sobre la historia de la Hermandad del Cristo de la Luz sugería que la imagen de la Virgen de la misma advocación podría ser una Dolorosa que se veneraba en la iglesia de San Luis, pero documentos posteriores reflejan que la Virgen de la Luz no era una Dolorosa sino una imagen letífica de la Virgen.

Esta hermandad, independiente de la del Cristo, celebraba sus cultos en ese siglo en el mes de Noviembre con septenario o novena y con una función a la que asistía la capilla de música de la Santa Iglesia Catedral, misa cantada y exposición del Santísimo. Por la tarde, después del Rosario y las letanías, se procedía a procesionarla por las calles del barrio. Normalmente, en las hermandades principales se creaban algunas filiales dedicadas al culto de otras imágenes de devoción de la hermandad. 

La hermandad poseía la propiedad de varias casas contiguas a la iglesia de San Gil y cercanas al aljibe, aun hoy existente. Una de ellas, la contigua a la capilla de la imagen, que la adquirió la cofradía en 1764, pagando un censo a la Hermandad de San Luis, cuyos réditos debía desde 1768 a 1782, por lo que parece que le fue expropiada. Otra casa poseía la hermandad adquirida en 1766 a Alfonso Gómez y María Romero, su mujer, por el hermano mayor, Manuel Alonso de Torres, y por el mayordomo, Salvador de Herrera, siendo secretario de la hermandad Cristóbal M. Vivar. Dicho edificio lindaba con el aljibe y tenía un huerto de 520 varas cuadradas, con árboles, tinaja y dos pilones de agua, que también lindaba con la capilla del Cristo (el contenido de las escrituras de compraventa y los avatares del pleito, serían extensos de reflejar en este trabajo, por lo que nos limitamos sólo a hacerlo constar). También la Hermandad poseía otra casa en la Calle Larga de San Cristóbal, cercana a esta iglesia albaicinera.  

Durante el siglo XVIII, cinco hermandades tenían su sede en la iglesia de San Luis: La del Cristo de la Luz; la de Ntra. Sra. de la Luz; la de Ntra. Sra. de la Paz (procedente de Santa Isabel de los Abades); la de las Santas Justa y Rufina, formada por alfareros, y la del Divino Pastor, que tuvo una vida efímera. La hermandad de San Luis, titular de la iglesia, había pasado a la iglesia de San Antón, donde aun permanece su imagen.   

Pocas noticias se tienen de la hermandad durante la primera mitad del siglo XIX, aunque seguía celebrando sus tradicionales cultos, cuando la situación difícil en los aspectos políticos y religiosos de la época se lo permitían.

De los grabados existentes se deduce que en 1821 era hermano mayor Pedro Velutti o Vilttuti y en 1846 Antonio López, siendo mayordomos: Manuel Jiménez, Antonio Domínguez, Francisco Sánchez, Manuel Álvarez, Rafael Rodríguez y Francisco García. El hecho de tener varios mayordomos era signo de ser una hermandad de amplias actividades. También, en ese tiempo se declaró protector de la imagen el Arzobispo don Blas Joaquín Álvarez de Palma.


En 1839, unos años antes de dejar de ser parroquial la iglesia de San Luis (1842), la capilla del Cristo de la Luz amenazaba ruina por estar podridas las vigas de madera de la misma, descansando prácticamente su tejado sobre la bóveda de la capilla. La obra parece que la realizó el maestro de obras Luis Antonio Alcántara por un presupuesto de 969 reales de vellón (piezas 23 y 24 del legajo 411 del Archivo Arzobispal).

Cristo de la Luz colocado en andas a finales del S.XIX y principios del XX

La procesión del Santísimo Cristo de la Luz parece ser que quedó suprimida hacia la segunda mitad del siglo XIX, quizá por estar un tanto decaída la hermandad; de ello, es indicio el hecho de que la cofradía tuvo que desprenderse en 1848 de una casa, cuya propiedad ostentaba en la calle Larga de San Cristóbal. De todas formas, la devoción se sigue manteniendo, celebrándose en 1853 el septenario en la iglesia del Salvador a donde fue llevada al efecto la imagen del Cristo, al haberse suprimido la parroquial de San Luis, la iglesia permaneció como ayuda de parroquia, permaneciendo en su capilla la imagen del Cristo de la Luz. Sin embargo, su hermandad asistía a las celebraciones de la parroquia y acudía con su estandarte y directivos a la procesión del viático de la nueva parroquia a la que pertenecía, la del Salvador.

En la tarde del lunes día 22 de mayo de 1853 se realizó una procesión para devolver la imagen al templo de San Luis con asistencia del arzobispo y de la banda de música del Regimiento de Artillería. Al año siguiente, vuelve a celebrase el setenario en el Salvador, que lo predicó el párroco de Ntra. Sra. de las Angustias, don Joaquín Romero Saavedra. Al año siguiente, se celebra en 1854 una solemne rogativa para impetrar la finalización de la terrible epidemia de cólera morbo que asolaba la ciudad, y, en 1871, se celebra otra función de desagravio por los sucesos antireligiosos acaecidos ese año. Parece que en los siguientes años no se celebra su procesión por temor a que hubiera perturbaciones, por ser el Albaicín un barrio de conflictos político-sociales.


Guión antiguo de la Hermandad
 

De todas formas,  la hermandad vuelve a conseguir su esplendor habitual a finales de dicho siglo y la procesión se celebró otra vez en junio de 1895, es decir, al final del setenario de los "reviernes" y de la función principal. La descripción de dicha procesión nos la proporciona el que fue hermano mayor de la hermandad don Matías Méndez Vellido, que fue acreditado periodista del Defensor de Granada. Decía que:


       " (...) un tambor seguido de la chiquillería y de los coheteros anunciaba la pública de la procesión del Stmo. Cristo de la Luz para el siguiente Domingo, a fin de que los piadosos vecinos frieguen sus portales, limpien el cobre, encalen las paredes y barran las calles en honor al Stmo. Cristo, que después de dilatados años de clausura y por un milagro acaecido recientemente, deja su precioso camarín para ser aclamado por un pueblo, que no olvida que su Santa Patrona en la Carrera y San Miguel en el Cerro lo amparan".


       "El Cristo de la Luz es un precioso y antiguo tesoro que se guarda en la iglesia de San Luis (…) y se constituyó su hermandad para anualmente homenajearlo. El Domingo anterior no pudo salir debido a la lluvia (…) subió mucha gente al Albaicín. Batidores de la guardia civil abrían la procesión, niñas con velas adornadas con ramitos de flores; después, la banda de música y las andas de la Virgen entre rosas. Tras de Ella, el clero y las autoridades, y finalizando, la sagrada imagen del Cristo de la Luz pendiente del madero. Todos se arrodillan, y detrás del Cristo, mucha gente. En las Ollerias habita la devota que costea la festividad; colchas y adornos enlucen en los balcones (...). Al terminar la procesión, en las casas que han hecho altares, hay tertulia. El acordeón, abejorro extranjero, sustituye a la guitarra y bandurria".
La descripción es sumamente detallista y, de ella, se deduce que con el Cristo se procesionaba la imagen de una Virgen, no sabemos si dicha imagen sería la de la Dolorosa de la iglesia o la letífica de Nuestra Señora de la Luz, cuya hermandad es probable que no existiera ya en esta época de finales del XIX o hubiera sido agregada a la del Cristo de la Luz.

No obstante, nos inclinamos a que la imagen que se procesionaba con el Cristo de la Luz era la de la Dolorosa, probablemente propiedad de la hermandad, y ello se deduce de una noticia que da la prensa en el año anterior de 1894, al afirmar que era una imagen que representaba la aflicción de la Virgen:
" (…) la muchedumbre se posterga ante la efigie del Crucificado y de su afligida Madre, cuya capilla la adornan molduras y cornucopias de los siglos XVI y XVII".
La hermandad en esos años finiseculares participaba en actos penitenciales como la procesión del Santo Entierro del Albaicín, que algunos años se realizaba en el ancestral barrio morisco. Así, la mencionada Dolorosa, de la que seguiremos escribiendo más adelante, formó parte en 1882 de la procesión del Santo Entierro que se celebró ese año en el Albaicín con el Cristo del Sepulcro de la iglesia de San Ildefonso, celebrándose en el Salvador con dichas imágenes la ceremonia del Descendimiento o Desclavamiento de la cruz, previa a la procesión.
La Hermandad en el siglo XX

Los cultos se siguen celebrando con esplendidez en los primeros años del siglo XX, siendo hermano mayor don Matías Méndez Vellido, y asistiendo los grandes predicadores de la época, algunos elevados hoy a los altares, como Juan Nepomuceno Zegrí, D. Diego Ventaja, obispo de Almería  y D. Manuel Medina Olmos, rector del Sacromonte y después obispo de Guadix-Baza. A estos cultos asistía la capilla de música de la Catedral, dirigida por Celestino Vila, y, años después, por el maestro Vidal. También, la capilla de música Isidoriana concurría a los cultos de principios de siglo.

 En 1909, el exhermano mayor, don Matías Méndez Vellido, escribía “(...) viene a mi memoria el agradabilísimo recuerdo de los Siete Reviernes consagrados al Stmo. Cristo de la Luz que se venera en el templo histórico de San Luis, donde se veía subir las tardes del Setenario a lo más esclarecido y cristiano de nuestra sociedad (...) ”.

En 1910, la hermandad del Cristo de la Luz, junto con la Sacramental del Salvador, van a organizar el tradicional Vía Crucis del Albaicín, germen de la Cofradía de penitencia del Santo Vía Crucis, fundada en 1917, que también durante algunos años contó con la imagen de aquella Dolorosa. Días antes, se trasladó la imagen de Nuestra Señora de los Dolores o de la Soledad, como también se menciona para aludir a la Dolorosa de San Luis, a la iglesia del Salvador para los cultos de Cuaresma.

El Vía Crucis de 1910, seguramente realizado también en los años sucesivos, partió del Salvador con las imágenes del Nazareno de la ermita de San Miguel y con la citada Dolorosa. Al finalizar el acto quedó el Nazareno en su ermita y la Virgen, acompañada por la hermandad del Cristo de la Luz, en San Luis, donde se le entonó una salve.

Ese año, y desde 1908, dirige la hermandad como hermano mayor don Francisco González Vázquez y, en 1916, será don José Fernández Fígares. La participación con el Vía Crucis consistió en 1917 en levantar los altares de las estaciones en colaboración con la recién fundada hermandad del Santo Vía Crucis. La del Cristo de la Luz construyó en la inmediata placeta de la Cruz de Piedra uno de dichos catorce altares que jalonaban el itinerario de la Cofradía del Santo Vía Crucis, hasta su subida a la ermita de San Miguel en el Cerro del Aceituno. El altar lo presidía la propia imagen del Stmo. Cristo de la Luz, que después se incorporó a la procesión a su regreso a la iglesia del Salvador, cuando el Nazareno quedó en San Miguel Alto. El altar lo continúa levantando la hermandad en los años siguientes, pues, al menos, en 1920 hay noticia de ello.
 

La fama del Cristo motivó que en 1916 el pintor Joaquín Capulino realizara un óleo de la capilla que fue adquirido el Estado para el Museo de Arte Moderno (hoy en el Museo de Játiva) en el que se aprecia la entrada de la misma con arco de medio punto con un festón en la parte superior y la reja alta que la cerraba.


El llegar la Segunda República, en 1931, los sucesos revolucionarios que desencadenaron algunos sectores de la población se iban a cobrar un caro trofeo: el incendio de la Iglesia de San Luis, llevándose, pasto de las llamas, la gran riqueza artística, cultural, devocional e histórica que contenía la mencionada iglesia albaicinera: El Santo Cristo de la Luz. El legado que la ciudad había ido atesorando durante siglos se perdió en una sola noche. Fue la noche del 9 de diciembre de 1933; antes, el 10 de agosto de 1932, la iglesia fue atacada, pero sin éxito, por la llegada a tiempo de los guardias de asalto. Pero el 9 de diciembre consiguieron los revolucionarios de izquierda su propósito. A las diez comenzaron a repicar las campanas avisando del suceso. Un centenar de personas obligó al sacristán a abrir las puertas de la iglesia, reuniendo los asaltantes los bancos en el centro del templo y les prendieron fuego. Todo el tesoro artístico de la iglesia, constituido por archivos parroquiales, imágenes, retablos, cuadros, cornucopias y ornamentos sagrados, fueron destruidos por las llamas, incluyendo la venerada imagen del Cristo de la Luz y de la Dolorosa, que parece que en esos tiempos estaba a los pies del Crucificado. Tan sólo quedaron en pie los muros de la iglesia y la torre, que aún podemos hoy contemplar en el mismo estado en que quedó. Después, fue detenido un grupo numeroso de jóvenes anarquistas, pero la pérdida estaba consumada irremediablemente.


San Luis de los Franceses. Sede primitiva de la Hermandad del Cristo de la Luz


El periódico "El Defensor de Granada" en su número de 10 de diciembre de 1933 nos dice que algunos de los imputados en los incendios del día anterior fueron detenidos, escribiéndose en el citado diario que: "Botellas de gasolina se hallaron en la Calle Blanqueo y se ha detenido a Miguel Peso Ocaña de 20 años que vive en la placeta de Fátima; Francisco Marín Pérez de 22 años que vive en la calle San Luis 20 autores del incendio de las Tomasas; Francisco Melgar Vicente de 19, calderero, que vive en la calle de Molinos que incendiaron los juzgados; Francisco Aguilera Estrada de 21 albañil que vive de la Acera de San Ildefonso; José Rabassa Padilla que vive en la Cruz de Arqueros 3 y es zapatero. Se vieron sorprendidos con botellas en el Callejón del Gato".  


Supuesta imagen verdadera del Cristo de la Cristo de la Luz. En la Casa de los Pisas de la Orden Hospitalaria


Sin embargo, pueden caber ciertas dudas sobre la pérdida de la imagen del Cristo de la Luz. En estos sucesos de incendios de iglesias en la República y en la posterior Guerra Civil, algunas de las imágenes de gran devoción o sus restos fueron escondidas por devotos. En el caso del Cristo de la Luz, existe una imagen en la galería de la Casa de los Pisa que representa a un Crucificado renacentista atribuido a Diego de Aranda, del tamaño del Cristo de la Luz, cuya policromía se perdió por el calor de un incendio, estando actualmente en la madera. Los hermanos de San Juan de Dios tienen bajo la imagen una cartela en la que se denomina como Cristo de la Luz. En el libro de Fray Ernesto Ruiz Ortega editado por la Orden Hospitalaria "La Granada de San Juan de Dios", en su página 86 dice de dicho Crucificado "Esta preciosa imagen de línea gótica y de gran calidad, fue muy venerada por San Juan de Dios cuando se encontraba al culto con la advocación de Santísimo Cristo de la Luz. Tenía constituida cofradía y entre los cofrades estaba el nombre del Santo. Primitivamente fue policromada, pero a ser salvada de un incendio, quedó muy deteriorada y al restaurarla se descubrió la rica madera de nogal de que está hecho y se dejó en su color".        

Si todo ello es cierto y tiene la apariencia de serlo, la imagen, afortunadamente, no se habría perdido. Algún devoto, tal vez el mismo sacristán pudo haberla recuperado de su capilla tras el incendio, llegando posteriormente a manos de la Orden Hospitalaria, cuyo fundador San Juan de Dios, cuenta la tradición que fue devoto  del Cristo de la Luz y hermano de la hermandad.

A finales de marzo de 1937 el Arzobispo - Cardenal don Agustín Parrado visitó el templo con el Delegado de Bellas Artes Fidel Fernández Martínez, realizándose algunas obras de consolidación de los restos de la iglesia. Ese año, pocos días después la Hermandad recuperó los tradicionales cultos de los "reviernes", aunque esta vez los celebró en la iglesia de San Cristóbal. En los años siguientes de 1938, 1939 y en los años cuarenta, la hermandad celebra sus cultos con una función de desagravios en la iglesia de San Bartolomé, interviniendo don Juan Cuenca, el canónigo del Sacromonte D. Angel Guevara Horcas, el que después sería arzobispo de Granada, don Rafael García y García de Castro, don Alberto Gómez Matarín, párroco del Salvador, entre otros. En estos años y quizás en la mayor parte de los anteriores del siglo no se celebraría la procesión.

La hermandad, ante la falta de imagen, encarga en 1935 al escultor y profesor de la Escuela granadina de Bellas Artes, Sr. Martínez Olalla, la ejecución de un nuevo Crucificado de tamaño similar al antiguo. 


1949. La Hermandad con sede en San Bartolomé

En los años cincuenta del siglo XX, nos encontramos a la hermandad celebrando sus cultos en la iglesia del Salvador, tal vez por las pésimas condiciones en que quedó la de San Bartolomé. Más tarde, en 1956, pasa al convento de Santa Isabel la Real, donde permanece hasta principios o mediados de los años setenta, y ya, en 1979, se traslada otra vez la hermandad, dejando el Albaicín, al convento de las Carmelitas Calzadas "Calabaceras", donde parece ser que aún permanece y venera a la actual imagen, celebrándole su tradicional septenario, que, al menos, hasta hace poco tiempo ya no consistía en los "reviernes" sino que se realiza en Cuaresma en los siete días sucesivos.


CRISTO DE LA LUZ EN LOS CULTOS DE 1992 EN LAS CARMELITAS CALZADAS

A los pies del Cristo en 1992 se había colocado una Dolorosa bellísima de la Escuela Granadina, hoy en la clausura del convento. Esta Dolorosa parece que es la que hasta hace unas décadas se veneraba en la iglesia de San Ildefonso y que en los años sesenta realizaba el Viernes Santo un Vía Crucis por la Calle Real junto al Crucificado de la parroquia de Nuestra Señora de las Mercedes, antes también en San Ildefonso. Ambas imágenes pueden proceder del vecino convento de la Merced, que desde la Desamortización tiene uso militar.

En la actualidad, sigue subsistiendo con renovados hermanos esta antiquísima hermandad del Cristo de la Luz, tan venerado en otros tiempos por los granadinos y, especialmente, por los albaicineros.



Cristo de la Luz con actual sede en la iglesia de las Carmelitas Calzadas

Con el presente trabajo se trata de recuperar la memoria histórica de este devoto Crucifijo de la Luz y de su hermandad, que no debe perderse por formar parte de la historia de la ciudad y de las ancestrales devociones granadinas. El templo de San Luis gótico-mudéjar, situado en un barrio universal, como el Albaicín, protección de la Unesco, lleva arruinado ochenta años, sin que en este dilatado tiempo, ningún organismo del Estado, ni de la Comunidad de Andalucía, se haya interesado en su recuperación, quizá no excesivamente costosa por las dimensiones del templo, cuando tanto dinero ha sido despilfarrado en estos pasados años. Ello denota la más absoluta falta de sensibilidad cultural y un asombroso desprecio a dichos valores culturales e históricos que aqueja a aquellos que nos rigen y nos han regido.  

 De enorme arraigo entre nuestros antepasados, la devoción al Santísimo Cristo de la Luz traspasa las fronteras de nuestro municipio y son muchas las localidades granadinas que cuentan con imágenes de esta advocación, como Alamedilla, con fiestas de moros y cristianos, Darro, Castillejar, Guadix, cuya hermandad es de penitencia, Vélez, Mairena y en la almeriense de Dalías.                                                                                   

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Fuentes

Padre Francisco de la Chica Benavides "Gacetilla Curiosa..."
Archivo Histórico del Arzobispado de Granada
Prensa local siglos XIX,XX y XXI.