miércoles, 22 de junio de 2016

HERMANDAD DE LA VÍA SACRA Y HOSPITALIDAD DEL SEÑOR DE LA EXPIRACIÓN Y SAN JOSÉ DEL BEATERIO DE SANTA MARÍA EGIPCIACA








Antonio Padial Bailón

La hermandad de la Vía Sacra del convento de Recogidas o de Santa María Egipciaca fue, tal vez, la última hermandad de vía sacra fundada, de las muchas que existieron en Granada. Eran hermandades cuasi penitenciales, cuyo origen y proliferación ya hemos estudiado en otras hermandades de este carácter, tratadas en este blog. 

La hermandad se fundó el día 1 de noviembre de 1819, día de Todos los Santos, en el Convento de San Antón, de frailes Terceros Franciscanos, tomando como patrono a San José, y probablemente, concretándose dicha advocación en la imagen del santo realizada por algún escultor del círculo de los Mora, que existe en dicha iglesia con capilla propia.

San José, del círculo de los Mora, de la iglesia de San Antón

La iniciativa en la fundación de la hermandad se debió a Antonio Salvador Fernández, con la idea de crear una hospitalidad para la cura de hermanos enfermos pobres y la práctica de la Vía Sacra, llevando procesionalmente por ella a un Crucificado. 

De los datos de los libros que se conservan de esta hermandad se nombra, como lugar final de la vía sacra, el Santo Sepulcro, sin que se indique a cual de las tres ermitas que existían en Granada con este título (Sacromonte, Rebites y Alhambra) conducían su vía sacra. 

Lo más lógico es, que habiéndose fundado en el convento de Franciscanos Terceros de San Antón, la ermita a la que se encaminaban fuese la del Santo Sepulcro de su propiedad. Esta ermita ubicada en el Cerro de los Rebites, sobre el valle del Genil, en el hoy Serrallo, fue levantada por los citados franciscanos, al igual que la de San Antón, el Viejo y la del Pretorio, en el callejón de su nombre. A estas ermitas iba, desde antiguo, la Hermandad de la Vía Sacra de la Órden Tercera de seglares, radicada en San Antón (que se subió en este blog en mayo de 2013). 

Ermita del Santo Sepulcro de los Rebites, sobre el río Genil. Los Mártires en la colina de la derecha 

La hermandad salió para la vía sacra por vez primera el día 2 de enero de 1820, y podemos recrear como sería aquella procesión, siguiendo los datos de gastos de la hermandad. Primeramente, se sabe que la hermandad colocaba dos velas al Santo Cristo, a cuya imagen se daba culto en la iglesia de San Antón desde el mismo inicio de la hermandad, pues el gasto de esas velas es de 14 de noviembre de 1819.

¿Qué imagen pudiera ser la del Cristo Crucificado, que habría sido ofrecida por los Terceros para que le diera culto la hermandad? Probablemente, sería un crucifijo de tamaño académico fácil de llevar con un correaje, que se ataba a la cintura del hermano o fraile que lo transportara. De entre las imágenes de este tamaño hay una en la iglesia que está rematando el retablo de la capilla de Ntra. Sra. de los Remedios o de los Ángeles, la tercera de la izquierda, entrando al templo. Está formando Calvario, con las imágenes realizadas en pintura de la Dolorosa y San Juan.

La imagen se sabe que era del convento de San Antón, porque la hermandad confesaba no tener Crucificado y haber retocado el que le prestaron los frailes: retocar al Señor del Orden Tercero de San Antonio Abad, por no tener esta Santa Vía Sacra Crucifijo y valernos del Orden Tercero para ofrecerla.


La procesión se iniciaba con una campanilla a modo de muñidor y con una cruz, que le costó a la hermandad 24 reales de vellón, y dos faroles sobre astas de palo; después los hermanos con velas iban alumbrando al Señor Crucificado de la Expiración, llevado con un correón, para cuando sale para el Santo Sepulcro de la Vía Sacra y flanqueado por dos faroles grandes para ir junto al Señor, y que costaron el triple de los de cabecera y eran de vara alta.

Pronto empezaron a surgir problemas entre la hermandad y los frailes terceros de San Antón, que parece que no estaban de acuerdo con que se andara la vía sacra nada más que por el claustro del convento, como así tuvieron que hacer el 7 de mayo de 1820. Quizás estuvo en el fondo del conflicto para utilizar esta vía sacra de los Rebites, el contar dicha vía sacra con una hermandad (como se ha dicho), la de Jesús de la Humildad y Trabajos, de terciarios seglares de la Orden, protegida de dicha Orden, que era la propietaria de la vía sacra, llamada también del Pretorio.

Después de la celebración de la vía sacra por el claustro en el mes de mayo de 1820, la hermandad la volvió a celebrar el 17 de septiembre de ese año, no sin padecer de una verdadera persecución por parte del prior del convento de San Antón, por lo que la hermandad decidió suspenderla, después de realizarla otra vez por el claustro el día de los Santos, 1 de noviembre de 1820.

La hermandad, como consecuencia de este conflicto y para evitar discordia con los Terceros de San Antón y que los hermanos siguieran practicando la vía sacra, tuvo que buscar nueva sede donde ubicarse, y lo hizo el domingo día 1 de abril de 1821, tomando ubicándose en la cercana iglesia de la Magdalena, que entonces estaba situada en la calle de Mesones (1). 

Antigua iglesia de la Magdalena vista desde la Plaza de Bibrambla

En esta iglesia la hermandad estableció como culto la predicación durante siete domingos por la cuaresma y siguientes de un Septenario de las Siete Palabras, así como, cultos semanales en los viernes del año. También se adquirieron 16 cruces, que no tendrían otro objeto que ser llevadas penitencialmente por los hermanos en la vía sacra.

Al tomar como sede la Magdalena, tuvo que desistir de la imagen del Crucificado, que era propiedad de los Terceros en San Antón, pero siguió dándole culto a otra imagen y, seguramente, practicando con él la Vía Sacra desde la parroquial de la Magdalena, pues se anotan nueve libras y media de cera para el manifiesto y el altar del Señor en las Siete Palabras

Pero no sabemos a qué Crucificado se le dio culto en la Magdalena, pues la hermandad, como se ha dicho, no contaba con imagen propia. En aquella antigua iglesia había dos Crucificados que pasaron a la actual iglesia: el Cristo de la Esperanza, que contaba con hermandad, y el Cristo, que tenía la advocación de la Salud. Este último, fue titular de una efímera cofradía de  mancebos, fundada en el siglo XVIII con el título de Santo Cristo de la Salud, y podría ser la imagen a la que dieron culto en la Magdalena.


En un inventario de 1769 de la parroquia antigua de la Magdalena existían dos Crucificados inventariados: el Cristo de la Esperanza y el Cristo de la Salud (2), los dos con las hermandades citadas y ambos pasaron a la actual Magdalena. Por ello, pudo ser el de la Salud, con el que unos mancebos, según el Padre De la Chica, habían fundado en 1747 una hermandad, con constituciones de 1748, que desapareció en 1804 (3)


Tras el paso de las imágenes, hacia 1839, de la antigua iglesia a la nueva, en el convento de las agustinas, (pasaron las imágenes de todas las cofradías y las restantes del templo), esta imagen del Santo Cristo de la Salud, hubo de pasar también a la actual Magdalena y pudiera ser el Crucificado que se venera hoy en la capilla de la Virgen de la Cabeza, de tamaño acorde para procesionarlo en la vía sacra. 


No duraría, tampoco, mucho tiempo la hermandad de la vía sacra en la parroquial de la Magdalena, primordialmente por oposición de la Hermandad del Santo Cristo de la Esperanza y Vía Sacra, que se había fundado hacía más de cien años en dicha parroquial. Esta hermandad a mediados de junio de 1821 se opuso, esencialmente, por razones económicas a la permanencia de la nueva hermandad en aquella iglesia parroquial:

" (...) habiéndose opuesto los hermanos del Santo Cristo de la Esperanza de dicha iglesia a que esta vía sacra siguiese recogiendo en las cestas la limosna y que si se pedía fuera para su capilla".

Buscaron los hermanos nueva sede, encontrándola en la iglesia del Beaterio de Santa María Egipciaca, también cercana, que era de arrecogida de mujeres, llamadas de mala vida. Desde éste monasterio la hermandad sacó la vía sacra el día de la Santísima Trinidad de 1821.


Iglesia del Beaterio de Santa María Egipciaca, en calle de Recogidas con el edificio Olmedo en Puerta Real al fondo. La Foto ha de ser de los años cincuenta

La Madre María Luisa del Carmen, rectora del beaterio, autorizó a la hermandad a establecerse en el mismo. La corporación, inmediatamente, nombró directores espirituales y para presidir las sesiones de la junta a Fray Francisco Estébanez  y a Fray Francisco de Paula Molina. El primero era fraile franciscano descalzo del convento de San Antonio y San Diego, y el segundo, era tercero franciscano de San Antón.

Al ser el Padre Estébanez franciscano descalzo, la hermandad varió el destino de su vía sacra para llevarla al convento de San Antonio y San Diego (hoy desaparecido y donde estuvo enterrado el gran escultor, José de Mora), situado en la Cuesta de San Antonio, junto a la muralla de Fajalauza, y cerca de la antigua carretera de Murcia. 

Dada la cercanía de Santa María Egipciaca con el convento de trinitarios descalzos de Ntra. Sra. de Gracia, se unió con el Rosario de Ntra. Sra. de Gracia, para realizar la vía sacra el día de Todos los Santos, uno de los que la hermandad tenía la costumbre de andarla. En esta ocasión, salió con 24 cirios, para ir al convento de San Antonio y San Diego. A la misma asistieron los cantores de Ntra. Sra. de Gracia y unos tambores que parece que se utilizaban como pública.

En sus principios, la hermandad no contaba con reglas, pues al llegar al Beaterio de Santa María Egipciaca, lo primero que hizo el día 8 de julio fue aprobar sus estatutos y nombrar hermano mayor a Antonio Salvador, verdadero sostén de la hermandad, y dos ayudantes: Francisco Leal y Josef Moleón. 

También se formó un cuerpo de Voluntarios de la Hospitalidad para atender a los hermanos enfermos y que se creaba en ese momento, estando formado por los dos directores espirituales, los tres rectores y 36 hermanos.

Una de las estaciones que aún perdura en la Cuesta de San Antonio de la vía sacra

Eran tantos los hermanos que acudían al hospital, cuya ubicación no se precisa, que han de tomar decisiones restrictivas de acuerdo con la escasez de medios con que se contaba, y determinando, que cuando un hermano estuviese enfermo se avisase al médico y este en su examen, informara sobre si la enfermedad era grave a leve, para atender sólo a las de carácter grave. También se acordó que la cera que se gastase en la vía sacra la abonaran los hermanos y no la hermandad, para no gravarla.

En 1822, se consiguió del arzobispo que concediera tres días del Jubileo de las 40 Horas; también se recogían limosnas durante la vía sacra y en la puerta de la iglesia en las misas que se celebraban los cuartos domingos de mes. La función se oficiaba en el mes de junio, parece que el día de la Santísima Trinidad, en el que se adornaba el altar del Señor con velas y colgaduras, asistiendo la capilla de música de la Catedral. También, se realizaban cultos en Cuaresma con sermones el Domingo de Carnaval y el resto de dicha Cuaresma.

Asimismo, de las cuentas se deduce que seguían sacando la imagen de un Cristo, que solía llevar un fraile secularizado, Sr. Borrego (hay anotación del coste). Al establecerse en el Beaterio de Santa María Egipciaca, como en las demás otras sedes, darían culto a algún Crucificado de dicho Beaterio, sin que sepamos a qué imagen procesionaban en la vía sacra desde este monasterio. 

Crucificado siloesco de Santa María Egipciaca, hoy en el Colegio "El Carmelo"

A poco más de un año de haberse establecido la hospitalidad se hicieron hermanos 57 personas, que daban de cuota 4 reales de vellón. Hemos de tener en cuenta que en esa época no existía más sanidad pública, que la que ofrecían los hospitales de las hermandades (Corpus Christi, Refugio, San Sebastián, las Angustías, la Tiña, Santa Ana...etc., o el ligado a la Orden de San Juan de Dios). Asimismo, durante el mes de octubre se decían misas a los hermanos difuntos.

Durante 1823 y 1824, la vía sacra se recorría todos los domingos en los meses de marzo y abril; seguramente, por tratarse de los meses en los que se celebra la Cuaresma y Semana Santa; si bien, por reglas debía de hacerse todos los domingos y festivos, además de los viernes. 

Ese último año, se le puso al Cristo un palio color morado, probablemente de los llamados de respeto, que costó 79 reales, escoltando a la imagen cuatro soldados realistas, que fueron pagados; también se pagó al sacerdote que llevaban el correón con para sostener al Cristo.


Las monjas del Beaterio, guardaban hermandad con la de la vía sacra, de modo que si alguna moría, aparte de las exequias y comunión por su alma se salía en vía sacra.

Esta hermandad, que llegó a tener, al menos, 140 hermanos, probablemente, dejaría de existir en los siguientes años por falta de recursos para costear la hospitalidad, pues había enfermos, que después de curarse, se borraban de la misma, con una picaresca que solía ser muy común. También, contribuiría a su fin, la convulsión que representaron para las órdenes religiosas y cofradías los años de la desamortización y exclaustración de mediados de la década de los años treinta del siglo XIX. 

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1. ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, Libros de Archivo, caja 38 nº1.

2. AHAG, legajo, 97 R, 5, pieza 22.

3. DE LA CHICA BENEVIDES, La Gazetilla Curiosa..., Papel X, hoja 2. Granada 1764, y LÓPEZ MUÑOZ, Miguel Luis, Cofradías de la Parroquia de Santa María Magdalena..., p. 129.

4. ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, Libros de Archivo, caja 38 nº1.

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