jueves, 24 de octubre de 2013

HERMANDAD DEL SANTO CRISTO DE LA YEDRA ( Ajeros)






Santo Cristo de la Yedra de Granada. Foto de D. Héctor Olmedo Sánchez.


Antonio Padial Bailón

La Antigua y Venerable Hermandad del Santo Cristo de la Yedra, es una de las pocas hermandades granadinas que logró sortear las difíciles circunstancias históricas que llevaron a la desaparición de la mayor parte de las corporaciones cofrades granadinas, manteniéndose vigente hasta mediados del siglo XX. Aun hoy, aunque desaparecida ella y su ermita, está aun canónicamente viva y su imagen se conserva en la capilla del Colegio Cristo de la Yedra, detrás de donde estuvo enclavada su bella ermita, al final de la Calle Real de Cartuja.

El Barrio de la Calle Real, cuyos vecinos, dedicados la mayoría, hasta hace pocas décadas, a las labores de la agricultura en la Vega de Granada, se les llamaba "ajeros", por el cultivo de esta plata liliácea de tan excelente calidad en nuestra Vega. En contraposición, a sus vecinos del Barrio de San Lázaro, que se les denominaba con el mote de "cebolleros", como cultivadores de cebollas, no menos apreciadas.

Barrios de rivalidad ancestral, como es común entre lo que nos es vecino. Barrios de extremada convivencia entre sus habitantes, como si de pueblos se tratara, parientes más o menos lejanos muchos de ellos. Ambos barrios pertenecían a la feligresía de San Ildefonso, extramuros de la ciudad, hasta los años setenta del pasado siglo. 

Ambos barrios también tenían su patrono. El de San Lázaro, era la Virgen de Consolación y el de la Calle Real, el Santo Cristo de la Yedra a los que dedicaban fiestas y verbenas muy concurridas hasta los años cincuenta del pasado siglo. Nuestros padres y abuelos habrán disfrutado de ellas en unos tiempos en los que las gentes se regocijaban con estas convivencias y manifestaciones populares.

  
Calle Real de Cartuja. Fondo Ermita del Cristo de la Yedra. Foto proporcionada por Goyo
 La Ermita y el Cristo de la Yedra

Antes de construirse la ermita, en el lugar se erigía desde el siglo XVII una cruz de madera levantada por los devotos vecinos a la que Enríquez de Jorquera califica como "...la gran cruz de la calle Real, bien corpulenta y curiosa y se le celebra gran fiesta", en el día de la Invención de la Santa Cruz y a la que adornaban de flores, según señala el Padre de la Chica Benavides. Cruz que tenía fama de milagrosa. 

Aquel sitio era donde  se iniciaba el camino de Alfacar y la salida, por tanto, a los terrenos de cultivo de la alta Vega. También, detrás, los cartujos habían construido algunas décadas antes el monasterio de Cartuja, en el bello paraje de Ainadamar o Fuente de las Lágrimas, terrenos regados por la gran acequia, que partía unos kilómetros arriba, de la Fuente Grande de Alfacar, abastecedora de agua al Albaicín y sus cármenes desde épocas musulmanas. También a los famosos cármenes de Aynadamar, fincas de recreo de aristócratas y potentados nazaríes, en los terrenos del hoy Campus Universitario y de la Cartuja.

Aquella cruz levantada a final de la calle Real fue sustituida hacia 1708 por una ermita, levantada por los vecinos, que por estar distantes de la iglesia de los Capuchinos y de la parroquia de San Ildefonso, les era incómodo acudir a dichos templos los días de la canícula veraniega y los lluviosos del invierno.

Después de vencer la oposición del párroco de San Ildefonso, que se negaba al establecimiento de la ermita, el arzobispado le dio licencia a la hermandad para su erección. Terminada de construir, a ella trasladaron la Cruz de madera venerada y la efigie del Crucificado de la Yedra, imagen de finales de la segunda mitad del siglo XVII, a la que habían venerado los "ajeros", se decía, desde tiempo inmemorial.

La ermita se edificó en estilo neoclásico, según el gusto arquitectónico del momento, con planta rectangular, labrándose para presidir el presbiterio un pequeño camarín que sobresalía del edificio en su parte posterior, que daba a la carretera de Murcia, donde alojaron la imagen del Crucificado.


Sin embargo, esta ermita primitiva no fue la que llegó (y que yo he conocido) hasta tiempos relativamente recientes. En 1811, la ermita construida en 1708 sufrió el embate de un temporal que la dejó en ruinas y tuvo que ser reedificada en 1818 con cierto parecido a la de San Miguel del Aceituno. Probablemente, para su reedificación se aprovecharon algunas partes servibles de la antigua.

La construida en 1818 estaba formada, por una fachada neoclásica con espadaña y un pequeño frontón, con pináculos de adorno. Sobre la puerta existía una ventana para iluminación del interior y flanqueando ambas y dos ventanas mas pequeñas a los lados de la puerta, cuatro pilastras de ladrillo, que llegaban hasta la cornisa. Junto a la ermita se levantaba en su parte izquierda la vivienda del sacristán y la sacristía.


Plumilla de la ermita de la Yedra.1940

El inicio de la devoción lo cuenta el Padre de la Chica Benavides, tomándolo, en 1764, de los relatos de personas que habían vivido dicho inicio; y cuenta que "...habiendo un Crucifixo de gran devoción con este título a media legua de Baeza...a donde acuden muchos Christianos en Romería, acordó alguno que se le diese este mismo nombre, por devoción que tendría a aquella Soberana imagen". Luego, parece ser, que la devoción granadina al Cristo de la Yedra procedía de algún o algunos devotos del Cristo de Baeza, que contando en Granada con la imagen de un Crucificado le dieron tal título.

La imagen del Cristo de la Yedra es un Crucificado de la Escuela Granadina de finales del siglo XVII o principios del XVIII. Gracias a unas bellas fotografías actuales de D. Héctor Olmedo  Sánchez, podemos apreciar mejor las características de la imagen.

 
Esta imagen, según mi criterio, se podría encuadrar en la producción de los Moras. Por esa época los dos talleres más significativos en Granada, especialmente a principios del XVIII, eran: el de José Risueño Alconchel, aunque sus imágenes documentadas o atribuidas, poco tienen que ver con este Crucificado; el otro, el de los Mora. José, Diego y Bernardo "el Joven".

El idealizado patetismo de los Cristo de José de Mora, creo que lo alejan de este Crucificado de la Yedra de factura más mórbida y suave. Sí, por el contrario, se acerca a las imágenes cristíferas de su hermano Diego de Mora, muy activo a principios del XVIII. Observemos el rostro de los Nazarenos, que en los últimos años se le atribuyen (Nazareno de San Antón, de las agustinas del Corpus Christi, de Talará...etc. y, especialmente, de Jesús del Rescate. Creo que la mano de este maestro puede estar en la imagen por sí o en colaboración de algún discípulo de su taller. La boca pequeña y carnosa, con labio superior picudo, moratón en la mejilla izquierda, que en el caso de la  Yedra  llega a deformar el pómulo, presenta cierto paralelismo con el Rescate. Que yo conozca, podría ser el único Crucificado que se podría atribuir a Diego.

Añadir leyenda

Nos queda Bernardo de Mora "Joven", hermano de los anteriores, del que poca o casi ninguna producción se le conoce. Bien pudiera estar su mano en algunas de las imágenes atribuidas a su hermano Diego, tal vez el Cristo de la Salud de la Magdalena.   


Jesús del Rescate de Granada. Atrib. Diego de Mora
Junto al Cristo de la Yedra, la hermandad fue adquiriendo algunas otras imágenes, como la de San José y la de Ntra. Sra. de los Dolores y además dos cuadros: uno de la Anunciación, que encargaron a Jerónimo de la Cárcel y otro de la Asunción de Jacinto de Molina y Mendoza. 


DOLOROSA DE LA YEDRA. Foto. Héctor Olmedo Sánchez. 2013



La imagen de la Virgen, así como los dos querubines de bella policromía que se encuentran en su peana, se realizarían probablemente en la última mitad del siglo XVIII. Hoy la Virgen, que necesitaría ser vestida adecuadamente, se guarda en la sacristía de la nueva ermita y Colegio Cristo de la Yedra.

Asimismo, la imagen de San José al que daba culto y procesionaba la hermandad es una imagen del último barroco, seguramente de uno de los imagineros de mas renombre de la segunda mitad del XVIII ( ¿Felipe González Santisteban?).


San José de la Hermandad de la Yedra. S. XVIII. Foto Héctor Olmedo Sánchez 2013
La hermandad celebraba la misa semanal de los domingos y días festivos y  le dedicaba al Cristo una función solemne, también anual, en el segundo domingo de octubre, precedida de un triduo los días anteriores con jubileo.

Pronto consigue indulgencias papales durante el pontificado de Clemente XI (1700-1720) con 200 días a todos los que rezaren un credo ante la imagen y otros 200 a los que hicieren actos de Fe, Esperanza y Caridad y otros 200 a los que confesados y comulgados participen en los cultos y procesión y los hagan por la paz. Otras indulgencias se las concedió Pío VI a principios del XIX a los fieles que confesados y comulgados visitaren la ermita la víspera del día 29 de septiembre, hasta la puesta del Sol de día 30. 


Patente de hermano de 1872, con las indulgencias papales, derechos y obligaciones

También era una hermandad de sufragios y entierro de hermanos difuntos, asistiendo al funeral y traslado con el estandarte, doce faroles y dos cirios, doble de campanas y pago de portadores, tres misas de luz y seis rezadas y media libra de cera para el velatorio. Cuando el difunto tenía el cargo de oficial de la hermandad se aumentaba la dotación en cuatro cirios más y una libra de cera. Igual comitiva iría para llevar el viático a los hermanos enfermos.

A veces, se la consideraba como una hermandad de ánimas y así, en 1776, la autoridad eclesiástica comunica a el hermano mayor Blas Hernández y al mayordomo Roque Crespo que  no pidan limosna para las ánimas fuera de la circunscripción de su parroquia.

En 1750, al iniciarse la procesión que anualmente se celebraba y en la que el Cristo recorría el barrio, se produjo un suceso que en la época se calificó de milagroso. Tal hecho fue: que saliendo el Cristo de la ermita y estando la campana repicando se desprendió ésta de la espadaña, en el momento en que en la puerta había muchas personas contemplando la procesión. La campana quedó enganchada  en la cornisa del templo y, con ello, se  evitó un luctuoso suceso. Todos los asistentes lo achacaron a la protección del Cristo de la Yedra. 

También, en 1764, se creyó milagro de la imagen el hecho de que cuando concluyeron las trece misas de aguinaldo que celebraba la hermandad los días antes de Navidad, en cuyas misas se encendieron seis cirios y cuarenta y dos velas para alumbrar a la imagen, al contabilizar la merma de la cera gastada se encontró que ésta solo había mermado una cantidad insignificante.  
La hermandad en el siglo XIX. Las fiestas de un barrio

Finalizada la reedificación de la ermita, el siglo XIX va a constituir una época de esplendor para la hermandad. Las fiestas del barrio con motivo de la procesión y cultos al Cristo de la Yedra, con toda seguridad se iniciaron con brillantez en el siglo XVIII, y, tras la reedificación de la ermita, dichas fiestas fueron costadas por los jóvenes de barrio, llegando las celebraciones a su culmen en la segunda mitad del XIX, siglo muy dado a estas manifestaciones populares y romerías.

En dicho siglo, van a acudir a las fiestas del Cristo de la calle Real, no sólo los vecinos del barrio y aledaños, sino de toda la ciudad. La víspera, se celebraba un castillo de fuegos de artificio y se iluminaba la fachada de la ermita y la calle con farolillos a la veneciana y los vecinos ponían en las fachadas de sus casas cuadros de Jesús y de la Virgen iluminados con velas, haciendo colgar de los balcones sus mejores colchas y cortinas. La fiesta se solía amenizar con bandas de música y bailes en la víspera, sacando las familias, dice la prensa de 1884, "sus mejores trajes del arcón".

Algunos años, la celebración no se hacía en octubre sino a finales de septiembre, probablemente en fechas cercanas a la Exaltación de la Cruz y más tarde se trasladarían al mes de octubre, seguramente para no coincidir con la romería de San Miguel. Así, en 1860, se celebraron el 23 de septiembre con suma brillantez a pesar de que en el mes de agosto los mayordomos habían gastado mucho dinero en la celebración de una rogativa al Cristo con novena y predicadores con motivo de una epidemia de cólera  que amenazaba a la ciudad. 

La hermandad solía editar en el siglo XIX una serie de estampas litografiadas, a veces anunciando cultos, de las que existen algunos ejemplares. Una de esos ejemplos es una estampa devocional en la que se recrean de forma ideal, como era común en estas litografías, las imágenes del Cristo de la Yedra y de Ntra. Sra. de los Dolores; bella estampa que nos proporciona D. José Cecilio Cabello Velasco.


          Estampa proporcionada por Cecilio Cabello Velasco






Era hermano mayor ese año, José Lledó, y mayordomos, José Beltrán, Andrés Montijano, Francisco Cambil, Juan García, Jacinto Baena, entre otros, y secretario Manuel de la Cruz.

Llegadas las fiestas y después del jubileo y triduo, el domingo por la mañana se celebraba la función principal con orquesta y a las cuatro de la tarde salía la procesión con las imágenes del Cristo, la Virgen de los Dolores y San José en preciosas andas con flores, que preparaban las tres camareras, que vestían las imágenes. El acompañamiento musical solía correr a cargo de la banda del Hospicio y de un regimiento militar. A veces eran tres las bandas de música que llevaba.

En 1884, al paso de las imágenes se quemaron dos castillos de fuegos, uno en el Arco de Elvira y otro en el Triunfo, frente a San Ildefonso. Una profusión de cohetes y palmas reales acompañaba a la procesión en todo su recorrido, además de las bengalas que los vecinos encendían a su paso por la calle Real. 


Querubines de la peana de San José de la Yedra. Foto Héctor Olmedo

En 1872, el hermano mayor José Fernández Garzón y el párroco de San Ildefonso Francisco Martín Gutiérrez solicitan del arzobispo que conceda a la hermandad para las tres misas de luz a sus difuntos declare altar privilegiado de Ánimas, en base a las indulgencias pontificias con que contaba la hermandad y que ratificase las indulgencias.
No estaban exentos los festejos y procesión de ciertos altercados, como el ocurrido en 1888, en que hubo disparos realizados por unos jóvenes en riña del que resultaron dos de ellos heridos. No eran raros estos casos, sobre todo, por la rivalidad en sus fiestas entre los vecinos del barrio de San Lázaro (cebolleros) y los de la calle Real (ajeros o gargajosos), como ocurrió el 13 de octubre del año siguiente de 1889 durante la procesión de ese año, en el que resultó herida gravemente una persona por dicha rivalidad.


Final de la calle Real de Cartuja. Al fondo, los jardincillos donde estuvo la ermita
El periódico "El Defensor de Granada", relataba los incidentes de esta forma:

"Se apostrofan de “Cebolleros” y “gargajosos”  y algunas veces llegan a las manos como anoche, con motivo de celebrarse ayer la función al Stmo. Cristo de la Yedra. Había salido la procesión y varios jóvenes de San Lázaro iban por el paseo de la Virgen cantando ¡vivan las cebollas y mueran los gargajosos¡".

"Los vecinos de la calle Real, Antonio Liñán Pérez, de 18 años, sacó la navaja y se arrojó sobre Francisco Cuadros Martín  de 18 años también, que era el que más cantaba y le asestó dos puñaladas en el costado, sin mediar palabra y lo hirió grave, que tuvo que hospitalizarse en el Hospital de San Juan de Dios".


La procesión en esos años de finales del XIX y principios del XX, iba por la calle Real y, a mitad de la misma, se adentraba en el barrio por la calle del Agua, Ancha y Parra, para volver otra vez a la calle Real y por la del Hornillo salir a Ancha de Capuchinos y bajar hacia la Fuente Nueva y Almona de San Juan de Dios ( a veces visitaba la Basílica del Santo) y por la calle del Santísimo iba a la de Tinajilla y Arco de Elvira para regresar a su ermita por Acera de San Ildefonso y calle Real.
 
 En 1890, seguramente en otros años también, asistieron los concejales del Ayuntamiento y el alcalde bajo mazas, así como, la Banda de música del Hospicio, que no faltaba casi ningún año, la del Regimiento de Córdoba y la de cornetas y tambores de la Guardia Civil. La prensa calificaba el acto de mayor brillantez que los años anteriores, debido al esfuerzo de su nuevo mayordomo Tomás Guiral Amigo (que, al parecer, era concejal del Ayuntamiento). Se quemaron bengalas en casi todos los balcones y "arbolillos de fuegos" en San Juan de Dios esquina con la calle de la Almona. Todos estos festejos se anunciaban el domingo anterior mediante la "pública" que recorría las calles con banda de música.

Por esos años, la hermandad acudía con su estandarte junto con las hermandades de Ntra. Sra. de las Angustias (Patrona), la del Rosario y la de Ntra. Sra. de la Consolación a la procesión del Santo Entierro en la tarde del Viernes Santo.

La hermandad y procesión en el siglo XX. Esplendor de las fiestas del barrio.
Los dos primeros años del nuevo siglo los festejos y procesión se vieron entorpecidos por la lluvia. Un gran chaparón cayó en 1901 cuando la imagen regresaba a su ermita. Igual ocurrió en 1902, en que se suspendió el castillo de fuegos del sábado, aunque el domingo se encendieron cuatro ( placeta de la Cruz, ante el monumento del Triunfo, Arco de Elvira y calle Real). Ese año el Ayuntamiento había concedido una subvención a la hermandad para los festejos.

En esos años, la procesión pasaba por los llamados Jardincillos del Triunfo, que estaban donde hoy se levanta el edificio de Hacienda y las casas de esa fachada hasta Severo Ochoa y, en 1906, hizo estación la procesión  en la Basílica de San Juan de Dios. No sería la primera vez, en otros años la volvió a realizar.
Además de la procesión, la hermandad asistía con sus estandarte a las procesiones del Viático de varias parroquias (San Ildefonso, Sagrario, El Salvador o las Angustias).


Uno de los querubines de la peana de la Virgen de los Dolores. Foto Héctor Olmedo

El número de hermanos en esos años de principios del siglo era importante, exponente de ello fue que en 1907 el número de hermanos fallecidos  se elevó a 35, costándole a la hermandad la atención a los difuntos la suma importante para la época de 700 pesetas, cuando las cuotas pagadas por los hermanos eran de 2.50.- ptas. anuales. Una misa de difuntos se empezó también a celebrar el sábado, víspera de la procesión. 

El Ayuntamiento solía asistir acompañado de la Banda Municipal. En 1912 la pública del sábado anterior, recorrió las calles por donde iría la procesión con un séquito de cabezudos y toda la calle Real se adornó de guirnaldas y gallardetes y en la iglesia de San Juan de Dios los niños de su asilo entonaron la salve a las imágenes. Fueron ese año las fiestas esplendidas y muy concurridas, pues los vecinos tenían ganas de ver a su Cristo en la calle, ya que el año anterior fue suspendida la procesión por causa de una lluvia intensa y un ciclón.

Todos esos años del primer cuarto del siglo XX se celebraron los cultos, procesión y fiestas como de costumbre. La nueva junta elegida en octubre de 1922, como era ya costumbre en  hermandades de esa época, eligió como presidente honorario a una persona influyente en la sociedad granadina, a D. José Casinello, que vivía en un palacete junto al Asilo de San Rafael, en la calle San Juan de Dios. No obstante, la hermandad estaba bajo la supervisión del párroco de San Ildefonso, don Ángel de Guevara, estando la junta formada por Enrique   Carmona, como hermano mayor; Juan Parejo López, como vicehermano mayor; Antonio Quero Heredia, como tesorero; José Reyes Osuna, como y Francisco Medina López, como secretario. Además la junta contaba con trece vocales.

Esta junta de 1922 renovó ampliamente la hermandad, entrando en ella 120 hermanos nuevos. Asimismo, la renovación afectó a los cultos al Santísimo Cristo de la Yedra, instaurando cultos mensuales, además de las misas de los domingos y festivos. Estos nuevos cultos consistían en misa los primeros viernes de mes por la mañana, en sufragio de los hermanos difuntos y por la tarde, exposición del Santísimo, rosario y ejercicio de la Cinco Llagas.

Además, el año siguiente de 1923, se organizó un festival  los días 2 y 3 de mayo en honor de la Santa Cruz, con un precioso altar de cultos en la ermita, verbena e iluminaciones por una familia de electricistas muy conocida en la época (los Bombillar), postulando las cofrades jóvenes vestidas con mantón de Manila.


San José de la Yedra. Foto de Héctor Olmedo


Llegadas las fiestas del mes de octubre se impulsaron éstas con una gran verbena en la placeta de la Cruz, amenizada por una banda de música, otra velada frente a la ermita, carreras de sacos en la calle Real, suelta de globos, cucañas y fantoches, todo ello el viernes  y sábado y, el domingo, la correspondiente función por la mañana y procesión con las tres imágenes por la tarde por el itinerario de costumbre. Sin embargo, la fiesta del segundo domingo de octubre, tuvo  que ser aplazada hasta la siguiente semana por causa del mal tiempo, saliendo ese año la procesión el día 21 de octubre. Ese año, entre las bandas de música figuró la de Ntra. Sra. de los Dolores de Churriana de la Vega. Las otras fueron la del Hospicio y la Municipal, como de costumbre. Normalmente, la procesión estaba en la calle desde las cinco de la tarde hasta las nueve, en que se encerró con una gran traca. En todo el itinerario se adornaron los balcones con mantones de Manila.

Los años siguientes, fueron de igual esplendor, aunque a finales de abril de 1925, hubo un accidente aéreo en Armilla en el que fallecieron dos aviadores, Dávila y Jiménez. Este último era cofrade del Cristo de la Yedra, disponiendo la hermandad unos solemnes funerales en la ermita ante el Cristo con asistencia de los jefes y oficiales de la base aérea de Armilla.

En la procesión de 1927 se estrenaron dos candelabros de plata de seis tulipas, que se ponían a ambos lados de la cruz, corriendo el exorno del "trono" del Cristo a cargo de las camareras de la imagen Conchita y Pepita González Blasco.

Gracias a una fotografía que aparece en un periódico de principios del siglo pasado conocemos al Cristo de la Yedra en sus andas procesionales. Detrás de la Cruz llevaba un lienzo y en él pintado un "Universo", con el Sol, la Luna y las estrellas y unas guirnaldas de flores rodeando los cuatro extremos de la cruz, cuyo estípite terminaba en un florón con flores de tela y papel. Tras la cabeza, llevaba un gran nimbo con Sol radiante en madera dorada y la imagen se cubría con tonelete o perizoma.  Delante de la imagen llevaba una candelería que lo alumbraba y era portado a hombros por horquilleros.


Parte posterior del Cristo de la Yedra. Foto de D. Héctor Olmedo Sánchez

La imagen, hoy bastante desconocida por estar en la capilla del Colegio Cristo de la Yedra, de difícil acceso, parece, como dijimos, corresponder a finales del siglo XVII o inicios del XVIII, es decir, de unos años antes de constituirse la hermandad. Hay una imagen de parecidas características y tamaño en la iglesia de la Magdalena, conocida como Cristo de la Salud, que pudo ser titular de una hermandad de jóvenes  que se fundó en 1748 y, seguramente, del mismo taller ¿Bernardo de Mora "el Joven"? .


Cristo de la Salud. Iglesia de la Magdalena

Del esplendor a la decadencia 

La llegada de los años treinta del siglo XX, suponen el inicio de la decadencia de la hermandad. El 9 de diciembre de 1933, hubo un intento de incendiar la ermita con sus imágenes y enseres dentro. La pronta intervención de los vecinos y devotos del Cristo y el aviso a las fuerzas de seguridad evitó la catástrofe, porque ese día fueron incendiadas varias iglesias en el Albaicín, entre ellas, la de San Luis de los Franceses, el Salvador y las Tomasas.

En esos años conflictivos, se suspendieron las fiestas y las imágenes del Cristo de la Yedra, Ntra. Sra. de los Dolores y San José, se llevaron a  la iglesia de San Ildefonso para protegerlas. Allí se celebró un setenario en la Cuaresma, con misas, salve, coplas y letanía.

Pasada la Guerra Civil, la hermandad volvió a celebrar sus cultos y fiestas en la ermita en 1941, con su verbena, función y procesión habitual. Ese año y los siguientes con señoras fueron de mantilla vestidas de largo, y se volvieron a celebrar los actos festivos del barrio. La procesión salió a la seis de la tarde, aunque los años siguientes se atrasó a las siete,  y se celebró con la parafernalia e itinerario de los años anteriores. A lo largo de la calle Real se establecían puestos de frutas de otoño, además de los castillos y tracas de costumbre.

Pero a finales de los años cuarenta se dejó de celebrar la procesión y fiestas, por falta de medios y entusiasmo de los directivos de la hermandad y así estuvo varios años hasta 1952 en que volvieron a celebrarse ese año y los siguientes.



Dolorosa de la Yedra. Foto Héctor Olmedo
Estas fiestas populares granadinas, fueron cayendo en el ostracismo y la decadencia en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. Muchas causas se pueden achacar a ello, como la fuerte emigración de los vecinos de estos barrios populares a otros más modernos de la ciudad, como el Zaidín, Camino de Ronda o La Chana, así como, al extranjero y otras ciudades industriales de España. Ello  tuvo como efecto el sustraer la base popular y la tradición  de estas fiestas. Las viviendas del barrio se vieron abandonadas o con moradores de pueblos emigrados a la capital, ajenos a dichas tradiciones del barrio.

Otros medios de distracción  se fueron imponiendo, como la televisión, el coche u otros, que constituían una novedad más atractiva para los ciudadanos, que aquellas fiestas y devociones tradicionales de sus mayores.

Por otro lado, la ermita se vio afectada por los terremotos de Albolote de 1956, quedando hundidas algunas de sus dependencias.

Todo ello, contribuiría a la pérdida en los años sesenta de la hermandad del Cristo de la Yedra, como otras semejantes y, así, en mi búsqueda en las hemerotecas de la vida de esta hermandad encuentro como última salida procesional del Cristo y fiestas de la calle Real el año 1958 y en la Navidad de ese año la imagen, dadas las condiciones de la ermita tuvo que ser trasladada a una nueva capilla provisional, que se habilitó en una casa de la calle del Agua.


Ermita nueva del Cristo de la Yedra y jardines delanteros donde estuvo la ermita antigua

Muchos de nosotros, aunque niños, recordamos haber visto uno de esos años la procesión subiendo por la calle Tinajilla hacia la calle Real de Cartuja. La ermita abandonada no tardó en ser vendida al Ministerio de Obras públicas con la idea de ampliar la antigua carretera de Murcia, aunque tampoco llegó a hacerse tal ampliación y el solar de la ermita, demolida en 1963, fue dedicado a los jardincillos, que hoy podemos contemplar.

Después, en los años sesenta, se construyó una ermita moderna detrás del solar de la antigua, donde se trasladaron las imágenes, sirviendo de capilla al Colegio Cristo de la Yedra, levantado detrás de la ermita también por esos años. Otra capilla se construyó en el interior del citado colegio y allí se conserva hoy la imagen del Cristo de la Yedra, presidiendo el presbiterio.

Un monumento a la tradición, cultura y sabor popular con fiestas, procesión y devoción forjadas por un barrio castizo se han perdido para siempre por la necedad de los hombres y el escaso cariño a unas tradiciones de siglos que nos legaron nuestros mayores.

Nota. Por la dificultad de acceso a la capilla del Colegio Cristo de la Yedra, no he podido coger fotografías de la imagen, sólo cuento con la que he subido al inicio de este trabajo, de muy mala calidad. Espero poder encontrar otras mejores.

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HENRÍQUEZ DE JORQUERA, Francisco, Anales de Granada.
DE LA CHICA BENAVIDES, Antonio. Gazetilla Curiosa... 1765.
ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 90 F, pieza nº24.
PRENSA LOCAL DE LOS SIGLOS XIX Y XX.






viernes, 18 de octubre de 2013

HERMANDAD DEL SAGRADO ENTIERRO DE NTRO, SEÑOR JESUCRISTO Y NUESTRA SEÑORA DE LAS TRES NECESIDADES ( ESCRIBANOS PÚBLICOS)







Antonio Padial Bailón 

A mi juicio, la Semana Santa barroca comienza en Granada con la procesión de la Hermandad del Santo Sepulcro o del Santo Entierro, como desde épocas muy antiguas se le ha denominado por el pueblo granadino. Va a ser, por ello, la primera que presentará en su procesión del Viernes Santo figuras alegóricas y otros elementos puramente del Barroco, entre ellos, el Descendimiento de la Cruz. Elementos que irá enriqueciendo y aumentando con el paso de los años.

Es una de las pocas hermandades de penitencia de Granada, que con sus lapsus de decadencia, en algunos tiempos prolongada, se ha mantenido viva hasta nuestros días. También, es una de las hermandades, junto con la de la Virgen de las Angustias, de la que en la actualidad tenemos más completa su historia. 

Fue la única hermandad de penitencia de los tiempos antiguos que se fundó en una iglesia parroquial, en la de Santiago (en la hermandad de la Virgen de las Angustias, se fundó primero la cofradía y después, en su templo, vino a establecerse la parroquia por orden episcopal ). El resto de la hermandades penitenciales antiguas fueron fundadas en conventos masculinos, más permisivos que las parroquias para aceptar, e incluso, impulsar la creación de estas hermandades. Ello constituía una eficiente forma de allegar fieles y medios económicos a los conventos, en principio, fundados casi todos estos fuera del centro de la ciudad.

Esta Hermandad del Santo Sepulcro, pues éste era su nombre oficial en las reglas, se funda en la iglesia parroquial de Santiago (hoy Servicio Doméstico), en los aledaños de la Calle de Elvira.

Esta parroquia fue erigida en la mezquita Dar-Aaix o Casa de la Vida en 1501, sirviendo de templo dicha mezquita hasta después de 1525, en que se empezó a construir por el arquitecto Rodrigo Hernández la actual iglesia, en principio muy simple con una sola nave y cinco capillas a cada lado con arco ojival. Contaba con dos portadas, la actual y la que daba a Calle Elvira (más bien creo que daría a una placeta en dicha calle, porque la iglesia está alejada de ellas en unos 15 o 20 metros).

En esta iglesia se servía el Tribunal de la Santa Inquisición, cuya sede era frontera a la misma, para sus ceremonias religiosas y autos de fe no generales. La Casa de la Inquisición se derribó a finales del XIX para hacer la iglesia jesuita del Sagrado Corazón de Jesús.  


Portada Iglesia de Santiago


En esta iglesia está enterrado en la capilla junto a la sacristía el insigne escultor Diego de Siloé y su esposa Ana de Bazán, vecinos de la parroquia y en ella fue bautizado en 1628 el escultor Pedro de Mena, no menos insigne.



Tras varios años de restricciones arzobispales a las cofradías de penitencia (D. Pedro de Castro y Quiñones las redujo a tres en 1597: Vera Cruz, Angustias y Soledad), el siguiente arzobispo D. Pedro Guerrero volvió a autorizarlas bajo ciertas condiciones y aprobó esta nueva del Santo Sepulcro.


Fundación

Parece ser, según el Padre de la Chica Benavides, que la hermandad procede de una previa no penitencial denominada de Ntra. Sra. de las Necesidades, establecida en dicha iglesia. Dice dicho trinitario, que  “Ya tenia hermandad este tierno simulacro (refiriéndose a la Virgen) cuando se le agregó el Santo Entierro de Cristo” 1. Tenía hermandad, según de la Chica, desde la mitad del siglo XVI. Sin embargo, la tuvo desde el principio de dicho siglo. 




Calcografía de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades de Miguel de Gamarra 1679, Museo Casa de los Tiros



Sea lo que fuere, el caso es que la hermandad se funda ante el notario Rafael de los Ríos el día 11 de abril de 1616, parece que impulsada por el Provisor y Vicario General de la diócesis, D. Diego de Molina o los fundadores se preocuparon previamente de obtener su licencia, pues estos fundadores dicen que lo hacen por licencia de dicho Provisor. Los fundadores fueron: el Doctor Ortiz Calderón, Vicente Ferrer y Robles, Juan Vila, Juan Tomás de Larrea, Damián Quixada y Juan Tomás del Arco.

 Se elevan las Reglas a escritura pública y se presentan a la aprobación del Provisor Diego de Molina, que las aprueba el día 16 de abril de 1616, con ciertas condiciones, como que cuando la cofradía se "desbaratase" los bienes debía quedar a distribución del arzobispo y aplicarlos a obras pías. 

Le da licencia en la aprobación para salir de disciplina los Viernes Santos por la tarde, porque después de la Reducción de 1597, sólo había quedado una hermandad en ese día: la de la Soledad del convento del Carmen Calzado, ya que la de la Expiración del Convento de San Agustín había dejado de salir, quedando el Viernes Santo " con comodidad de salir" las dos hermandades, debiendo hacerlo la del Entierro a la hora que lo hacía la Soledad, es decir a las tres de la tarde y detrás ésta (2).

Con la aprobación de la hermandad se alzaba expresamente la suspensión de cofradías impuesta en 1597 por el Arzobispo Pedro de Castro y Quiñones.

Otra condición que ponía el Provisor para levantar la suspensión, era que la hermandad debía ofrecer un peón para las obras que se estaban ejecutando en la construcción de la Catedral, como se les había exigido a las demás cofradías. En el caso de esta hermandad del Santo Entierro, moderaba la exigencia que se había impuesto a las cofradías de dar 100 ducados para el dorado de los Santos Apóstoles de la capilla mayor, que había terminado de realizar en 1614 el escultor Bernabé de Gaviria, en sólo 80 ducados. Los ducados los entregarían a un tal Antonio Carrasco, que había dado el oro.    


Dorado Capilla Mayor Catedral


Según Henríquez de Jorquera su primer hermano mayor fue el escribano público Lorenzo Pérez Venegas y su primer mayordomo, Vicente Ferrer, familiar del Santo Oficio y ejecutor de su Real Fisco. Parece que la hermandad contaba con numerosos hermanos del oficio de escribanos públicos (los actuales notarios) y gentes de alcurnia de la ciudad, así como de clérigos, aunque era una hermandad abierta. 

Las reglas están formadas por 27 constituciones.

La hermandad reconoce en su constitución 2ª que:

" (...) esta hermandad a de ser de sangre y disciplina, la qual a de salir el Biernes Santo, llevando el santísimo Sepulcro para açer el entierro y demás de esto a celebrar la Santísima Resuriçión el primero día de pascua...".

No tardaría mucho en variar su carácter de hermandad de sangre y disciplina. Tal vez aconsejados por la autoridad eclesiástica, acuerdan el día 18, dos días después de su aprobación, que "... en el Entierro de Ntro. Sr. Jesucristo no es cossa que salga sangre, sino en la forma y manera de procesión que aquí hordenamos se guarde y execute para agora y para siempre...".

Testimonio de este nuevo carácter de procesión no de sangre, sino de entierro, lo manifestaba Enríquez de Jorquera:

“En este año (1615), por la Cuaresma, se fundó en la iglesia parroquial del señor Santiago de esta ciudad de Granada una grandiosa cofradía y hermandad de penitencia, a la qual dieron por titulo el Entierro de Cristo y Nuestra Señora de las Tres Necesidades en la qual se ordenó que saliese el Viernes Santo a las dos de la tarde sin que saliese en ella ninguna gente de açote, sino en forma de entierro con frailes de todas las ordenes y clerecías”. H. de Jorquera nos dice que se fundó en 1615, cosa que desmienten las Reglas que son del 1616.
El mismo Padre Lachica un siglo y medio después nos dice que “esta Hermandad es la única que no llevaba flagelantes sino representaciones  alegóricas del Antiguo y Nuevo Testamento”, por lo que constituía la primera procesión verdaderamente barroca de la que se tiene noticias en Granada.


En esos años, sólo había dos hermandades de Semana Santa que carecieran de flagelantes, es decir, que no de sangre o disciplina: Esta del Entierro de Jesucristo y la de Jesús Nazareno del convento carmelita descalzo de los Mártires, en que los nazarenos portaban cruces a imitación de Cristo en la subida al Calvario.   


Litografía del Libro de Reglas. Con la Cruz y concha de Santiago por la sede; el escudo del Papa Paulo V, y del arzobispo D. Pedro Guerrero, pontificados en los que se fundó la hermandad y las láminas de los Misterios a los que daba culto: Entierro y Resurrección 


La procesión

En ese acuerdo del cabildo de la hermandad de 18 de abril de 1616 se detalla minuciosamente la procesión del Viernes Santo:

" ...primeramente se ha de poner el Juebes Santo a media noche en la iglesia de Sr. Santiago en la parte comodada tres cruces en forma de Calbario y en ellas Ntro, Sr. y los dos ladrones y el Biernes Santo a las tres de la tarde suba un predicador al púlpito y habiendo predicado media ora hará salgan de la sacristía tres sacerdotes rebestidos con sus estolas y suban a descender a Ntro. Sr. de la Cruz, quitándole la corona de espinas, dándola a la Birgen que está al pie de la cruz y a la misma de la forma haga a los clabos y el predicador baya predicando los misterios que pasó".  


Con ello, se aprecia que la hermandad antes de iniciar la procesión realizaba la ceremonia del Descendimiento o Desclavamiento de la cruz. Hasta conocer las reglas no se sabía ciertamente si  hacía esta ceremonia, aunque lo suponíamos por ser práctica corriente en este tipo de hermandades y en las de la Soledad. Creemos que la propia imagen del Cristo Yacente sirvió para realizar la ceremonia del Descendimiento de la Cruz después de estar clavado en la misma. Si observamos esta imagen se aprecia que los brazos fueron articulados, dadas las protuberancias que presenta en la articulación del brazo con el hombro. En tiempos posteriores (siglo XVIII), cuando la hermandad dejó de celebrar dicha ceremonia del Desclavamiento, fue disimulada dicha articulación. También la postura de las manos abiertas y los pies cruzados sugieren que dicha imagen fue utilizada para la antes mencionada ceremonia como crucificado.

El profesor Smolka Clares apuntaba que tal ceremonia se podría haber realizado con el Crucificado del monasterio de la Concepción, atribuido a Jacobo Florentino, que presenta los brazos articulados. Sin embargo, presentando las características el Cristo Yacente de la hermandad, creemos que no tendrían que acudir a otra imagen y el Cristo de la Concepción, también pudiera haber servido para dicha ceremonia, aunque realizada por otra hermandad que desconocemos o por la comunidad y fieles del convento al que perteneciera en principio ( seguramente las monjas de la Concepción lo recibieron tras la exclaustración de los conventos masculinos en 1836).


CRISTO DE LAS MISERICORDIAS DEL MONASTERIO DE LA CONCEPCIÓN. Se aprecian las articulaciones de los brazos para ser descendido. Hoy está restaurado, ocultándoselas.


Prosigue el acuerdo diciendo: "Luego baxen a Ntro. Sr. y lo pongan en el lecho adonde tiene que ir en processión hasta que llegue a la parte y lugar donde tiene que ser depositado y la processión salga en esta forma: "Primeramente salga de la yglesia de Sr. Santiago o de la parte donde estuviere esta hermandad en adelante veinticuatro niños de la doctrina con sus hachas encendidas y la cruz que ellos suelen sacar en los entierros, luego bayan venticuatro bastoneros con sus túnicas negras y cubiertos los rostros y luego doce hachas amarillas delante del estandarte, ansimesmo los rostros cubiertos y luego a de ir el estandarte, que lo lleve el hermano mayor y en su aussencia el mayordomo y luego a de ir venticuatro hachas con el triunfo de la cruz.

Lo más significativo que se deduce de este párrafo de nuestra Hermandad del Santo Entierro es que desde sus inicios llevaba el paso del Triunfo de la Cruz, como su homónima sevillana, el paso que en Sevilla se conoce popularmente cómo la "Canina". Veamos como lo describe el acuerdo.


"(...) con sus bersos en latín ... al pie de la cruz la Muerte atada y luego a de ir sus caxas destempladas y dos pínfanos y sus pendones arastrados y un general con su bastón arastrado en forma que se representa la muerte de Jesús".


Esta era la música  de sones lastimeros que llevaba el paso de la Muerte, es decir cajas o tambores destemplados (con el pellejo poco tenso), que eran las que se utilizaban para conducir a los reos de muerte y los pínfanos como una especie de flauta. Los pendones que llevaban iban arrastrándose en señal de luto.


PASO DE LA MUERTE DE SEVILLA "Canina".



La Muerte será un paso  que también llevarán después otras hermandades como la de Jesús Nazareno de la Merced, aunque esta hermandad lo representaba con un hombre vestido de Muerte con su guadaña.



Después iban los hermanos del hospital de San Juan de Dios con hachas encendidas y la cruz de la hermandad que sacaban en los entierros con sus ciriales de plata.

A continuación, iban doce niños ángeles con los pasos de la Pasión con túnicas y capirotes negros y el rostro cubierto y al lado de cada paso de Pasión dos flámulas o gallardetes también arrastradas en señal de luto. Después iban las cruces de todas las parroquias llevadas por los sacristanes y todas las órdenes religiosas masculinas de la ciudad por orden de antigüedad portando velas y otros cien clérigos con sus sobrepellices y estolas portando velas encendidas reis de armas con sus cotas puestas en ellas la Pasión de Ntro. Sr. Jesucristo delante del "lecho" con el Señor Yacente que lo llevaban clérigos y, cubriéndolo un palio negro portado por otros doce clérigos. Tras el Señor iban cuatro "caperos" con cetro de plata y tras ellos el preste que hacía el oficio .

Por último, iba la comitiva de la imagen de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades (no nombran las reglas su advocación) que iba en andas " (...) a ombros de los hermanos y cubierta de luto". Y tras de ella, un coro de música  de sonidos destemplados como correspondía al misterio que representaba: la Tres Necesidades de la Virgen al pie de Calvario: no tener escaleras para descenderlo de la cruz; carecer de sudario para amortajar al cuerpo de Jesús y no contar con sepulcro donde enterrarlo.

Las mismas reglas fundacionales prescribían la austeridad con la que debía de salir los hermanos:
 "...con mui grande devoción, los rostros tapados, sin puños, ni valonas en las manos, ni petinas, ni medias blancas, ni zapatos blancos y en forma de penitente y en cuia forma a de salir por la ciudad y andar sus estaciones hasta llegar a la parte donde se a de hacer la forma de  depósito y entierro y allí a de estar puesto el sepulcro y en él se a de sepultar y el preste a de hacer el oficio y incensiar el cuerpo y luego la procesión a de ir a la yglesia de Santiago. Los hermanos con los capirotes caydos y en forma de tristeça y de esta forma se a de hacer el depósito, haciendo escritura de entrego en la yglesia donde se ubiere de hacer, tomando testimonio de todo (...)".  
La austeridad que se prescribía era extrema, como correspondía al misterio que la hermandad representaba. Los hermanos llevarían un capillo caído, negro como el resto del hábito, sin capirote y después de hacer las estaciones que prescribiera la directiva de la hermandad; a veces una de ellas era la catedral, llegaban a una iglesia, que solía ser a del convento de Santa Paula, de madres jerónimas y allí depositaban la imagen del Cristo Yacente, previa firma de escritura ante el escribano público, que testimoniara el depósito de la imagen en su urna o sepulcro. Según la descripción en esos primeros años la imagen era portada por los hermanos sobre una cama o angarilla a hombros, para dejarla en el sepulcro o urna en la iglesia de destino, donde se hacía la ceremonia correspondiente y regresar a Santiago sólo con la Virgen de las Tres Necesidades
Donde se hacía el depósito (Santa Paula), permanecía la imagen hasta el Domingo de Resurrección, en que se recogía procesionalmente por la hermandad:
" (...) luego la mañana de pascua de Resurición por la mañana, a las seis de ella, a de salir de la yglesia de Santiago la ymagen  de Ntra. Sra. vestida de blanco y bien aderesado encima un manto negro y en forma de procesión a de llagar a la yglesia donde a de estar depositado Nuestro Señor y hallando a su bendito hixo resucitado, salga en forma de procesión dando la vuelta a la yglesia de Sr. Santiago, llevando mui grande regocixo de música  y danças y chirimías con mui grande alegría...an de ir los hermanos con sus vestidos negros y con sus hachas en las manos, así lo hordenamos..."


Lo anterior nos indica que la hermandad representaba, nsólo los últimos pasajes del descendimiento y la Soledad de la Virgen al pie del Calvario en su Tres Necesidades, sino también la Sepultura de Jesús, llevando su cuerpo al monasterio de Santa Paula, donde quedaba depositado, hasta el Domingo de Resurrección en que se iba a recoger en una procesión de gloria y regocijo con la Virgen vestida con saya blanca.

No obstante, Henríquez de Jorquera en sus "Anales de Granada" nos dice que la primera procesión fue el Viernes Santo de 1615, un año antes de la fundación. No sabemos si por error, dado que este autor escribió dicha obra hacia los años cuarenta del XVII y lo traicionó su memoria en el tiempo o que la hermandad realizara antes de su fundación dicha procesión, cosa poco probable a mi juicio.

De todas formas, veamos la descripción de la procesión que él refleja, como del año 1615:
 “ (…) la cual salio el dicho viernes santo con la mayor autoridad y grandeza que se ha visto en procesión de Semana Santa. Sacó en ella el estandarte don Diego de Castilla con grandísimo acompañamiento de toda la caballería de Granada” al término de la procesión “Dexaron el santo Sepulcro, en el Monasterio de monjas de Santa Paula, para volverle resucitado (a la iglesia de Santiago) el día de Pascua por la mañana con grande solemnidad y fiesta que se hizo”.
En Granada y en otros muchos lugares, como Sevilla, existían dos hermandades que procesionaban y daban culto al Entierro de Jesús. Una, en el momento de su traslado al Sepulcro y otra en el Sepulcro mismo. Cubrían en nuestra ciudad estos dos momentos pasionistas la “Hermandad del Entierro de Cristo y Nuestra Señora de las Tres Necesidades” de la iglesia de Santiago y la de la “Soledad y Entierro de Nuestro Señor Jesucristo”, ésta de flagelantes o de disciplina, del convento del Carmen de carmelitas calzados. Después estas hermandades pasarían con el tiempo a la iglesia de San Gil (1640) y al Monasterio de Santa Paula respectivamente (1836).
A las representaciones de los estamentos civiles y religiosos se unían las representaciones alegóricas de los personajes bíblicos y del Nuevo Testamento, representaciones estas que irían con el paso de los años adquiriendo más esplendor barroco, tanto en número como en variedad de personajes.
No transcurrieron demasiados años desde su fundación, cuando le va alcanzar a la hermandad una de las suspensiones o reducciones que aquejaron a nuestras antiguas cofradías en esa época. En la Semana Santa de 1631, siendo prelado D. Miguel Santos de San Pedro, tras prohibir las demandas, el provisor de la diócesis Juan Palacios dictó un auto el Domingo de Ramos, por mandato del cabildo eclesiástico, por el que se prohibía la salida de las cofradías en su estación de penitencia bajo pena de excomunión y multa de doscientos ducados. Sólo se libraron de la prohibición, como de costumbre, las tres hermandades más antiguas: la Vera Cruz, las Angustias y la Soledad. Las dos primeras que salían el Jueves Santo y la última el Viernes Santo.  No le valió a la Hermandad del Entierro de Cristo y Ntra. Sra. de las Tres Necesidades, la más joven de todas, alegar para conseguir licencia, que ya, siendo Domingo de Ramos, tenía el gasto hecho.
Poco duró la prohibición, pues unos días antes de la Semana Santa de 1633, murió el Arzobispo, Mons. Santos de San Pedro, y el vicario general del arzobispado, provisor y juez de la diócesis, volvió inmediatamente a dar licencia para la estación de penitencia de ese año a las Cofradías y la del Entierro de Cristo y Tres Necesidades, para que como de costumbre, saliera a las dos de la tarde del Viernes Santo y, también, a la hermandad de Jesús Nazareno del convento carmelita de los Mártires, para que saliese en la madrugada de ese día, que “salieron muy lucidas y copiosas”, según H. de Jorquera.

En los cinco años siguientes, la hermandad realizaría con su habitual esplendor sus estaciones de penitencia; aunque ya, en 1638, da síntomas de agotamiento, y ese año suspende voluntariamente su procesión por falta de medios económicos y por estarle aún prohibido realizar demandas. Además, “estaba empeñada”, seguramente por deudas.

A partir de ese año, la Cofradía resurge con su esplendor habitual, pues en 1640, “salió tan grandiosa que aventajó en grandeza a la de San Antonio”- Esta cofradía de San Antonio a la que se refiere Jorquera no es otra que la Cofradía de la Oración en el Huerto del convento de San Antonio Abab- “(...) y con tantas cosas nuevas de la escritura, cargada de tanto primor y con tantas banderolas como pasos”. La nobleza y los principales caballeros de Granada salieron ese año en la procesión llevando el estandarte de la Hermandad el Conde de Santisteban y las borlas del mismo don Juan Luis Ponce de León y otro caballero, todos ellos de la Orden de Santiago. Por su parte, acompañando al paso de Nuestra Señora de la Tres Necesidades iban todos los escribanos de número de la ciudad alumbrando con hachas.
Tantas personas formaban parte ese año de la comitiva que tardó hora y media en pasar por la Catedral a pesar de la prisa que le daba la Cofradía de la Soledad que pasaba después.  

La ciudad aquel día estaba conmocionada por un libelo contra la virginidad de la Virgen que había sido clavado en la puerta del Cabildo de la Ciudad (en la Madraza, sede entones del Ayuntamiento) ese Viernes Santo, día seis de abril, y puede que ello contribuyera a tan abundante participación en la procesión del Santo Entierro. En los siguientes días gran número de cofradías realizaron al Triunfo procesiones de desagravio por dicho motivo.

Al siguiente año de 1641, dejó de salir la Hermandad por estar necesitada de gente; las guerras iniciadas en Cataluña, Portugal y Francia habían dejado muy mermada la nómina de cofrades. No salieron tampoco las cofradías de la Humildad y la de la Sangre de Jesucristo. Parece ser que en el fondo de la cuestión estaba el poco ánimo de sus mayordomos y hermanos mayores para costear los gastos de la procesión en unos años de recesión económica, así como de disensiones internas.

1640. Escisión de la Hermandad

A mi juicio, estas disensiones contribuirían a esta puntual decadencia de la Hermandad, pues ese año de 1640, la división entre sus hermanos motivaría la escisión de la Hermandad. Unos quedarían en la iglesia de Santiago con la imagen de la Virgen, quizás los componentes antiguos de su hermandad, reorganizándola. Otros, los del Santo Entierro o Sepulcro, buscaron sede en la cercana iglesia parroquial de San Gil, donde permaneció hasta la demolición de esta en 1868-69.

La parte de la hermandad que quedó con la Virgen en Santiago, se siguió denominando Hermandad de Nuestra Señora de las Tres Necesidades, que por las razones que diremos más adelante,  cambió el título y advocación a mediados del siglo XVIII, en que se denominaría, solamente, de las Necesidades, advocación consagrada por el Papa Clemente XIII por su Breve de  6 de febrero de 1760, mandando que no se llamase de la Tres Necesidades sino de las Necesidades, a la vez que concedía  indulgencias a quienes asistieran a su setenario.

Esta imagen de Ntra. Sra. de las Necesidades puede ser la Dolorosa que aún se venera en la iglesia de Santiago y que volvió a procesionarse en 1984 con el Santo Sepulcro, siendo Comisario D. Juan Cobo.
 
Ntra. Sra. de las Necesidades antes de ser restaurada. Foto años 70.

De la Hermandad de Ntra. Sra. de las Necesidades que quedó en Santiago

Esta hermandad escindida de la del Santo Entierro tuvo durante el resto del siglo XVII y en el XVIII cierto auge devocional. La advocación  de  Tres Necesidades la mantuvo durante el XVII y hasta 1760, en el que lo varía por el Breve Papal. Ambas hermandades mantuvieron la advocación de la Virgen, seguramente, de forma no pacífica, hasta que se sustituyera en la de Santiago por el de Necesidades simplemente, como hemos anticipado antes. 

En 1678, nos encontramos con un inventario de bienes de esta hermandad que quedó en Santiago, en cuya fecha aun llevaba, como hemos afirmado, aún conservaba el título de Tres Necesidades, lo que podría llevar a confundirla, con las Tres Necesidades de San Gil.

No puede caber error, en tanto que el inventario se dice que pertenece a la de Santiago : "A pedimento de los hermanos de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades de la parrochia de Sr. Santiago de esta ciudad de Granada se hizo inventario de los vienes de esta hermandad". 

El inventario es copioso debido a las muchas ofrendas de sus hermanos y devotos y, de él, se puede deducir la apariencia de la imagen, su capilla y algunas cosas interesantes.

La Dolorosa que quedó en Santiago  se presentaba normalmente vestida con manto negro de felpa forrado de tafetán negro con puntas de igual color y saya blanca, tal como la describe en la procesión de Semana Santa las primitivas reglas. Poseía una pollera para descansar el manto en las procesiones, forrada de igual color y otra pollera sin cola, seguramente para cuando estaba en la capilla. Debajo del manto llevaba toca monjil blanca ( poseía dos, una de Cambray y otra de gasa, ésta más basta sería para la capilla). Curiosamente, la de gasa, se la llevó como reliquia hacia 1685 el racionero don José Bazán y a cambio regaló lienzo para hacer otra nueva.

NTRA. SRA. DE LAS NECESIDADES de Santiago. Después de la restauración de 1984

La Virgen se vestía con otras prendas de color para otras celebraciones o fiestas de la Virgen. Ello se deduce de otras de que entre su ajuar poseía varios velos de tafetán ( verde, blanco con puntas negras, anaranjado, carmesí, morado y otro de raso de China. Asimismo, varias sayas ( de tafetán encarnado con franjas de  oro (donación de Juana de Lara), que en 1680 se utilizó para hacerle a su altar un frontal. Otra de lienzo de Flandes y un manto de torcidillo...etc.

Como piezas de orfebrería la imagen llevaba una corona de plata con pedrería que costearon los hermanos que costó 11680   reales, dándose para su hechura la antigua, más pequeña, que tenía la imagen. En las manos entrelazadas, llallevaba una corona de espinas de plata de 9 onzas con tres clavos y cruz de cinco onzas de plata, regalo de los mayordomos Juan José Maldonado y Lorenzo García de Zaragoza y un sudario que caía de ellas y, a sus pies una media luna de plata, que, seguramente, se le pondría cuando no estaba vestida de Dolorosa "...con guarnición de madera para armarla". Eran los atributos que recibió la Virgen al pie de la Cruz: la corona de espinas, los clavos y el sudario. Otras veces se le ponía en las manos (dice el documente "en medio de los dedos") un corazón grande de plata repujado en relieve. Sobre la cabeza llevaba una corona de plata que costó 1680 reales, pagada por los hermanos y en ella se utilizó la antigua más pequeña y su pedrería.

Otros adornos y atributos llevaba la imagen el otras ocasiones, como un cetro de plata para las funciones letíficas; un corazón de cristal regalo de Dª Ana Jiménez; dos cables de plata para las manos, seguramente, para sostener los atributos que llevaba en ellas; varios rosarios, uno de marfil tallado, otro con flor de azabache, otro de granates, otro de plata repujada, otro de gemas, regalo en 1685 por D. José Vucán; también tenía una joya de diamantillos de Bohemia regalo de Dª. Juana de Lara. Una pulsera de granates con perlas de dos vueltas que le regaló en una memoria Dª Jacinta Velasco y otra de azabaches.

La hermandad poseía una cruz grande de plata repujada, sin saber si esta se utilizaba para iniciar las procesiones o se ponía en el paso detrás de la Virgen. También tenía un palio  forrado de holandilla roja, que no sabemos si era de los de "respeto"  o incorporado, con cruz de plata, regalo de Dª María de Barrionuevo.

La Capilla en Santiago

Probablemente era la que ocupa hoy la Dolorosa, la primera del lado del Evangelio, estaba adornada con diversas piezas de interés, como cinco lámparas de plata colgando del techo; una Cruz grande de pino regalo de Dª Jacinta Velasco el 12 de junio de 1679 por una memoria de misa cantada para su alma. Otra cruz de nogal labrado, regalo del mayordomo Lorenzo García de Zaragoza. No sabemos si estas cruces se ponían en la capilla o tras de la imagen en su altar.

  También se adornaba su capilla con seis candeleros de madera de peral pintados de negro, regalados en 1686 por el mayordomo casi perpetuo, Lorenzo García de Zaragoza, que no se debían prestar, excepto para el altar mayor de la iglesia de Santiago. Dicho mayordomo era persona relevante en Granada con el cargo de provisor de la Real Chancillería que, además hizo a su costa la reja que cerraba la capilla de la Virgen, realizada por el herrero Francisco Escudero y mandó restaurar las cinco lámparas de la capilla al  orfebre Bartolomé Romero.  

También adornaban la capilla un cuadro del Ecce Homo " muy milagroso", obsequio de Gabriela Campo, vecina de la placeta de Santiago y otro del Descendimiento con marco dorado que donó Jacinta Velasco.

En 1686, se agregó para darle culto en la capilla una imagen de la Verónica, que la trajo el hermano Gregorio Varón y Velasco como donación de una devota.


Portada de San Gil


La Hermandad del Santo Entierro en San Gil


Como antes hemos afirmado la Hermandad del Santo Entierro pasó en 1641 a la iglesia de San Gil, situada en la Calle de Elvira esquina con Plaza Nueva. Este templo fue levantado sobre la mezquita Hatabyn o de los leñadores entre los años 1543 y 1563, sirviendo la mezquita de parroquial hasta esa fecha. Su bella portada fue realiza por Juan de Maeda con traza de Diego de Siloé. Llegada allí la hermandad se le asignó la capilla en la que se veneraba una imagen de una Soledad, de poca calidad artística (era de pasta), a la que la corporación adoptaría como titular, cambiándole la advocación por la de Tres Necesidades, al igual que la que había quedado en Santiago.

Allí se le fabricaría por la hermandad penitencial un retablo barroco en blanco y pan de oro, que con certeza tenía y, aún conserva, su hornacina horizontal para albergar el sepulcro. En la hornacina superior central se veneraba a la nueva imagen de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades y bajo Ella, la hornacina alargada del Sepulcro con el Yacente cubierto por un sudario. También, en sus calles laterales, sobre repisas con dosel, las imágenes del Resucitado y de San Juan Evangelista, que procesionaba la hermandad.




La Cofradía en su nueva sede de San Gil se reorganizó, recuperando en el último cuarto del seiscientos el esplendor de los años iniciales. Prueba de esa magnificencia es el retablo antes mencionado y las numerosas donaciones de objetos de culto y de capilla, joyas, obras de arte y elementos procesionales que recibe la hermandad de devotos, de las que el profesor M. Luis López-Guadalupe Muñoz contabiliza, según documentos del Archivo Eclesiástico de la Curia de Granada, cerca de una treintena en esa etapa. 

Entre estas donaciones citaremos por su interés la corona de la Virgen donada por sus cofrades, por valor de 1680 reales; una corona de espinas de plata para las manos de la imagen y un palio forrado de holandilla, que no sabemos si era incorporado a las andas o de los llamados de "respeto", detrás de la imagen, al modo del que utiliza Ntra. Sra. de las Angustias, Patrona de Granada. No obstante, creo que estas prendas eran de la Hermandad de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades (Necesidades sólo a partir del siglo XVIII), que quedó en Santiago, pues vienen en el inventario de esta hermandad que permaneció en dicha iglesia.


La imagen de la Dolorosa de San Gil, según se representa en la calcografía de Miguel Gamarra de 1679, presentaba una gran frontalidad, rostrillo monjil, con corona de espinas, tres clavos y sudario en sus manos.

También, le fue regalado un cuadro del Descendimiento. Este lienzo podría ser el realizado por el pintor Felipe Gómez Valencia, noticia que descubro en el periódico “La Independencia” de 5 de agosto de 1882 en un artículo del especialista en arte Emilio Millán Ferriz, que lo describe como “Cristo Muerto sobre su sábana con dos ángeles” que existió en su capilla de San Gil. Esto puede concordar con la idea de que, antes de realizarse la urna la imagen podría haberse procesionado sobre una angarilla o sábana en la que se trasladase al Cristo Yacente hasta el Sepulcro instalado en sus años primeros en Santa Paula y, con ello, expresar un mayor realismo barroco en la procesión. Esta idea nos la sugiere la postura del Cristo del Sepulcro, que presenta un perfil curvado en forma de V abierta, como para apoyarse sobre un elemento no rígido, es decir, sobre un lienzo transportado en una parihuela o angarilla.




Ya en San Gil, la hermandad encarga en 1675 al artesano Manuel Valdés la bella urna sepulcral de carey, ébano, bronce y plata que todos conocemos. La urna fue después restaurada y enriquecida por el mismo autor en 1691, siendo hermano mayor Francisco Rodríguez de Hinojosa y mayordomo Joseph Márquez. Estos datos figuran en una inscripción en la misma urna.
"...hicieron este sepulcro los hermanos de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades el año de 1675 y este remate y su reedificación la hicieron don Francisco Rodríguez de Hinojosa, siendo hermano mayor y don Joseph Márquez  mayordomo. Año de 1691 Manuel Valdés faciebat." 


Urna de 1675 de carey  y plata de Manuel Valdés



La urna sepulcral lleva a los lados 10 asas para su transporte, lo que nos indica que no se llevaba a mano por diez hermanos, probablemente clérigos, sin que descansara en ningún tipo de parihuela o andas.
  
El cambio a una urna, quizás tuvo la finalidad de representar de forma más fidedigna y de acuerdo con las reglas el Sepulcro de Jesús, en lugar del traslado al mismo que se venía representando. Ello significaría, también, suprimir el depósito del cuerpo de Jesús en el convento de Santa Paula y su reintegro a la sede de la hermandad el Domingo de Resurrección. 

A principios del siglo XVIII, 1a imagen de la Virgen que empezaron a venerar a partir de 1640 San Gil presentaba un importante estado de deterioro, que la hacía inservible para el uso procesional. Ello, unido a la poca calidad del material en que estaba labrada, a su escaso valor artístico y a contar dentro de la hermandad con un escultor de valía (José Risueño), hizo que la corporación tomara la decisión de sustituirla por otra. 


Ntra. Sra. de las Tres Necesidades. Grabado de Juan Luengo 1753. Museo Casa de los Tiros



El encargo fue confiado al escultor José Risueño Alconchel, discípulo de los Moras y mayordomo de la hermandad en 1718. Ese año terminará la nueva y bellísima imagen de Nuestra Señora de las Tres Necesidades, de la que, probablemente, hizo donación a la Hermandad como mayordomo que de ella era. También se hizo un manto nuevo.  


La nueva imagen, hoy sabemos con certeza, que la realizó el célebre escultor José Risueño Alconchel, aquel año mayordomo de la hermandad. En 1993, la restauración realizada por la profesora Ángeles Rojas, descubrió en el candelero, mezclado con virutas de aserrín, un escueto papel amarillento y manchado de 9,1 por 10,50 cm. que dice “Joseph Risueño. Año 1718”.


De todas formas, desde antiguo, se venía atribuyendo la imagen a este escultor, tanto en el Diccionario de Ceán Bermúdez, como otras cercanos a la época a la época. Más tarde, Emilio Millán Ferriz, probablemente conocedor de estas fuentes anteriores, la atribuye a Risueño en un artículo de1882 y María Elena Gómez-Moreno, hija del insigne arqueólogo e historiados D. Manuel Gómez-Moreno Martínez, refleja dicha autoría en varios de sus trabajos.



Sin embargo, la nueva imagen no va a sustituir a la antigua en la procesión hasta dos años después, en 1720. Por un expediente obrante en el Archivo del Arzobispado, dado a conocer por Miguel L. López-Guadalupe Muñoz, se sabe que en el cabildo general de la hermandad celebrado el 26 de marzo de 1720 aprueba la sustitución de la imagen anterior para la procesión. En el documento se dice, acerca de la imagen sustituida y de la nueva, que: “respecto a su mucha antigüedad y ser la caveza y manos de pasta, está mui deteriorada y desconchado el varnis, de forma que no se puede descubrir para vestirla por estar yndecente, y respecto de la poca subsistencia que tiene dicha cabeza, está atravesado el cuerpo por una vara de yerro para que pueda mantener el mucho peso del manto nuevo…Por cuias razones y para mayor decencia se ha hecho una nueba ymagen con la caveza y manos de madera…más propia para el fin que tiene el titulo de las tres necesidades y mas dolorida y apropiada que la santísima Ymagen antigua”.



NTRA. SRA. DE LAS TRES NECESIDADES, ACTUAL ESPERANZA DE GRANADA. JOSÉ RISUEÑO 1718 


La Procesión en pleno Barroco

La hermandad llega a su máximo esplendor a mediados del siglo XVIII, cuando el barroco llegaba a su fin. En un folleto de 1743, reproducido en el periódico “El Defensor de Granada” de 2 de abril de 1896 describe minuciosamente la procesión de la hermandad del Entierro de Cristo: “La Hermandad de las Tres Necesidades era la más vistosa. Llevaba tres pasos, siendo el primero el del estandarte. Rompió la marcha el profeta Ezequiel, ricamente adornado y llevaba un simbólico libro, cuya significación explica una octava impresa en una tarjeta, a la derecha e izquierda marchaban dos individuos que eran esclavos de sus culpas y lloraban la pérdida de la patria celestial. Iban luego cincuenta linajudos caballeros granadinos con hachas encendidas de cera amarilla y un cabo de ellos portaba el estandarte, con el hermano mayor de la Real Maestranza de Caballería. Después el Arcángel San Miguel, la Fe, la Esperanza y la Caridad y la Emperatriz Elena adorando la Cruz por ella descubierta. Y un ángel a modo de paje con el Emperador Constantino que lleva en una bandeja el cetro y la corona.

  “El segundo paso es el del Sepulcro abierto por Jeremías y, tras él, en forma de batalla, batiendo al aire sus banderas, le seguían 40 soldados comandados por los emperadores Tito y Vespasiano y siete niñas con los ojos entenebrecidos por el llanto, simuladoras de las viudas de las que hablan las sagradas escrituras. Detrás de ellas, las sibilas Pérsica, Líbica y Sanmia. Proseguían 180 devotos portadores de hachas encendidas, sin contar la cera de  la clerecía que acompañaba a la cruz parroquial. Iban También dieciocho chías, tocando cajas destempladas, cubiertas con bayetas, correspondiendo los tristes ecos de la sordina. José y Nicodemo propiamente vestidos, conduciendo los instrumentos del descendimiento y bálsamo (esto nos puede reafirmar en la idea de que aun realizaban la ceremonia del Descendimiento). La muerte y el diablo sujetos con fuerte cadena con que un Ángel los aprisionaba”.
El paso de la Muerte aun  se representaba, aunque en aquellas alturas del Barroco se hacía con figuras humanas, representando la Muerte, el Diablo y el Arcángel.

Sigue la descripción: "Después, el Sepulcro escoltado por cuatro soldados judíos. Centenares de hachas de cera daban comienzo al tercer paso denominado de Nuestra Señora. En primer termino el judío sacerdote Simeón y seguíanle personajes simbolizadores del cautiverio de Sanites, de la viuda inconsolable, de la constancia en el sufrimiento, de San Juan, de la Magdalena y cerrando el paso y la procesión, dos llorosos ángeles e iba la imagen de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades, siguiéndola la música de la Real Capilla".

Conforme a otro no menos curioso folleto del año 1742, dice que “los pasos ese año fueron diferentes", lo que pone de manifiesto que los priostes y mayordomos de unos y otros años competían entre sí por el mayor lucimiento para que quede fama de ellos. La procesión de este año la rompía una ronca sordina.

La competición entre las hermandades del Santo Entierro y Ntra. Sra. de las Tres Necesidades y la de la Soledad se trocaba en acaloradas rivalidades  entre ambas hermandades del Entierro y de la Soledad por pretender cada una la exclusiva de procesión oficial del Entierro e, incluso, cuando se encontraban en la calle para determinar cual de ellas franqueaba el paso a la otra. El asunto al final era encomendado resolverlo a golpes de cirios entre los cofrades y devotos, y sus estandartes de paz se trocaban en banderas de guerra y al final el provisor del arzobispado lo resolvió en el sentido de que las dos hermandades contendientes procesionaran una año y otra el siguiente, simultaneándose cada año. Ello fue impuesto en 1770 por el arzobispo Pedro Antonio Barroeta y Ángel. 
   
Al año siguiente (1771), llegan a un compromiso en otros aspectos, a todas luces obligadas por la autoridad eclesiástica. Ese año se unen en una concordia nombrando dos comisarios, D. Francisco de Medina y Barrera y D. Alejandro Rubio por las Tres Necesidades y D. Vicente Aranda y D. Miguel Marín por la Soledad con poderes de sus respectivas hermandades para suscribir la concordia por la que se comprometían ante el fiscal del arzobispado, elevando dicho compromiso a escritura pública para prohibir "...perpetuamente escuadrón de armados, ni aun con el título de piquetes, para que por ese medio quitar inquietud de cuerpos y almas...en dicho funeral" . Solicitaban del arzobispo que diera su aprobación 4.

Seguramente, ninguna deseaba prescindir de los "armaos", para no sustraer esplendor y público a sus comitivas procesionales y quedar disminuida ante la otra, por lo que no tuvieron más alterativa que suprimirlos las dos.

Aquellos años serían el final de este esplendor barroco en la procesión, Algunos de estos elementos, como los “armaos”, ya habían sido prohibidos en 1773, "por las muchas burlas que el atuendo de los mismos provocaba en el pueblo" y por las críticas que un informe diocesano de 1769 hace al mucho gasto que ocasionaban estos armados.

No obstante, continuaron saliendo muchos años más en la procesión, porque las prohibiciones y normas de la autoridad eclesiástica normalmente eran incumplidas  a la hora de ponerse en la calle la comitiva procesional y el enojo de dicha autoridad solía resolverse con el pago de una multa a los responsables de la organización de la procesión. La Real Cédula de 20 de Febrero de 1777 va a prohibir los disciplinantes  y empalados y otros espectáculos en las procesiones de la Semana Santa y, con ello los dispendios y competiciones de tiempos anteriores. También la ceremonia del Descendimiento la realizaría la hermandad hasta su prohibición en el siglo XVIII.


Tres Necesidades de Risueño. 1809. Museo Casa de los Tiros 
La Guerra de la Independencia y la Exclaustración del siglo XIX llevarían a las hermandades a una postración  de las que muchas no se recuperarían. Sin embargo, las hermandades del Entierro de Cristo y de la Soledad desde la iglesia del Carmen, dentro de su gran penuria, seguirán procesionando los Viernes Santos del siglo XIX , salvo momentos de convulsión política o social.

Pasada la Guerra de la Independencia, la hermandad volvería a realizar su estación de Semana Santa en alternancia con la Hermandad de la Soledad del convento del Carmen, dejando de salir los años más conflictivos políticamente. Así, en 1827, después de varios años de convulsiones, salió a la calle, correspondiéndole organizar la procesión a la Hermandad de las Tres Necesidades de San Gil. Ese año las chías, reducidas a tres o cuatro, iban acompañando a la Comisión de la Hermandad de la Soledad que fue a visitar a la de las Tres Necesidades, y aportó cofrades y horquilleros, también se les asignó a las chías la misión de acompañar a la Comisión del Santo Entierro para recabar fondos para la procesión entre los granadinos. Era la "pública" de la Semana Santa, como en ese tiempo se denominaba.

Aun en 1840, la alternancia en organizar a procesión se mantenía. Ese año le correspondió a la Soledad, con sede ya en Santa Paula de donde salió a las tres de la tarde. Hasta 1844 no vuelve a haber procesión del Santo Entierro por los conflictos políticos y, ese año, parece que organizada por la hermandad de las Tres Necesidades.

Ambas hermandades del Viernes Santo (Tres Necesidades y Soledad) entrarían en suma decadencia en esa década de los cuarenta del siglo XIX. Eran las únicas hermandades de Semana Santa, junto con la Real Hermandad de Nuestra Señora de las Angustias, que habían subsistido a las grandes crisis que supusieron la invasión napoleónica, las sucesivas desamortizaciones, especialmente la de 1836, y los movimientos antirreligiosos que se fueron generando en la primera mitad del citado siglo. 

Será hacia 1855, cuando desaparece la alternancia en la organización de la procesión para crear una comisión mixta encargada de organizarla con una procesión única en la que participarían ambas hermandades, quedándose definitivamente en sus templos las imágenes de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades y la del Cristo Yacente o de la “Sábana” de la Hermandad de la Soledad. Ésta acudirá cada Viernes Santo desde Santa Paula a Plaza Nueva para incorporarse a la procesión del Santo Entierro de San Gil, que procesionará todos los años con su Cristo de la Urna.

Eran las dos únicas imágenes que quedaban en la Semana Santa, junto con la salida del Jueves Santo de Ntra. Sra. de las Angustias,  que también abandonaría ese día, para salir el Domingo de Resurrección, día que se estimó más adecuado a su carácter de Patrona de la ciudad.

Nuevo y último cambio de sede

La llamada "Revolución Gloriosa", en 1868, llevó consigo la destrucción lamentable del histórico templo de San Gil, para ampliar con su solar la Plaza Nueva y construir los edificios de su acera izquierda. Las imágenes y el retablo de la hermandad pasaron al cercano templo de Santa Ana, donde se  ubicaron en la cuarta capilla del lado del Evangelio, junto al presbiterio. 
 
Plaza Nueva. Restos del derribo de San Gil
Las imágenes del Resucitado y San Juan Evangelista y las repisas donde se veneraban en San Gil se las donaron por decreto arzobispal de 11 de octubre de 1869 a doña Mercedes  Afán de Ribera, que seguramente permanecerán en el domicilio de alguno de sus descendientes 5.

Escasos hermanos compondrían entonces la hermandad, de la que no se conocen cultos en esta época, aunque en la prensa se seguía aludiendo a ella cuando llegaba la Semana Santa y a la comisión que organizaba la  procesión del Viernes Santo, formada, seguramente, por hermanos, benefactores y personas nombradas por el arzobispado.

Desde  Santa  Ana siguió saliendo la procesión del Viernes Santo a lo largo del final de la centuria de Ochocientos, formando con la Soledad, que sufría iguales penurias, la única procesión de la Semana Santa. A esta única procesión se le fueron sumando diversas imágenes de notorio mérito artístico y devocional, hasta formar, en 1909, lo que se dio en llamar la Procesión del Santo Entierro Antológico, inicio y germen de la recuperación de la Semana Santa de Granada que hoy conocemos.

Dicho Santo Entierro Antológico se disuelve en 1925, por haberse reorganizado las dos hermandades subsistentes: Santo Entierro y Soledad en 1924 y 1925, respectivamente y haber empezado a fundarse otras más como la del Santo Vía Crucis, la Humildad o la del Silencio.



Reorganización o refundación de la Hermandad del Santo Entierro o Santo Sepulcro

1924 fue el año de la recuperación definitiva de la hermandad con nuevas reglas, si bien, hubo otro intento, reflejado por la prensa de la época, de hacerlo en 1910.

Sin embargo, la hermandad aunque siguió tributando cultos y procesionando al Cristo Yacente en la urna, la imagen de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades, quedó en su capilla de San Gil y después en Santa Ana sin culto alguno, al menos, desde que se formó la procesión única del Santo Entierro.

En las nuevas constituciones de 1924 no aparece la advocación de Tres Necesidades y sí la de Soledad del Calvario, optando la hermandad por esta nueva imagen mariana, debida a la gubia del insigne escultor del Siglo de Oro granadino, José de Mora. Esta sublime imagen de María al pie de la Cruz, con las manos cruzadas sobre el pecho, variándose, de esta forma, por su propio autor su postura primitiva ( las tenía avanzadas delante del busto) para que no ocultaran la exquisitez de su excelso rostro.  



Soledad del Calvario. Virgen Servita

 Esta portentosa imagen, procedía del Oratorio de San Felipe Neri (Perpetuo Socorro) y era la titular de la Hermandad de los Servitas de Granada, para la que José de Mora hizo la imagen con el título de Ntra. Sra. de los Dolores.Tras la exclaustración de los Padres del Oratorio en 1836,  parece que pasó con su hermandad a la iglesia de los Santos Justo y Pastor y de allí a la de Santa Ana.

No se perdería para la Semana Santa, no obstante, la bellísima imagen de Ntra. Sra. de las Tres Necesidades de Risueño, pues en 1928 se fundó con ella la Cofradía de Penitencia de Ntra. Sra. de la Esperanza, dándole esta nueva advocación a la imagen (Hoy hermandad de Jesús del Gran Poder y Ntra. Sra. de la Esperanza), en cuyo magnífico paso de palio nos asombra cada Martes Santo con su sin par hermosura. 

Al Señor Yacente del Santo Entierro o "Señor de la Urna" le ha seguido dando culto y procesionando por su hermandad cada Viernes Santo desde entonces seguido de la nueva titular, la Soledad del Calvario. El paso del Santo Sepulcro se vio enriquecido, tras la reorganización de la hermandad, con un "trono" de caoba y plata sobre el que descansa la urna, realizado en 1928 por el escultor de la neo-escuela barroca granadina D. José Navas Parejo, natural de Álora, que afincó su taller en Granada.   

Sin  embargo, dado que este blog se dedica a las antiguas hermandades de Granada, nos detendremos en este trabajo en la época de la reorganización de la hermandad, es decir, en  1924. Su trascurso desde esa época a nuestros días no lo abordaremos, dado que su extensión alargaría excesivamente este artículo, ya de sí extenso.


Esperanza de Risueño, antigua Tres Necesidades


Paso de palio de la Esperanza de Granada, antigua Tres Necesidades

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 1. DE LA CHICA BENAVIDES, PADRE. Gazetilla Curiosa o Semanero Granadino...Papel Nono 1764.
2. ARCHIVO HISTÓRICO DEL ARZOBISPADO DE GRANADA, legajo 8F, pieza nº 7.
3. ARCHIVO HISTÓRICO...legajo 8F, pieza nº 4.
4. ARCHIVO HISTORICO DEL ARZOBISPADO..., Legajo 17 F, pieza nº 71.
5. VILLENA DELGADO, Joaquín y  Antonio, Arte y Tradición en la iglesia parroquial de Gil y Santa Ana. Inventario de su patrimonio. Vol. II, Pág. 70.